viernes. 29.03.2024
rusia

Lo que casi nadie recuerda de ésta y de tantas guerras es su producción. Una vez desencadenada la espiral de violencia, todo se confunde, las provocaciones originales con las repuestas defensivas ante la agresión, el conjunto de aliados con la cadena de suministradores, el consejo y la reflexión con los mensajes cifrados de la inteligencia y el espionaje. Todo se convierte en un revolutum que oscurece la razón o razones que nos han traído hasta la situación actual. Disconformes, rumiamos e indagamos y así llegamos a la conclusión de  que las guerras derivan de fenómenos explosivos que por su inestabilidad requieren de un tratamiento cuidadoso, de una complejidad abstracta que nos retrotrae a la gestión política o al debate filosófico ¡Cuidadín que nos perdemos el final!

Y entonces, ah claro, no podía faltar su poquito de Claussewitz teorizando sobre la dimensión de la guerra como extensión de la política llevada por otros medios. Y ya está el lío armado, aparece el coro gritando que la guerra no es más que una derivada indeseable de cierto “politiqueo” y que más vale no prestarle mucha atención y concentrar energías en lo estrictamente político porque es ahí donde puede resolverse el acumulado de desgracias que acompañan a la guerra. Igual tienen razón y efectivamente la guerra no es más que una disfunción de la actividad política general que por razones inexplicadas acude a la contienda para resolver conflictos nacidos y extendidos lejos de los campos de batalla. Insisto, puede que quienes leen de este modo la sustancia de la guerra tengan razón o una parte de ella.

Pero lo que entiendo, también de la mano de Claussewtiz, es que el fin de la guerra una vez se desencadenada es forzar la resistencia del enemigo hasta hacerle aceptar nuestra voluntad. En su De la Guerra, el oficial prusiano se deleita en el análisis de todo lo relacionado con el acto beligerante, lo que está delante o detrás del acto en sí mismo apenas le importa, tan solo su fin: obtener la victoria mediante un acto de fuerza. Obsérvese que no se habla de razón ni de juicio político, sino de doblegar una voluntad y sustituirla por otra, la del ganador de la guerra. Y el modo más sencillo de lograrlo es infligir el mayor daño posible a la otra parte. Aterrorizar es un acto de excelencia en la guerra, nada tiene que ver con la moralidad del acto en sí mismo. ¿Cinismo? Seguro que sí, pero exactitud toda. Si  te preguntabas a qué se debe el instinto destructor del ejército de Putin en Ucrania, en Claussewitz tienes parte de la respuesta. Se trata de hacer daño, generar terror y doblegar cualquier voluntad hasta que solo impere la de ex KGB.

Entre los cientos de miles de informes de las inteligencias militares, actualizados con pesadas referencias a macrodatos, geolocalizaciones y gráficas procesuales, seguro que aparecen referencias al teórico de la guerra del siglo XIX, y casi seguro que en ellas se detalla la vertiente política de la guerra, pero estoy convencido que son pocas la aportaciones que hacen referencia a su dictat más contundente: una vez se declara la guerra, ya no se detiene. Se gana o se pierde siguiendo con mayor o menor fidelidad su argumentación sobre el dolor y el terror, pero no se detiene. En esta fase la actitud política se remite exclusivamente a reforzar la moral colectiva y a proveer de lo necesario para la estructura técnica sobre la que se soporta la misma.

Segú yo lo veo, la guerra actual en el Este de Europa es un acto consumado, conectado vernáculamente con las guerras decimonónicas en las que la voluntad del zar esclavista ha sido sustituida por la del petrozar Putin. Una manera de interpretar el mundo quiere imponerse en un territorio que no parece dispuesto a ello. El conflicto ha deflagrado, ahora toca encarnizamiento.

¡Qué nos pille confesados! Porque llegados a este punto pareciera que ya a nadie importa cómo y porqué se inició el conflicto armado. Más que la lógica, la logística militar sustituye cualquier otra consideración. El furor destructivo se retroalimenta y solo se detendrá por extenuación. Esto es lo que importa, mantener las constantes vitales en orden de combate. Si hay que invertir se invierte, si hay que bloquear se bloquea, lo que puntúa es causar daño. Lo otro son consideraciones fuera de lugar  Ni siquiera debe afectar a los militares directamente implicados. Que se dediquen a lo suyo y punto. El propio Claussewitz sirvió como oficial del estado mayor en los ejércitos prusiano y ruso en sucesivos momentos de su inacabable enfrentamiento.

Cuando hemos de tomar posición, aunque sea en el mero debate, todos recordamos cómo o porqué se inició un conflicto, lo que casi nadie quiere recordar es que el fin de la guerra es provocar un daño intenso, hasta someter la voluntad de otros.

Lo que casi nadie recuerda (de las guerras)