miércoles. 24.04.2024
gernika

“Bizi izan duenarezntzat egoera adierazi ezina da; bizi izan ez duenarentzat irudika ezina”
(“Para el que lo vivió la situación es indecible. Para quien no la conoció, es inimaginable”). Pabón


Hoy, pandemias aparte, Guernika es una población tranquila, con mucha vida, con pintxos y poteo. Con un magnífico frontón y un mercadillo que defiende lo local y las frutas y verduras de temporada, en el que los pimientos son delicia. En calles y plazas te encuentras con su historia, desde las medievales Juntas Generales de Bizkaia, al Museo de la Paz. Puedes ver a Iparraguirre y escuchar su “Gernikako arbola”. Si pones proa al norte, en la ría de Mundaka, te adentras en mi colores y en monte verde que desemboca en el Cantábrico.

La paz hay que cuidarla y preservarla, que el monstruo surge si nos descuidamos. Sólo tardó dos meses el genio Picasso en pintar el horror, el apocalipsis…, ese ataque perverso que sobre la población de Gernika lanzó la monstruosa legión Condor de Hitler con el beneplácito y complicidad de Franco al año de su golpe de Estado contra la República. La Luftwaffe arrasó Guernika hace ahora 84 años, y el Gobierno democrático de España encargó esta obra para el pabellón español de la Exposición Universal de París que se celebró en el verano de 1937 bajo el lema “Por el progreso, el trabajo y la paz”.

Aquel 27 de abril era lunes. Guernika era una población alejada de los frentes. En comparación con Madrid se vivía con relativa tranquilidad en este pueblo, lleno de simbolismo, sagrado para los vascos, y que dista escasos cuarenta kilómetros de Bilbao.

Los lunes eran días de mercado, por lo que las gentes estaban en las calles. A pesar de esa relativa calma, un mes antes, la aviación italiana había bombardeado la también localidad vizcaína de Durango, en una acción similar a lo que ocurriría en Gernika. Ante la imposibilidad de entrar en Madrid, el General Mola centró su locura en el frente Norte.

Quiso Picasso que a partir de 1940 estuviera su cuadro custodiado en Nueva York, en el Museo de Arte Moderno hasta que la democracia habitara en España

Y ese lunes de mercado surgió repentinamente el horror. El azul cielo se tornó negritud y las llamas se mezclaron con sangre y gritos de una población civil que, cuando escapaba de las 50 toneladas de bombas lanzadas por los bombarderos, era masacrada por las ametralladoras de los cazas.

Fue un experimento nazi que luego utilizaría Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Se querían ver los efectos que producía arrasar una población civil. Sólo sobrevivieron la Casa de Juntas y el mítico Árbol de Gernika.

La presencia en Bilbao de periodistas como G.L. Steer, corresponsal de “The Times” hizo que el mundo se estremeciera y que no cuajara la manipulación franquista de que aquello fue obra de “los rojos”. En la entradilla de su segunda crónica, del 28 de abril, Steer escribía: “Oleadas de aviones alemanes arrojan miles de bombas y proyectiles incendiarios sobre Guernika, tras las líneas de combate, mientras los sacerdotes bendecían a campesinos que atestaban la ciudad en un día de mercado”. La crónica de Steer le fue imprescindible a Picasso para su obra. Hoy el pueblo de Gernika le rinde homenaje con una estatua en su honor. Pocos periodistas tienen este honor por contar la verdad.

Fueron más de cuatro horas de bombardeo que el genio de Picasso plasmó en blanco y negro y una amplia gama de grises, sobre un lienzo de 3,50 metros de alto por 7,80 de largo. Una obra profundamente simbólica que en ningún momento hace referencia a Guernika. Sólo nueve símbolos; seis humanos (madre con hijo muerto, mujer arrodillada, guerrero muerto, mujer del quinqué y hombre implorando) y tres animales (toro, caballo y paloma).

Guernika y El Gernika son símbolo del espanto y el horror que es el fascismo y la guerra. Es desgarrador símbolo del sufrimiento terrible que inflige al ser humano. Quiso Picasso que a partir de 1940 estuviera su cuadro custodiado en Nueva York, en el Museo de Arte Moderno hasta que la democracia habitara en España. En 1981 fue ubicado en el Casón del Buen Retiro y, desde 1992, es el corazón del Museo Reina Sofía, paradojas de la vida…

En recuerdo del bombardeo de Guernika