jueves. 28.03.2024
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Todos conocemos el famoso proverbio, virtus in medio sum, la virtud está en el medio. En la Ética a Nicómaco habla Aristóteles de la virtud moral, de la que comenta: la virtud es un hábito de la voluntad, consistente en un término medio en relación con nosotros mismos, que es la recta razón que practicaría un hombre prudente (Ética a Nicómaco, II, 6, 1106b 3-6). Habla el filósofo griego de que cada virtud tiene un término medio entre dos vicios o pasiones, en un extremo por defecto y en otro por exceso. Establece Aristóteles que la virtud por tanto se establece para un uso con mesura de las pasiones. Es por tanto un término subjetivo el que plantea Aristóteles, ya que indica la relación moral de la acción con el sujeto que la realiza.

Kant hizo una crítica a esta proposición de la virtud aristotélica, como freno de la pasión y de los vicios. Según Kant la virtud no puede ser una cuestión de grado entre dos extremos del vicio y de la pasión, sería la virtud entonces como un vicio atenuado. Para este autor entre la virtud y el vicio no hay una medida de transición que permita pasar de una a otro.

Husserl en principio asume la ética de la virtud como un hábito en el sentido aristotélico, por tanto en principio algo aprendido, pero le añade un componente de motivación. ¿Que motivación subyace a un acto auténticamente moral? Entiende la motivación del acto moral como una dirección de la voluntad hacia algo reconocido como altamente positivo.

La virtud como término medio relativo al nosotros aquí, sería el equilibrio de rasgos de personalidad que dan un yo fuerte que es capaz de gestionar tanto los conflictos intrapsíquicos como aquellos que vienen del perimundo del individuo

Von Hildebrand, discípulo de Husserl, desde la ética fenomenológica de los valores, critica la filosofía aristotélica de la virtud, por dejar fuera la consideración del mundo afectivo. Dice este filósofo alemán: “Aristóteles, al contraponer la parte irracional del hombre (apetitos, impulsos y pasiones), a la parte racional (conocimiento y voluntad), deja fuera las respuestas afectivas.

Hay dos posibilidades de entender esta reflexión filosófica de Aristóteles, una en términos absolutos, podríamos decir que sería la media aritmética. Por ejemplo, si se busca la media aritmética entre 2 como valor escaso y 10 como valor excesivo, 6 sería el término medio absoluto y para todo el que considere este medio absoluto, 6 es un valor inamovible. Una segunda forma de entenderlo es el término medio relativo, el referido al nosotros. Aquí la media aritmética no nos es válida, depende de otras categorías, como el aquí y ahora del individuo, sus vivencias, su personalidad o su propia genética

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Vamos a quedarnos con el término medio relativo o el referido al nosotros. Quisiera recordar el concepto del aquí y ahora, que se ha popularizado actualmente como vivir el momento. Es un concepto que proviene de la psicología de la Gestalt, como el foco central a trabajar en la terapia, como un tomar conciencia, un darse cuenta…, y a partir de ahí buscar soluciones, trabajando el presente, ahora me doy cuenta de… En este sentido la virtud, como término medio relativo, sería el darse cuenta de aquello que podría evitar algo que nos perjudicara en el presente, con un ejercicio de metacognición, es decir, de la capacidad que tiene una persona de anticipar tanto la conducta propia como la ajena, a partir tanto de emociones como de sentimientos.

El concepto de vivencia hace referencia a la experiencia que se obtiene después de una determinada situación. Estas vivencias van formando una base de información para nuevas situaciones, constituyendo por una parte un aprendizaje y por otro un modelaje del temperamento (con base genética) que ayuda a construir el carácter (con base de aprendizaje), y la suma de ambos, temperamento y carácter, los rasgos de personalidad más sobresalientes de cada individuo. La virtud como término medio relativo al nosotros aquí, sería el equilibrio de rasgos de personalidad que dan un yo fuerte que es capaz de gestionar tanto los conflictos intrapsíquicos como aquellos que vienen del perimundo del individuo.

Por último, unas reflexiones sobre la virtud y la libertad. Según Den Uyl, en contra de lo que pudiera parecer a primera vista, no son conceptos contrapuestos. Así, podríamos aseverar que son complementarias, por ello sin libertad no puede haber virtud. Podríamos decir que la libertad debe ser mantenida y la virtud promovida. Lo que hace que un acto sea moralmente positivo, es decir virtuoso, es que se haga de manera voluntaria como un acto del libre albedrío. Esto nos lleva a conflictos morales de cierta envergadura. ¿Que podemos decir de un gobierno que suprime la libertad en aras de un supuesto bien colectivo? ¿Que podemos decir de un acto violento en una persona con un trastorno mental? ¿Que podemos decir de aquellas personas que son obligadas a prostituirse? ¿Que podemos decir de los soldados niños en las guerras, obligados a pelear? Serían interminables los ejemplos de situaciones, que en falta de libertad, muchos se atreven a calificar de inmorales o carentes de virtud.

Podríamos finalizar suscribiendo las palabras de F Hebbel: las gentes virtuosas desacreditan a la virtud. 

Reflexiones sobre la virtud