viernes. 29.03.2024
vacuno

Se ha abierto un debate sobre el consumo de carne en España después de las palabras del ministro Garzón sobre la necesidad de reducirlo. Un debate es una forma educada de decirlo porque debate hay poco y más bien se han oído barbaridades y/o gracietas. En realidad, lo que interesa es dilucidar dos cuestiones, la necesidad de la propuesta y su oportunidad.

En cuanto a lo primero está claro y existen muchísimas evidencias científicas de que un consumo de carne está ligado a una mayor mortalidad y morbilidad por problemas cardiovasculares, renales y cáncer que dependen del tipo de carne y de su elaboración: los organismos internacionales recomiendan unos 300-350 gramos semanales y consumimos entre 500 y 1.5 kg. según las fuentes disponibles (FAO, AESAN, Ministerio de Agricultura, UE). Es decir, mucho, cuando lo recomendable es disminuir el consumo. (Por cierto, nunca nadie ha propuesto prohibir la carne).

Hace relativamente poco (2019), la revista The Lancet señalaba a España como uno de los países a los que más afecta el consumo de carne procesada, colocándolo en el puesto 155 de 195, en el 168 de carnes rojas (en una clasificación de 1 a 195 siendo 1 el país mejor situado). Según este mismo estudio morirían al año en España 89,5 personas/100.000 habitantes por una mala alimentación (por supuesto no solo por el sobreconsumo de carne, sino además por otros motivos: sal, poca fibra, grasas trans, etc.).

Además de los problemas directamente relacionados con la salud existen otros problemas relacionados con el impacto sobre el medio ambiente que tiene el sobreconsumo de carne, ya que propicia la ganadería intensiva con los problemas que conlleva (incluida su relación con mutaciones de virus y el uso inapropiado de antibióticos que favorece las resistencias a los mismos), un consumo excesivo de agua respecto a otros alimentos, especialmente la carne de vacuno, la deforestación, la utilización de terrenos para piensos en detrimento de la alimentación humana y la emisión de gases de efecto invernadero, es decir tiene un efecto importante sobre el cambio climático.

Es decir, hay motivos sobrados para propiciar una utilización menor de carne en nuestra dieta y sobrados argumentos científicos que nadie sensato ha contestado porque solo son cuestionables desde las ópticas del trumpismo y el bolsonarismo.

La segunda cuestión es la oportunidad, se dice: está bien, tiene razón propiciar un menor consumo, pero no es el momento. Claro está, entonces, ¿cuál es el momento?, ¿cuando estemos en un desastre climático?, ¿cuando la sequía lo haga obligado? Desgraciadamente los últimos años están llenos de esos momentos en los que parece que la oportunidad no existe y se van postergando las decisiones necesarias con los resultados que todos conocemos, calentamiento global, pandemias, etc. Si hay un problema que sabemos es importante abordar a corto/medio plazo, lo mejor que podemos hacer por la salud de las personas y por la supervivencia del planeta es abordarlo lo antes posible.

Por supuesto, es una responsabilidad de los poderes públicos el propiciar hábitos de alimentación y consumo mas saludables y alertar de los peligros de algunos de los que tenemos, la postura ultraliberal de, por ejemplo, Casado, es irresponsable e irrespetuosa con la razón. ¿Acaso cree que la vacunación es un asunto particular en el que las administraciones públicas no deben de intervenir recomendándola y facilitándola?

Una última cuestión tiene que ver con la desastrosa falta de coordinación dentro del Gobierno: el tema afecta cuando menos a 4 ministerios (Sanidad, Consumo, Agricultura y Transición Ecológica) y también a Economía y Hacienda de manera derivada. Poner en marcha este tipo de campañas sin que exista un acuerdo de gobierno y una coordinación entre sus miembros es poco razonable porque le quita la mayoría de su efectividad.


Marciano Sánchez Bayle, portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública

El consumo de carne: necesidad y oportunidad para el debate