viernes. 19.04.2024
Eleanor Roosvelt con la DUDDHH

La Resolución 1325 de la ONU sentó las bases para que las mujeres participaran en los procesos de paz. Mostraba la voluntad compartida para que dejaran de ser solo víctimas y se sentarán en las mesas de negociación. Solo si se cuenta con ellas es posible una paz sostenible y duradera. Sin ellas, no habrá paz.

El año 2000 presenció la masacre de Grozni, Chechenia, a manos del Ejército ruso. También entonces se daban los primeros pasos que conducirían a la invasión y guerra de Iraq. Comenzaron los ataques terroristas en Laos. El año 2000 fue el mismo en el que la Organización de las Naciones Unidas decidió a través de la resolución 1325 que la paz solo sería posible y duradera si las mujeres forman parte de su construcción. Casi veinte años ya de una resolución histórica que quiso cambiar la concepción de la paz.

Su aprobación no fue fruto de la casualidad. Numerosas organizaciones de la sociedad civil venían trabajando desde hacía tiempo en la importancia de la inclusión de la perspectiva de género en la resolución de los conflictos. Un punto de inflexión llegó cinco años antes, con la Conferencia de Beijin de 1995. Esa fecha histórica fue clave en el impulso de la agenda de las reclamaciones de las mujeres en las grandes decisiones internacionales. Numerosos estudios han mostrado cómo la inclusión de las mujeres en los procesos de paz incrementa sus posibilidades de éxito. Pero no basta con cumplir con números.

La paz no se construye solo en las grandes cumbres y declaraciones de autoridades. La paz se construye en los países asolados, calle a calle, y se conquista barrio a barrio y pueblo a pueblo. 1325 de estas historias personales con mayúsculas aparecen recogidas en el proyecto “1325 mujeres tejiendo la paz”. Se trata de un libro que recoge las historias de vida de 1325 mujeres implicadas en los procesos de construcción de la paz y movimientos pacifistas. Es una obra monumental que encuentra en el medio digital su segunda casa. En su web se pueden encontrar las historias.

Con él pretendían difundir el trabajo realizado a partir de la resolución 1325 de Naciones Unidas y recoger del olvido las historias particulares de mujeres valientes que se plantaron frente al odio y la violencia. Como es el caso de la suiza Elizabeth Eidenbenz quien creó una maternidad en la frontera francesa que acogió a las mujeres exiliadas de la guerra civil española y salvó así la vida de innumerables mujeres y bebés. Manuela Mesa, coordinadora de la obra, nos ha hablado sobre el valor de las historias de paz bajo distintas formas. “A través de las historias de vida podíamos hablar no sólo del papel que habían jugado algunas mujeres en zonas de conflicto, sino también de justicia, educación, participación... El proyecto nos acabó desbordando por la gran acogida que tuvo”.

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Debate del Consejo de Seguridad de la ONU sobre mujeres, paz y seguridad

1325 mujeres tejiendo paz acabó siendo una semilla que germinó. “El hecho de ponernos a trabajar en este tema hizo que un grupo de mujeres que estábamos en distintos centros de investigación y otras que no pero estaban en nuestra red, nos animamos a formar la sección española de WILPF. Fue un proyecto muy generador y que sigue vivo: se ha transformado en otras cosas a lo largo de los años. Es un buen ejemplo de trabajar en red vinculando a mucha gente en distintos niveles de análisis y con un lenguaje distinto según a quién va dirigido”. Y es que una de las aspiraciones con que fue concebida la famosa resolución fue unir a mujeres de distintos ámbitos y latitudes para trabajar juntas por la paz.

“Avanzar hacia una noción de seguridad humana”

Pero a veces las buenas intenciones solo no sirven. Como hemos visto en otras ocasiones con resoluciones y declaraciones de intenciones en el seno de las Naciones Unidas, las palabras no siempre se materializan en hechos. Para Manuela Mesa, ha faltado esa voluntad generadora por parte de las instituciones. “No podemos seguir con las mismas de hace veinte años, los avances han sido bastante escasos. En la parte más normativa y de resoluciones complementarias se ha avanzado, pero en lo que es mejorar las vidas de las mujeres que viven en zonas de conflicto se ha avanzado muy poco. En lo que se refiere a la financiación de las acciones que es fundamental también se ha avanzado muy poco”.

