viernes. 29.03.2024

Los resultados electorales de los últimos años vienen constatando un ascenso de los votantes de los partidos de ultraderecha en Europa y en otros países de Occidente. Y aquí estamos ante datos objetivos. A estos datos objetivos se unen múltiples expresiones y percepciones públicas y privadas de concepciones de unas ideologías de ultraderecha, que aparecen, al menos públicamente, mucho más frecuentemente y con más claridad que hace años. 

Institucionalmente la ultraderecha ha conseguido penetrar en instituciones políticas relevantes a las que desde hace mucho tiempo no había accedido. Es posible, incluso constatable, que sectores de esos votantes y militantes de los nuevos partidos de ultraderecha se escondían en partidos de derecha de forma vergonzante. Su decisión de visibilización debe de explicarse por la complacencia e incluso el apoyo desde sectores liberales. Asimismo, constatar que la tendencia es ascendente hasta el momento. Ese ascenso se está produciendo en países muy distintos, por lo que se trata de una tendencia generalizada en Europa y parte de Occidente. 

En todos los casos encontramos, en esos países, antecedentes históricos en algún momento de la existencia de partidos de ultraderecha, que quedaron excluidos de la vida política después de la IIGM. Se trata de una restauración de ideas políticas que consiguieron el poder político durante determinados años en diversos países de nuestro entorno y fueron excluidos a partir de una derrota social, política y militar. Excepción es el caso de España.

Se constata también el tránsito de personajes y personalidades que habían mantenido posiciones públicas y concepciones progresistas a posicionarse con la derecha e incluso con la ultraderecha. Son signos de decepción en relación con las políticas reales de la izquierda y, sobre todo, con los actuales políticos de la izquierda o responden a oportunismos coyunturales.

Después de la IIGM vivimos el ascenso ideológico y la hegemonía de la izquierda (…) En la década de los 70 la Thatcher doblegó a los mineros y con ello simbolizó el inicio de una ofensiva de gran alcance contra la hegemonía social de la izquierda

Después de la IIGM vivimos el ascenso ideológico y la hegemonía de la izquierda. La derecha pasó a la defensiva y realizó concesiones a través del Estado de Bienestar mantenido, todo hay que decirlo, a través de la explotación del Tercer Mundo. En la década de los 70 la Thatcher doblegó a los mineros y con ello simbolizó el inicio de una ofensiva de gran alcance contra la hegemonía social de la izquierda. Reagan la acompañó con la escuela de Chicago y Friedman. Todo empezó a cambiar. Las privatizaciones de lo público se extendieron, se doblegó a la clase obrera, se debilitó el Estado Social, se participó activamente en el desmoronamiento de los países del socialismo real y el capital ya había pactado con la socialdemocracia antes, en tiempos de Harold Wilson, de Willy Brandt, después con Mitterrand, Delors, en la Italia de Craxi, en la GB de Blair. Eran barreras contra el comunismo. Por cierto, con el hundimiento actual de la socialdemocracia en Europa

Mientras, la amplia izquierda ha pasado de la sorpresa a la defensiva y, especialmente, a desorientarse al no saber qué hacer. Muchos siempre han pensado que el fascismo había muerto. En algunos casos para su propia tranquilidad. Se trataba de engañarse a sí mismos con fines de sedación. 

El fascismo, en mi opinión, es un hijo del capitalismo y éste lo utilizará como instrumento cuando le sea necesario. Pasó en la crisis política, económica y social del capitalismo de entreguerras. La Revolución de Octubre, la Crisis del 29, y el ascenso de las organizaciones políticas y sociales de la clase obrera en Europa pusieron muy contundentemente en tela de juicio al sistema y su capacidad para ofrecer alternativas que dieran solución a los problemas más importantes. Entonces “nació” el fascismo muy oportunamente. 

Ante la crisis del PP, el poder se inventó a Ciudadanos, al que, una vez fracasado, ha hundido. Ahora apuesta por un PP “sin pasado corrompido” y coquetea con Vox

El capitalismo tiene un objetivo principal: el beneficio a través de la plusvalía, y para conseguirlo necesita dominar la economía y adaptar su entorno político, productivo, jurídico, cultural en la consecución de ese objetivo. Ante coyunturas difíciles el transformismo es su método. Ante la crisis del PP, el poder se inventó a Ciudadanos, al que, una vez fracasado, ha hundido. Ahora apuesta por un PP “sin pasado corrompido” y coquetea con Vox. Su ideología es el dinero, que no deja de ser, obviamente, una ideología. Si hay que ser feminista o LGTBI, nos envía a uno/a de sus hijos/as. 

