jueves. 28.03.2024
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Podemos definir la consciencia, según A Harris, como aquello a que nos referimos cuando hablamos de la experiencia en su forma más básica. Nagel, en su libro “Qué se siente al ser murciélago”, habla de que un organismo es consciente si se siente de algún modo ser ese organismo. ¿Se siente -dice Nagel- de algún modo el grano de arena, una bacteria, un roble, un gusano, un ratón, un perro, un murciélago?  En algún momento de la lista, la respuesta puede ser sí. El misterio radica en cuándo eso ocurre en algunos conjuntos de materia del Universo.

En el día a día estamos sometidos a un flujo continuo de momentos presentes. ¿Somos capaces de adquirir conciencia de los hechos que acontecen en el mismo momento que ocurren? Pues en realidad no, tomamos conciencia poco después de que hayan ocurrido, es decir, podríamos decir que el tiempo es una ilusión y que vivimos de alguna manera en el pasado inmediato. Por tanto, nuestra percepción va por detrás del tiempo físico.

Toda la información sensorial que fluye por el mundo va a su propio ritmo, la visual, la táctil, la auditiva…, lleva cada una su propio ritmo. Así, si golpeamos una pelota de padel con nuestra raqueta la información auditiva, visual y el impacto que notamos en la raqueta al golpear la pelota, se perciben al mismo tiempo. Pero cada una de ellas tiene su propio ritmo y es el cerebro cuando llegan a él estos estímulos, el que los integra y nuestra consciencia los percibe sincronizados en uno solo. David Eagleman en su libro The brain: The story of you (2015), lo explica de esta manera: “…nuestra percepción de la realidad es el resultado final de un sofisticado mecanismo de edición. El cerebro camufla la diferencia en los tiempos de llegada (integración). El cerebro recaba toda la información recibida de los sentidos antes de componer la historia de lo que ha sucedido […]. La extraña conclusión de todo esto es que vivimos en el pasado. Para cuando tomamos consciencia del acontecimiento que ha sucedido en un determinado momento, éste ya ha pasado. Ese espacio de tiempo entre el momento que ha ocurrido el acontecimiento y el momento en que tomamos conciencia del mismo, es lo que tarda nuestro cerebro en integrar toda la información que le llega”.

Otra pregunta que podemos hacernos es si creemos que podemos determinar si un sujeto tiene una experiencia consciente examinando su comportamiento. Podemos pensar que un sujeto tiene consciencia y una planta no. ¿Qué diferencia hay en la reacción ante un peligro de un sujeto o de una planta? Se ha descrito que en ocasiones las plantas y los seres humanos muestran un comportamiento muy similar. Se ha visto que las plantas pueden reaccionar al tacto, así una vid crece más rápido si percibe que tiene cerca un objeto en el que poder enrollarse, lo que cuestiona que tomemos un determinado comportamiento como prueba de la existencia de una experiencia consciente. Se ha demostrado, que los genes que permiten a las plantas reconocer la presencia o ausencia de luz, están también presentes en el genoma humano. Incluso se ha descubierto que las plantas tienen mecanismos para generar recuerdos. La memoria implica codificar, almacenar y rememorar información, parece que las plantas pueden generar recuerdos. Así, la planta venus atrapamoscas sólo se cierra cuando el insecto toca con dos filamentos que recubren la hoja, lo que exige que recuerde que algo ha entrado en contacto con el primer filamento.

Por último, compartir esta reflexión de Jean Paul Sartre: “la consciencia sólo puede existir de una manera, y es teniendo consciencia de que existe”.

La percepción del tiempo es una ilusión. Vivimos en el pasado