viernes. 29.03.2024
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Quedamos con Agnes Apea en Madrid, ciudad en la que la activista ugandesa seropositiva aterriza para presentar su actual proyecto, House Hope, promocionado junto con la asociación AnHua. Harta de la ineficacia de las políticas internacionales, decidió volver a su comunidad y luchar desde la base, con las mujeres rurales, después de un máster, un doctorado y varios trabajos para Naciones Unidas. Apea ha nacido, se ha criado y está envejeciendo en una región asolada por un conflicto armado que causa estragos entre la población pero genera grandes beneficios para quienes comercian con armamento.

“No puedo decir que mi Gobierno no esté haciendo nada, pero su prioridad en temas de salud es mínima”

Además de la guerra y sus consecuencias, otra gran amenaza para Uganda es el VIH/Sida. En un país de aproximadamente 37 millones de habitantes, más de uno y medio son actualmente seropositivos. En 1992, Apea funda NACWOLA (National Community of Women Living with HIV/Aids in Uganda). Entonces, recuerda, “el VIH era una sentencia de muerte.” Hoy hay mucha más información sobre el VIH/Sida pero los cambios han implicado nuevos desafíos, como atajar las infecciones en mujeres jóvenes provocadas por relaciones heterosexuales bajo la percepción de que ya no es una enfermedad mortal sino crónica. Cuenta Apea que otro problema es el acceso a los servicios ya que, a pesar de haber más concienciación e información, Uganda puede tratar sólo al 50 por ciento de las personas que tendrían derecho a ello. “¿Dónde están las personas que no reciben tratamiento?, ¿qué les está pasando?”, se pregunta la activista.

Las políticas públicas de Uganda en materia de VIH/Sida son ambivalentes. El Gobierno hace gala de ellas y se presenta como un caso de éxito en contención de la pandemia. El presidente, Yoweri Museveni, fue uno de los primeros líderes africanos en hacerse el test del VIH/Sida para concienciar a la población. La primera dama, Janet Kataaha Museveni, también ha hecho campaña para la eliminación de la transmisión vertical del virus. Sin embargo, el país solo contribuye en un diez por ciento a la financiación de estos programas, que dependen principalmente de donantes internacionales. “No puedo decir que mi Gobierno no esté haciendo nada, pero su prioridad en temas de salud es mínima”, reconoce Agnes Apea. Las personas que viven con VIH/Sida temen que los donantes internacionales se retiren, ya que el sistema ugandés de salud está tan colapsado que no podría dar atención adecuada a todas ellas. De hecho, dentro de la comunidad internacional, el VIH/Sida ya no se considera una prioridad, sino una enfermedad más.

“Pero ahora las mujeres se sientan mirándose unas a otras y hablan. Queridas amigas, esto es lo que cualquier mujer quiere”

Después de 30 años de lucha contra el VIH/Sida, la activista y socióloga subraya la existencia de colectivos que no están recibiendo tratamientos adecuados y para quienes no hay programas específicos, como la población nacida con VIH y que ahora está en edad reproductiva o la población anciana. Tampoco existen políticas dirigidas específicamente a las mujeres, a pesar de constituir una población con alto riesgo de infección debido, señala Apea, a cuestiones sociales: pobreza, violencia de género, abandono escolar o conflictos armados que aumentan la probabilidad de infección para las mujeres. La ausencia de una perspectiva de género se debe, según la activista, a un enfoque excesivamente médico y exclusivamente cuantitativo, además de una mirada cortoplacista que no apuesta por el empoderamiento económico de las mujeres, una de las claves para atajar el problema. Pero la gran ausente de los programas es la población LGTBQ ya que en Uganda “es motivo de arresto simplemente tener conocimiento de que un vecino o vecina es homosexual”.

Empoderamiento económico y sororidad

Después de varios años en organizaciones internacionales, y viendo los escasos resultados de las intervenciones promovidas, Agnes Apea decidió volver a su comunidad. Allí se reunió con 20 mujeres “campesinas, analfabetas, que no tienen nada; lo único que saben es que son mujeres” y decidieron cultivar arroz, el grano más valioso en la región. Actualmente, forman parte de este proyecto, Hope Development Initiative, más de 10.000 mujeres que disponen de edificios y maquinaria y, lo más importante, son independientes económicamente. “El empoderamiento económico es el aspecto más importante para muchísimas mujeres como nosotras. Nos tenemos que asegurar ingresos para enfrentarnos a la violencia de género, para que las niñas puedan ir al colegio, para acceder a la asistencia médica”, concluye.

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Apea tiene las ideas muy claras sobre las prioridades para generar procesos de cambio en las comunidades: “Me di cuenta de que si queremos que las niñas vayan al colegio, tenemos que empoderar a las madres. Podemos ayudar durante un tiempo, pero no es sostenible. Si queremos que las mujeres no mueran dando a luz, les tenemos que proporcionar una forma de ingresos para que puedan ir a la clínica. Si de verdad queremos que no maltraten físicamente a estas mujeres y queremos que sean capaces de denunciarlo, les tienes que dar un medio para generar ingresos”.

Acción, empoderamiento y autogestión son las palabras claves para esta activista ugandesa. Cuenta que al principio los hombres estaban en contra de que sus mujeres fuesen a las reuniones. Pero cuando vieron que el cultivo de arroz les proporcionaba dinero que invertían en bienes para el hogar, fueron ellos los que animaron a sus esposas a participar. “En nuestra cultura se espera que los hombres se sienten en las sillas y las mujeres en el suelo detrás, desde donde es imposible participar en la conversación. Pero ahora las mujeres se sientan mirándose unas a otras y hablan. Queridas amigas, esto es lo que cualquier mujer quiere”, sostiene Agnes Apea.

El último proyecto en el que se ha embarcado la organización liderada por Apea es La Casa Esperanza (House Hope), un espacio que busca convertirse en un verdadero hogar para exniños y niñas soldado, huérfanos del VIH/Sida y la guerra y, en muchos casos, seropositivos. La construcción del centro educativo, con programas de formación profesional, sanitario y de vida se inició hace cuatro años pero todavía no ha finalizado. La oenegé AnHua, formada por profesionales de la fotografía y de la escritura, documentalistas y periodistas que conocen de primera mano la realidad de Uganda, está recaudando fondos particulares para financiar este proyecto y ha costeado la visita de Agnes Apea a Madrid y Valencia, coincidiendo con el día mundial contra el VIH/Sida. La activista se despide con un mensaje: “Podemos acabar con el VIH pero, para hacerlo, tenemos que empoderar a las mujeres y a las niñas.”

Esta entrevista se realizó de forma conjunta para el programa de radio de Sangre Fucsia. Puedes escuchar el podcast aquí.

Artículo de Valentina Longo y Laura Gaelx Montero para el portal Pikara Magazine.

“Podemos acabar con el VIH pero, para hacerlo, tenemos que empoderar a las mujeres y a...