Sobre los desafíos que debe aún afrontar la agenda de mujeres, paz y seguridad, señala, son muchos. “Cambiar la propia concepción de seguridad”. Echa en falta un abordaje que vaya más allá del concepto tradicional de seguridad basada en el territorio. “Si algo nos demuestra la crisis del COVID19 es precisamente que la seguridad en este momento tiene muy poco que ver con la idea tradicional de seguridad militar o del territorio. Ese es uno de los retos porque la resolución ha sido en parte utilizada para incorporar más mujeres al Ejército, para incorporarlas mujeres a las misiones de paz pero no ha sido un cambio significativo, no ha servido para hacer un debate más a fondo sobre qué se entiende desde el feminismo por seguridad. Cómo la seguridad tiene que ver con poner en el centro otras cuestiones y que se opone completamente a lo que es rearme y militarismo”.

“Ellas decían que no se levantaban de la mesa hasta que sus verdugos las mirasen a los ojos”

Cuando se habla de la participación de mujeres en los procesos de paz el primer caso que se nos viene a la cabeza es Colombia. Después de más de cincuenta años de un conflicto sangriento entre Gobierno y guerrilleros, en 2016 se firmó un Acuerdo de Paz histórico para el pueblo colombiano y para el mundo. Por primera vez las mujeres se sentaron a la mesa. Lula Gómez, periodista y escritora, entrevistó a siete lideresas colombianas por la paz y unió sus voces en un libro “Mujeres al frente: La ley de las más nobles” y un documental homónimo. Echando la vista atrás, las cosas no han cambiado tanto en el país. “Se prometió principalmente que no hay paz, si no hay pan. Que debían hacerse una serie de reformas estructurales en el campo, por su puesto siempre con mirada de género. Y esas reformas no se han hecho y el estado sigue sin estar presente en las zonas más golpeadas por la guerra. Ha pasado el tiempo, en las zonas de dónde salieron las FARC las han ocupado otros actores armados que son ni más ni menos que ELN, los paramilitares, los narcos de Sinaloa y bandas criminales, lo que llaman allí bacrils. Claro, si no llega el Estado la situación absolutamente de guerra. Las mujeres por su parte siguen liderando procesos de paz y dejando bien claro su defensa por la tierra y por todos y están siendo asesinadas. Ellos también, por supuesto. Mujeres y hombres están siendo asesinados de forma sistemática con el Gobierno mirando para otro lado”. Pero no por ello deja de valorar positivamente las aportaciones de estas mujeres valientes a las que conoce bien.

“Yo creo que la principal aportación es esa amplia perspectiva de lo que supone la paz. La paz es una palabra muchas veces muy cansada y consumida, es como si habláramos de amor. Estas mujeres hablaron de paz de una forma muy clara. Hablaron de la necesidad de tener una educación para sus hijos y sus hijas. De la necesidad de que se reconociese cómo la guerra había pasado por sus cuerpos. De la necesidad de establecer y cambiar la política agraria del país. Hablaron de la necesidad de que las riquezas minerales del país no se vayan a multinacionales extranjera. De la necesidad del diálogo entre víctimas y verdugos. Ahí ellas son unas maestras en un país con ocho millones de víctimas ellas decían que no se levantaban de la mesa hasta que sus verdugos las mirasen a los ojos. Y lo hacían con una generosidad enorme”.

Pero no han sido solo las colombianas, las mujeres congoleñas también trataron de tomar las mesas de negociación durante el proceso de Goma. A pesar de las dificultades, han conseguido grandes avances pese a un contexto normativo con leyes que las subordinan al hombre. No se puede olvidar que los procesos de paz no son solo el cese de la violencia o la deposición de las armas. Es el momento clave en el que se sientan las bases para la configuración del nuevo estado, las leyes fundamentales de las que se dota y las promesas que hace a su pueblo.

Por ello, la resolución de un conflicto no debe de ser solo el fin de la violencia sino también la construcción de una paz duradera. Se debe incluir la perspectiva de las mujeres pues solo así se puede garantizar que la nueva situación respetará los derechos y podrá intentar iniciar la reparación a más de la mitad de la población. Un proceso de paz brinda la oportunidad a una nación de construir un nuevo futuro y su éxito depende la inclusión plena de toda la sociedad: mujeres incluidas.

Fuente AmecoPress

La Resolución 1325 de la ONU. Mujeres tejiendo paz