viernes. 29.03.2024
el-abrazo

Gracias a personas como aquellas que trabajaban la noche del 24 de enero de 1977 en el despacho de abogados laboristas de Atocha el mundo ha mejorado un poquito. Por culpa de sujetos como los que las asesinaron, el planeta sigue empeorando. Al final, vamos dando un paso hacia delante y dos para atrás.

Todo el mundo sabe que llegará el día, en cualquier momento. No sabemos dónde ni cuándo, pero sabemos que llegará. Es la única ley de vida. En un instante estaremos al otro lado de la nada. Pero eso es lo único cierto, una vez que nacemos el final es morir. Lo duro es hacerlo con el dolor y la angustia de no tener respuesta al por qué de una muerte violenta. Si ese último hálito nos lo permite, nos iremos preguntándonos ¿por qué yo?, ¿por qué hoy?, ¿por qué aquí?

Sí, seguimos siendo gracias a ellos. A aquellos y a muchas otras y otros que lucharon, luchan y lucharán por la vida y la libertad. Por eso somos muchos los que continuamos recordándoles. Somos Luis Javier, Serafín, Ángel, Francisco Javier y Enrique. Esas personas representaban al pueblo y defendían a la clase trabajadora en una incipiente y tímida democracia, en una difícil y mal pactada transición. No habían criticado ni atacado a nadie, más allá de las duras defensas en los juicios de la época que eran casi como presentarse ante un pelotón de fusilamiento.

En la calle Atocha nº 55 de Madrid el 24 de enero de hace cuarenta años un grupo de criminales fascistas del tardofranquismo, peligrosamente vivo entonces y hoy no en peligro de extinción, acababa con la vida de cinco personas y dejaba heridas a otras cuatro, todas ellas vinculadas con la izquierda y con el sindicalismo, con el Partido Comunista de España y con el sindicato CCOO.

Un año más, tras la visita a los cementerios de san Isidro y de la Almudena y después de depositar la ofrenda floral ante el monumento “El abrazo” en la plazoleta de Antón Martín de Madrid, las Comisiones Obreras habrán rendido sentido homenaje a los abogados laboralistas de Atocha. Cinco asesinados bajo las armas empuñadas por un grupo de extremistas, descerebrados que no querían perder el poder bajo la excusa de defender la no ruptura de “su” España, esa que decían “una, grande y libre”.

“El abrazo” es la escultura conmemorativa realizada por Juan Genovés basada en su pintura homónima (un acrílico sobre lienzo del año 1976, de dos metros de largo por uno y medio de ancho) que, por fin, después de casi treinta años, salió de las bodegas del Museo Centro de Arte Reina Sofía de Madrid para ocupar un lugar en el Congreso de los Diputados. Una reproducción de ese cuadro, también conocido como “Amnistía”, estaba colgada de las paredes del despacho de los abogados laboralistas cuando fueron asesinados.

La Fundación Abogados de Atocha habrá entregado hoy, por decimotercera vez, los premios creados en recuerdo de aquellos muertos, una reproducción en bronce del cuadro “El abrazo” de Genovés. Lo habrá hecho en el Auditorio Marcelino Camacho de CCOO. En esta ocasión, el propio artista valenciano ha sido el galardonado con este reconocimiento por su labor a favor de la paz a través del arte.

Como escribió el desaparecido José Luis Sampedro cuando recibió este mismo premio en 2012, hay que seguir reivindicando el valor de la memoria y seguir recordando la deuda de las sociedades con personas como las que murieron entonces, y otras que han muerto antes y lo siguen haciendo en todo el mundo, porque ayudan a despertar conciencias. El premio representa, hoy más que nunca, la lucha por la libertad y por la democracia y el reconocimiento a la búsqueda de un ideal de Justicia.

También creo pertinente en este aniversario recordar las palabras de otro defensor de la vida y soñador de la libertad, Marcos Ana escribió:

Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.
Que entren la noche y el día,
y la lluvia azul, la tarde,
el rojo pan de la aurora;
La luna, mi dulce amante.
Que la amistad no detenga
sus pasos en mis umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie.
Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire.

Día a día vamos pasando la vida, porque lo nuestro es pasar. Aunque de muy diferente manera, vamos haciendo ciertos caminos en nuestro andar. A pesar de los muchos e impresentables idiotas, que los hay, la sociedad sigue intentando avanzar, contra viento y marea, enfrentando los embates del capitalismo asesino y de las políticas neoliberales excluyentes que siguen contando con respaldos entre los desfavorecidos. Así es este mundo. En Colombia ganó la abstención en el plebiscito y complicó el proceso de paz; en los Estados Unidos de América acaba de posesionarse como presidente un personaje al que no tildaremos de nada para no herir al resto, y en España, pese a corrupciones y delincuencias varias, la derecha recalcitrante sigue gobernando. El resto del mundo también tiene lo suyo.

El lema que encabeza los actos de homenaje a los Abogados de Atocha desde su primera edición es una frase de Paul Éluard: “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”. No dejemos que las voces de las luchas por las libertades en todo el mundo se apaguen. Defendamos la memoria y luchemos contra el olvido. En recuerdo de los abogados laboralistas y de todas las personas que viven y mueren defendiendo los derechos humanos y la justicia social:

Libertad, de P. Éluard

(…) En mis refugios destruidos
en mis faros sin luz
en el muro de mi tedio
escribo tu nombre.
En la ausencia sin deseo
en la soledad desnuda
en las escalinatas de la muerte
escribo tu nombre.
En la salud reencontrada
en el riesgo desaparecido
en la esperanza sin recuerdo
escribo tu nombre.
Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad

Seguimos siendo gracias a ellos