jueves. 28.03.2024

La revisión de los fundamentos económicos que han dominado los últimos 50 años del reciente pasado se plasman en el informe del G7 en el que se analizan las debilidades que nos han llevado a dos crisis sucesivas y se describen las líneas alternativas sobre las que resetear la economía mundial. La revisión del aparataje conceptual en que se ha sostenido la elección preferencial por el mercado sobre la acción del estado no es una cuestión ideológica, no supone un cambio de posición política, es un viraje para compensar años de desmadre promercado. Encarar el difícil presente y tratar de visionar alternativas de acción para el futuro responde a las constataciones de los desequilibrios económicos y fallos sistémicos que produce un modelo dominado por la codicia del interés particular sobre los intereses colectivos.

Lo que los sajones denominan shortages de recursos, la escasez, se extiende poco a poco por todos los rincones del planeta. Desde luego que en algunos de sus más míseros rincones la escasez apenas se nota, pues ya conviven con ella de manera ancestral. El fenómeno es particularmente llamativo en los países desarrollados, donde la abundancia en algunos casos es grosera. Resulta paradigmática la observación de los estantes vacíos en tiendas y supermercados en UK, vaciado que se atribuye al efecto brexit. Hay una cierta responsabilidad que efectivamente se puede atribuir a la salida de la UE. Pero existen otras muchas manifestaciones de escasez en otros contextos que nos están diciendo que algo no funciona bien en el dispositivo económico con el que hemos llegado hasta aquí.

La aparición fulminante de la inflación y su elevación rompiendo escenarios de contención es la revelación de que algo huele a podrido en Dinamarca. El hedor proviene de la articulación inestable de las partes interconectadas que forman las cadenas de valor de cuantas iniciativas productivas se han puesto en marcha aupadas por las facilidades derivadas de la globalización. A eso se refieren los economistas cuando hablan de inflación debida a los cuellos de botella que la crisis Covid ha impreso en todas las cadenas de valor. Es posible, ya veremos según vayan despareciendo.

Pero si hay una carencia que revela de manera contundente la disfunción de las políticas económicas con las que se ha puesto en pie este gigante que ahora se tambalea, esa es la relacionada con la provisión de fuerza de trabajo. La falta de trabajadores y de profesionales de todo tipo es una característica que está aflorando en todo el mundo desarrollado. En USA, UK, y gran parte de los países de la UE, la falta de trabajadores es en algunas especialidades ya tan palmaria que, incluso en España, la Fundación Laboral de la Construcción ha tenido que dar la alarma sobre la escasez de profesionales y la baja matrícula para formar jóvenes en profesiones con fuerte demanda de los sectores promotores y constructores. Con mayor o menor intensidad, con mayor impacto en uno u otros sectores, el decaimiento de la provisión de fuerza de trabajo no ha hecho sino comenzar.

Son muchas las razones que pueden ayudar a explicar esas carencias, la inversión demográfica, la ralentización de los flujos migratorios, incluso la inadaptación al cambio tecnológico, pero mi favorita es la que expresa Robert Reich, quien fuera ministro de trabajo en el gobierno de Clinton, que apunta a que lo que está ocurriendo es una especie de huelga desorganizada contra las formas miserables en las que el neoliberalismo ha transformado el cuadro de relaciones laborales que había regido el modelo consensuado anterior a sus furor desregulatorio. Reich y otros estiman que el destrozo del modelo de relaciones, del que la reforma laboral en España es modélico en la destrucción del dialogo social (que parece que ahora reconstruye el gobierno progresista) ha sido causante del emponzoñamiento de todo escenario productivo, haciendo de la corrupción y la falta de ética la primera de sus características y arrastrando a los trabajadores a una especie de ciénaga poco apetecible. Haber descubierto, por el parón epidémico, que hay alternativas y que la vinculación en régimen de semiesclavitud carece sentido vital, una parte elevada de la población trabajadora parece haber optado por no hacerlo, como el Bartleby de Melville.

Hay desde luego muchos elementos concomitantes, los estudiosos de los mercados, particularmente del mercado de trabajo, saben que no hay una causa exclusiva que pueda describir la razón de su comportamiento, sea el que fuere. Pero yo sostengo que la impresión de Reich es acertada, asistimos a la primera huelga posmoderna de la clase obrera, y su lema no es trabajadores de todos los países uníos.

Suena más bien a un, en estas condiciones, que lo haga la madre del topo, o sea topota madre.

Que lo haga la madre del topo