jueves. 25.04.2024
niños

El tiempo es un concepto difícil de explicar, y aún más de definir. La definición clásica diferencia entre el tiempo físico, como fenómeno de las ciencias físicas, y el tiempo humano, que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. 

El tiempo es algo intangible, no se toca, no se ve y no se puede medir si no disponemos de los instrumentos adecuados para ello. Suele ser en torno a los seis o siete años cuando el niño aprende a leer y a comprender las horas y el paso de los meses en el calendario, pero hasta entonces, el “concepto tiempo' es algo sumamente complejo para ellos.

Los niños más pequeños viven en el presente. No se plantean el futuro y tampoco tienen conciencia de haber vivido un tiempo pasado. Por eso, para ellos es tan difícil entender cómo transcurre el tiempo.

Suele ser en torno a los seis o siete años cuando el niño aprende a leer y a comprender las horas y el paso de los meses en el calendario

Jean Piaget

TRES ETAPAS

Según Jean Piaget, uno de los padres de la psicología infantil, los niños entienden el tiempo en tres etapas distintas, según su edad:

· Tiempo vivido (entre los 0-6 años): el niño va construyendo el concepto del tiempo según sus propias experiencias vividas (hora de comer, de bañarse, de dormir...). Al principio, esta percepción del tiempo no tendrá ningún tipo de orden ni secuencia, pero poco a poco irán comprendiendo qué rutinas van antes y después, o qué ocurrió ayer y qué toca hacer mañana.

· Tiempo percibido (entre los 6-12 años): los niños ya empiezan a comprender el concepto del tiempo mediante la observación y los instrumentos que se utilizan para medir, como el reloj, el cronómetro...

· Tiempo concebido (entre los 12-16 años): a partir de este momento el niño y adolescente ya puede comprender el tiempo como un concepto abstracto y mental, pudiéndolo aplicar, por ejemplo, al estudio de las matemáticas y la historia.

EL TIEMPO DISCURRE LENTAMENTE

El descubrimiento de lo desconocido, la vivencia constante de nuevas experiencias, hacen en la infancia que el tiempo vaya más lentamente. Cuando crecemos, las novedades son menos, todo se nos vuelve más familiar, es más difícil que algo nos sorprenda, por lo que tenemos la sensación de que todo pasa más rápido y también por la propia experiencia vivencial (La vivencia del tiempo en tiempos difíciles).

En un artículo de Adam Dachis de 2011, titulado “¿Por qué las nuevas experiencias son importantes, y cómo afectan positivamente a la percepción del tiempo?”, se señala que la razón por la que el tiempo “avanza” de forma más rápida a medida que envejecemos es la forma que tiene nuestro cerebro de procesar la información.

En la infancia, las nuevas experiencias requieren más tiempo a nuestro cerebro para procesar la información, provocando la agradable sensación de que el tiempo se detiene. Si a eso sumamos el desconocimiento, durante los primeros años de vida, de la estructuración temporal en minutos, horas, semanas, meses o años, es lógico que la percepción del tiempo sea más lenta en la infancia.

En la infancia, las nuevas experiencias requieren más tiempo a nuestro cerebro para procesar la información, provocando la agradable sensación de que el tiempo se detiene

UNA PERCEPCIÓN DISTINTA DEL TIEMPO

Una investigación reciente de Joan Callarisa y colaboradores, de la Universidad de Barcelona, revela que los niños tienen, desde la primera infancia, una percepción clara del tiempo, pero distinta de la de los adultos. Refiere este autor que en la mitología griega hay tres divinidades para caracterizar el tiempo: Kronos, el tiempo cronológico, cuantitativo y de la organización lineal; Kairós el tiempo del momento, también sinónimo del tiempo histórico que permite otorgarle significado al inexorable paso del tiempo; y Aión, el tiempo del eterno retorno, incalculable y circular, que representa el paso de la vida a la muerte y de la muerte a la vida.

Según Joan Callarisa es justamente este último, el tiempo aiónico (el tiempo del eterno retorno), el que sienten y perciben los niños más pequeños (0-3 años). Ellos son conscientes de la existencia, pero desde una percepción de inamovilidad propia de otros seres vivos. Los adultos proponen a los niños pautas, ritmos, costumbres y horarios; a medida que crecen, van asumiendo el tiempo cronológico, marcado por el reloj, sin embargo “se resisten y se centran” en vivir el momento presente (a partir ya de los 4-5 años). Cuántas veces se observa cómo los niños son capaces de olvidarse de la hora, el hambre y el frío cuando están inmersos en algún juego o bañándose en el mar.

EL TIEMPO HISTÓRICO

Las materias de las llamadas ahora en educación infantil de forma coloquial “sociales”, se ven asociadas a la memorización de hechos, fechas y conceptos complejos, ambientados en lugares y territorios concretos y sujetos a cambios a lo largo del tiempo. “El tiempo histórico” se acostumbra a presentar en las aulas escolares como una línea progresiva y evolutiva que empieza desde la invención de la escritura, siendo su historiador más antiguo, el griego Heródoto, y contemplando incluso las etapas anteriores, conocidas como prehistoria o protohistoria. Sin embargo, las materias sociales son mucho más que una simplificación generalizada de la complejidad del pasado y deberían ser un trampolín de lanzamiento para aprender a orientarse temporalmente y ubicarse espacialmente desde edades tempranas. Para ello, el foco del aprendizaje de la historia en la primera infancia debería ponerse en los procedimientos: la orientación del tiempo (presente, pasado y futuro), la posición (antes, después, ahora), su ritmo y frecuencia (a menudo, raramente, nunca), y las velocidades del tiempo, que pueden ser objetivas (ha ocurrido muy lentamente), o subjetivas (me ha pasado muy rápidamente), según nos explica Joan Callarisa. 

Por último, comentar esta reflexión de Jean Piaget:

“Educación, para la mayoría de la gente, significa tratar de llevar al niño a parecerse al adulto típico de su sociedad. Pero para mí, la educación significa hacer creadores”.

El concepto del tiempo en los niños