El capitalismo “democrático” siempre mantiene guardada la carta del recurso a los Ejércitos, al autoritarismo y a los fascismos cuando vea peligrar su dominio del Estado. Alcanzar una sociedad socialista verdadera democráticamente desde un Estado burgués mediante una vía pacífica es realmente imposible en tanto el capital, en connivencia con poderes ideológicos, culturales, religiosos, institucionales, militares e incluso sociales posea una correlación de fuerzas electorales mínimamente favorable. Los partos son siempre más o menos dolorosos y además requieren una preparación para llegar al momento. Por poner un ejemplo actual un tema tan simple como lo son las exacciones fiscales elementales provoca reacciones de una agresividad exagerada, pero lógica, de la parte afectada. Las posiciones que la derecha defiende con agresividad por la distribución de los presupuestos en beneficio de los suyos cierran ese circulo de transformaciones sociales progresivas que defiende la izquierda a través de una institución tan importante para el Estado social como lo son los PGE.

El capitalismo “democrático” siempre mantiene guardada la carta del recurso a los Ejércitos, al autoritarismo y a los fascismos cuando vea peligrar su dominio del Estado

No vale, pues, sólo con argumentos razonables, como lo son lo justo, lo ético, lo equitativo, lo solidario, lo humano, lo cooperativo, lo comunitario, lo mejor para la sociedad, en tanto que esa razón afecte negativamente a su interés. Para desalojar al poder actual no nos vale el 51% de los electores. Cuando ha estado en minoría la derecha ha tenido suficientes resortes para mantenerse y restaurarse. Todo ello recurriendo a la violencia si era necesario. 

Mientras que sistemas anteriores se basaban en la aplicación de la fuerza hoy el sistema democrático obliga formalmente al poder a utilizar otros. El voto censitario, la exclusión de amplios sectores del voto, las formulas caciquiles, los sistemas electorales, la compra de votos y de transfugas, los entornos coactivos, los programas incumplidos, las alternancias bipartidistas, el control de los medios de comunicación de masas, conforman la panoplia de métodos que han sustituido el todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Los golpes de Estado duros y blandos son bastante habituales y para ello cuentan con poderosos aliados en los ejércitos, en la iglesia, en los ricos y en sectores relevantes de la Alta Administración. No sólo en el poder Judicial, también en sectores universitarios, académicos, intelectuales, de la cultura, de la tecnocracia, etc.

Ahora mismo estamos asistiendo a actuaciones absolutamente antidemocráticas, contra el sistema democrático, por parte de sectores de instituciones formal y plenamente democráticas. Cuando los resultados del sistema democrático no les gustan y están en contra de sus intereses, se rebelan abiertamente contra el sistema sometiéndole puntual y/o permanentemente a acoso y derribo. 

Nos encontramos ante una falsa democracia que con toda desfachatez quiere aparentar ser verdadera. Una democracia manipulada desde el Derecho Político, desde los sistemas electorales, desde los tres poderes. ¿Somos los ciudadanos iguales ante la Ley? ¿Trata lo mismo al Rey y su camarilla que a sus vasallos? Rotundamente No. La igualdad aparece como un desiderátum en la realidad cotidiana. El dinero, como no puede ser de otra forma en un sistema capitalista, es un instrumento esencial de poder y condiciona decididamente el sistema de derechos. En la realidad no existe la Ley del más débil, a pesar de Ferrajoli. Todo el edificio jurídico de los derechos para conseguir la igualdad se desmorona. Infinidad de hechos conocidos por todos en los últimos años en nuestro país respaldan con pruebas contundentes esta conclusión. Los derechos aparecen como una ilusión óptica, para parecer que parezcaTodos somos iguales ante la Ley cuando el que lo decía era plenamente consciente de que al menos él era inviolable, inimputable e intocable. Y algunos, otros miles, aforados, prescritos o indultados.

El dinero, como no puede ser de otra forma en un sistema capitalista, es un instrumento esencial de poder y condiciona decididamente el sistema de derechos.

Este análisis con el que coinciden muchos ciudadanos los lleva a desconfiar de la política y de los políticos. Llegan a la conclusión de que es imposible o utópico que esto funcione razonablemente bien y optan por buscarse la vida individualmente. Hay una huida de la política como Gobierno y Administración de la Comunidad, como instrumento de transformación y mejora. Evidentemente esa huida de los ciudadanos se favorece desde posiciones antidemocráticas y deja las manos libres a diferentes caudillismos. Delegar en nosotros que con mano firme resolveremos vuestros problemas es la razonable conclusión de un sector amplio de ciudadanos. Por otra parte, ello se complementa con una persistente ideologización de No hay alternativa.

