jueves. 28.03.2024
guerra civil española

La terminología en la historia nunca es intrascendente. No es lo mismo hablar de golpe militar que alzamiento nacional para explicar el inicio de nuestra guerra civil o guerra de España. Hoy la historiografía seria y científica ha demostrado que hubo un golpe militar. Como también que una democracia nunca es responsable de un golpe militar, ni tampoco que un gobierno legítimo, electo en unas elecciones democráticas como las de febrero de 1936, puede ser calificado como un bando. Solo quienes estén aquejados de prejuicios, como consecuencia de lecturas de píos panfletos, pueden cuestionar estos hechos. Allá ellos, lo grave es que hoy tienen no pocos seguidores. Mas, de lo que quiero en estas líneas es recurrir a una serie de documentos, que nos pueden servir para reflexionar y cuestionar el término de guerra civil y sustituirlo por el más adecuado de la guerra de España. Tal cambio terminológico me lo ha sugerido el libro del historiador David Jorge titulado Inseguridad colectiva. La sociedad de Naciones, la Guerra de España y el fin de la paz mundial, prologado por Ángel Viñas, toda una garantía.

Obviamente hubo una guerra civil, entre españoles que lucharon en diferentes ejércitos, pero no solo. Es más concluyente el término de guerra de España, porque hubo una clara intervención internacional, fundamental en todas las etapas del conflicto: en el golpe de Estado, en la consolidación del golpe en guerra, en el desarrollo de la guerra, en su resultado final e incluso en el mantenimiento de Franco en el poder después del fin de la Segunda Guerra Mundial. En todos estos momentos, la dimensión internacional fue absolutamente decisiva. No se puede, por tanto, reducir el conflicto a una mera guerra civil. Se habla de guerra de Corea o de Vietnam, aunque también en ellas hubo un enfrentamiento civil.

Resulta muy ilustrativo el discurso de Julio Álvarez del Vayo en septiembre de 1936 ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones, sobre esa dimensión internacional, además de otros aspectos, como el anuncio de que la guerra española es ya una guerra mundial, incluso habla de guerra futura, la denuncia del apoyo de los países fascistas a los golpistas, así como del abandono al gobierno de la República por parte de las democracias occidentales, con la excusa de la no intervención. Es para leerlo con detenimiento, ya que es pleno de desesperación.

“La guerra futura, aunque pudiendo en apariencia ser el choque de dos Estados, será el choque, el conflicto, la contradicción siempre dramática en la Historia, de dos mentalidades, de dos concepciones distintas de la vida. [...] Siendo, así las cosas, apareciendo tal la situación, conviene preguntarse si es justo continuar hablando como una eventualidad futura, y si no será más honesto considerar la guerra como una realidad existente ante nuestros propios ojos. Los campos ensangrentados de España son ya, en realidad, los campos de batalla de la guerra mundial. Esta lucha, una vez comenzada, se transformó inmediatamente en una cuestión internacional. El agresor ha recibido –esto es una realidad incontestable-una ayuda moral y material de los Estados cuyo régimen político coincide con aquél a que aspiran los rebeldes. Hablo aquí ante una asamblea de hombres de Estado, de hombres de gobierno, sobre cuyas espaldas pesa la responsabilidad del bienestar y de orden en su país. ¿Cuál de entre ellos no comprenderá que nosotros, hombres responsables del porvenir de España, del porvenir del pueblo español, de todo el pueblo español, no interpretamos eso que se llama ‘no intervención’ más que como una política de intervención en perjuicio del Gobierno constitucional y responsable? ¿Cuál de entre ellos no reconocerá que es para nosotros absolutamente inadmisible que se nos quiera poner en el mismo plano que a los que, violando el juramento de honor hecho a la República, se levantaron, con las armas en la mano, para destruir nuestro régimen de libertad?”.

Manuel Azaña en La Velada de Benicarló, libro que debería ser de lectura obligada en el bachillerato, para mí el mejor libro de carácter político del siglo XX en España, ya en mayo de 1937 señala uno de sus personajes, Barcala:

Si la República pereciese y España recayera en un despotismo de militares y clérigos se lo deberíamos a esta farsa de Ginebra, que nos pareció el escudo de los pueblos débiles y, en último término, a las grandes impotencias de democráticas, no por rehusarnos el auxilio que nadie les pediría, sino por prohibir el ejercicio de sus derechos más claros a un Gobierno reconocido, con quien mantienen amistad oficial. ¡Inicuo! Ya lo pagarán”.

A través de Pastrana en La Velada de Benicarló, Azaña nos dice:

La U.R.S.S. ha venido a ocupar en la contienda de España el lugar que otros han dejado vacante. Es normal que el sentimiento popular, lastimado por ciertas sequedades, se haya corrido hacia esa parte y vea en la U.R.S.S. nuestra salvación. Si Francia e Inglaterra nos hubieran respetado el derecho de comprar armas en sus mercados, el papel militar y político de la U.R.S.S. habría sido aquí igual a cero. ¿De qué se quejan? Es notable que la propaganda italiana y alemana, la que fabrican los rebeldes en sus territorios, el señoritismo de algunos emigrados, los papanatas de todos los países, unidos naturalmente sin recomendación de nadie, y una parte de nuestra propia opinión, coincidan en falsificar la conducta de la U.R.S.S., achacándola a proselitismo comunista. Todos engañan y casi todos se engañan. Casi todos, porque los directores de la política alemana e italiana, enterados de la realidad, no pueden engañarse. Siendo las demás circunstancias iguales, la U.R.S.S. habría vendido armas al Gobierno de la República, aunque en España no hubiese habido un solo comunista”.