Y en alguna medida esto tiene un refrendo real. Hay multitud de hechos de la vida cotidiana que “muestran la verdad” de muchos de los análisis de la ultraderecha. Conviene que la izquierda reflexione más a fondo y reformule sus análisis sobre temas tradicionales que exigen una actualización. Revisemos nuestra opinión a la luz de las nuevas condiciones. No deformemos la realidad para que sigan pareciendo válidas nuestras ideas.

El sistema democrático está en una crisis aguda como consecuencia de la resistencia del capitalismo a la transformación del mundo en beneficio de las mayorías y de la misma humanidad. 

Como complemento oportuno y necesario para desviar la solución de muchos problemas aparecen en el otro extremo posiciones izquierdistas en la mejor tradición criticada por Lenin en “El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo”. En muchos casos fomentados y financiados por sectores de la derecha progre, que es, fundamentalmente, anticomunista. Algunos de los medios más poderosos de comunicación llevan trabajando en esa línea desde hace años. El quintacolumnismo es eficaz.

Conviene que la izquierda reflexione más a fondo y reformule sus análisis sobre temas tradicionales que exigen una actualización. No deformemos la realidad para que sigan pareciendo válidas nuestras ideas.

La teoría liberal del Estado liberal se fue construyendo a lo largo de siglos con el ascenso y triunfo de la burguesía y del capitalismo. Fueron elaborando una teoría y construyendo las instituciones fundamentales de ese nuevo Estado, sustituyendo al sistema monárquico y sus instituciones. Los filósofos franceses, ingleses, alemanes y los juristas italianos, después los Constitucionalistas fueron estableciendo las reglas e instituciones sobre las que se debería levantar el nuevo Estado. 

Frente al poder monárquico y religioso necesitaron contar con todos los sectores y fuerzas a las que había marginado y oprimido la monarquía. Al igual que Mao para expulsar a los japoneses, que la II República para enfrentarse al fascismo o que Lula para enfrentarse a la ultraderecha de Bolsonaro, las alianzas en política responden a la Teoría de los juegos en matemáticas, siempre que el objetivo no sea pura utopía inalcanzable de principio. Los principios éticos juegan también un papel, pero en las guerras al final hay que sentarse y negociar. Con ética y con estética. Todos recordamos los escenarios de negociaciones cercanas como los acuerdos para el final de la guerra de Vietnam. Y antes: Viena, Versalles, Yalta. 

El nuevo capitalismo global necesita poner a su servicio, sin condiciones ni fisuras, a los poderes democráticos. Para ello están dispuestos a deshacerse de todo tipo de lastres con todo tipo de medios

La solemnidad juega un papel en el nuevo reparto del poder. Hoy. ética, estética, escenarios, solemnidades y protocolos saltan por los aires. Trump, Bolsonaro y los suyos ponen boca arriba sus propias reglas en el núcleo duro de las instituciones democráticas: los resultados electorales. El caso de Gran Bretaña e Italia igual, con parecidas características. En el caso de España la puesta en duda y el acoso, desde el primer momento, sobre la legitimidad de la legitimidad de un gobierno de coalición, con participación de Podemos, nos recuerda las crisis italianas ante la fuerza institucional y electoral del PCI, la actuación de la Mafia, las Brigadas Rojas, Andreotti, Betino Craxi y EE.UU. Las “intervenciones” exteriores y la geopolítica cuentan, y mucho. La crisis griega y su “resolución” en comparación con la solución europea para el gobierno Rajoy del PP.

Sin análisis apocalípticos podemos considerar que estamos ante una crisis relevante de los sistemas democráticos en sus aspectos constituyentes. Sistemas electorales, Legislativo, Ejecutivo y Judicial son zarandeados en su raíz. El nuevo capitalismo global necesita poner a su servicio, sin condiciones ni fisuras, a los poderes democráticos. Para ello están dispuestos a deshacerse de todo tipo de lastres con todo tipo de medios. Y ellos los tienen. Y los lastres son sus propias reglas. Porque, paradójicamente, el capitalismo no es actualmente capaz de dar solución a sus problemas dentro de su propio sistema. Nuestra movilización es lo único que puede cambiar las cosas. 

Dedicado a todos los que nos movilizamos contra las políticas de la derecha de Madrid.

Reflexiones desde la realidad