Como colofón las palabras de Azaña por medio de Garcés son toda una lección de historia:

Enumerados por orden de su importancia, de mayor a menor, los enemigos de la República son: la política franco-inglesa; la intervención armada de Italia y Alemania; los desmanes, la indisciplina y los fines subalternos que han menoscabado la reputación de la República y la autoridad del Gobierno; por último, las fuerzas propias de los rebeldes. ¿Dónde estarían ahora los sublevados de julio, si las otras tres causas, singularmente la primera, no hubiesen obrado a su favor?

Por todo lo expuesto es clara la dimensión internacional de nuestra guerra de España, sin la cual ni el inicio, ni el desarrollo ni las consecuencias hubieran sido las mismas de las que fueron. Pero no es el momento de hacer un ejercicio de historia contrafactual, que consiste en imaginar escenarios alternativos que respondan a la pregunta, ¿qué hubiera pasado sí? Los hechos ocurridos fueron los que fueron.

Recurriendo de nuevo a David Jorge, el término impuesto de “guerra civil” responde a unas razones determinadas, sobre todo del Reino Unido. Concretamente, fueron tres. Primero, preservar los intereses económicos y geoestratégicos del Imperio Británico, como en Riotinto, Gibraltar y Baleares. Segundo, según avanza la guerra, a Londres le interesa justificar la No Intervención. Quiso venderla como un éxito alegando que había logrado limitar el conflicto, a pesar de ser internacional, a las fronteras españolas. Terminada la Segunda Guerra Mundial, finalmente, fue cuando más se enfatizó la idea de la Spanish Civil War. Servía perfectamente para separar la guerra española de la mundial y, así, justificar que los Aliados no procedieran a liberar la España de Franco después de hacer lo propio con Italia, Alemania y Japón. Fin de las palabras de David Jorge.

La actuación de los aliados en estos momentos fue lamentable ya que sirvió para consolidar la dictadura franquista. Lo que le llevó a Indalecio Prieto a decir que la República fue vencida dos veces: por el fascismo en 1939 y por los aliados en 1945. Las secuelas siguen latentes hoy en España. La situación de España en relación con el fascismo es anómala. El contraste con el resto de Europa es desolador. En Europa como el fascismo fue vencido, se hizo un juicio legal a los criminales y se desarrolló una memoria histórica. Aquí los criminales fascistas ni fueron vencidos ni fueron juzgados. Y así el franquismo sigue vigente en amplios sectores de la sociedad española, que se siente representada por algunas fuerzas políticas. Y toda nuestra Transición estuvo condicionada por esta circunstancia. El contraste de España en la Transición -el acontecimiento más importante de la historia mundial después de la creación del mundo- con la Italia de después de la Segunda Guerra Mundial es desolador.

Santiago Alba Rico en su artículo Patriotismo constitucional y derecho a la fragilidad cita la intervención impresionante del diputado italiano Piero Calamandrei en la sesión de la Asamblea Constituyente del siete de marzo de 1947 en el acto de fundar la República social italiana:

“Creo que nuestros descendientes sentirán más que nosotros, dentro de un siglo, que de nuestra Constituyente nació realmente una nueva historia: y se imaginarán que en nuestra Asamblea, mientras se discutía de la nueva Constitución republicana, sentados en estos escaños no estábamos nosotros, hombre efímeros cuyos nombres serán borrados y olvidados, sino todo un pueblo de muertos, esos muertos que nosotros conocemos uno a uno, caídos en nuestras filas, en las prisiones y en los patíbulos, en montes y llanuras, en las estepas rusas y en las arenas africanas, en mares y desiertos, desde Matteotti a Rosselli, desde Amendola a Gramsci, hasta nuestros muchachos partisanos. […] Ellos murieron sin retórica, sin grandes frases, con simplicidad, como si se tratase de un trabajo cotidiano que cumplir: el gran trabajo necesario para devolver a Italia la libertad y la dignidad. (…) A nosotros nos corresponde una tarea cien veces más llevadera: la de traducir en leyes claras, estables y honestas su sueño de una sociedad más justa y más humana, el sueño de una solidaridad que una a todos los hombres en esta obra de erradicar el dolor. Bastante poco, en realidad, piden nuestros muertos. No debemos traicionarlos”. En nuestro proceso constituyente un discurso como el citado era totalmente inviable, ya que determinados poderes fácticos lo hubieran impedido. Y nuestros muertos no solo fueron olvidados, también traicionados. Y esta afrenta sigue sin ser reparada como debiera hacerse en un país que alardea de disfrutar de una “democracia plena”.


Un ejercicio de Historia contrafactual: la Guerra Civil no era inevitable


Algunas reflexiones sobre la “guerra de España” no “guerra civil”