miércoles. 24.04.2024
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En España hay aproximadamente 2,2 millones de ciudadanos, según el CIS, que no pueden hacer frente al pago de medicamentos y/o productos sanitarios, lo que equivale al 4,7% de la población de nuestro país. Además, el estudio del CIS aporta que el 18% de las personas que padecen pobreza farmacéutica son menores de edad, muchos de los cuales tienen además problemas en el área de la salud mental. Otro grupo de edad vulnerable para esta pobreza son las personas mayores de 50 años, en situación de desempleo y con complicaciones médicas del tipo de enfermedades cardiovasculares o mentales. Por regiones, según el Barómetro Sanitario, las más afectadas son: Melilla (6,3%), Canarias (4,2%), Cataluña (3,9%) y Extremadura (3,7%). Esta pobreza farmacéutica no es igual entre esos 2,2 millones de españoles que la sufren. Hay personas más vulnerables a ella por razones de patología médica como diabetes, asma, problemas cardiovasculares, patología respiratoria, entre otras, de tipo crónico.

Con el denominado copago farmacéutico, las personas cuya renta es inferior a 18.000 euros al año, pagan el 40% del importe total del medicamento financiado por la seguridad social. Aun así, hay mucha gente que no puede llegar a pagar ese 40%.

El impacto de la Covid 19 ha agravado esta situación de pobreza.  Durante el primer trimestre del año 2020, la pobreza farmacéutica afectaba a casi el 3 % de la población, cifra que en el mismo período de 2021 afectaba ya casi al 3,5 %, es decir, en términos absolutos esta pandemia ha aumentado la pobreza farmacéutica en un 35%.


¿Por qué deberíamos tener una empresa farmacéutica pública?


El Observatorio de la Pobreza Farmacéutica, fundado en el año 2017, ofrece datos que demuestran la existencia de esta pobreza farmacéutica y el coste que tendría paliarla. Así en España a nivel global, se requeriría invertir entre 12 y 14 millones de euros.

La lección básica aprendida por esta entidad tras la COVID reside en poner la realidad por delante de los proyectos y dar respuesta a necesidades concretas. El objetivo final es convertirse en el puente entre los requerimientos de las entidades sociales y la industria para hacer solicitudes específicas, ad hoc, a los laboratorios. Y todo ello en un contexto en el que la solidaridad ha sido el valor social más importante surgido durante la pandemia. La persona se ha situado en el centro.

Esta emergencia social en la Covid 19, se traduce, especialmente, en graves dificultades para adquirir productos farmacéuticos básicos, en esta pandemia para el día a día, como son mascarillas, gel hidroalcohólico y otros productos higiénicos complementarios. Además, esto se ha superpuesto con que la pobreza económica generada por la Covid 19 llega a afectar a medicamentos básicos en muchos procesos médicos y la consiguiente falta de adherencia a la medicación prescrita. La falta de adherencia a la medicación en población con patologías crónicas antes del Covid 19 era de más de un 50%, aunque no hay datos oficiales, es fácil suponer que ha habido un notable aumento de ese 50% previo, lo cual agrava este problema de salud pública. 

La falta de adherencia al tratamiento es una constante preocupación de la Psicología de la Salud. Cuando un paciente recibe un diagnóstico de enfermedad médica se ve afectada no sólo su vida como individuo, sino que también se ve afectada su vida familiar, social, y laboral. Por tanto, el afrontamiento que el paciente tenga de su enfermedad juega un importante papel para la adherencia, con un buen afrontamiento tendrá una buena adherencia, un mejor pronóstico y más probabilidades de respuesta favorable al tratamiento. Para este mejor afrontamiento el paciente debe movilizar sus recursos y adecuarse a sus nuevas condiciones como enfermo, aprendiendo a vivir y convivir con la enfermedad, lo que lógicamente implica un buen conocimiento de esta, como base indispensable para tener una buena adherencia. La enfermedad siempre supone un acontecimiento vital estresante en la biografía del individuo y se puede percibir como un reto, una amenaza, una pérdida, un castigo e incluso a veces como un alivio a responsabilidades, según la personalidad del individuo y su propia historia vital. Hay una serie de conductas que reflejan los problemas de adherencia al tratamiento, las más frecuentes son: dificultades para comenzarlo, cumplimiento diferente al de las indicaciones, suspensión prematura, cambiar las dosis o la duración del tratamiento, ausencias a consulta para el seguimiento de la enfermedad y dificultades para cambiar estilos de vida, como por ejemplo dejar de fumar en enfermedades cardiovasculares.

El coste que tendría paliar la pobreza farmacéutica en España requeriría invertir entre 12 y 14 millones de euros

Las recomendaciones generales para intervenir en este problema de adherencia terapéutica, en especial en pacientes crónicas, son: promover la relación médico paciente, siendo imprescindible aumentar en el sistema público el tiempo por paciente, en especial en atención primaria; simplificar al máximo las pautas de tratamiento, en especial en personas mayores; información para el paciente sobre su enfermedad y tratamiento; hacer partícipe al paciente de su plan de tratamiento; involucrar a la familia; fijar metas periódicas, hacer seguimientos de las consultas por parte del centro médico, y en el mejor de los casos que existan, en los distintos niveles asistenciales, programas de psicoeducación para la salud.

Por último, compartir esta reflexión del cínico Oscar Wilde: ”el deber es lo que esperamos que hagan los demás, no lo que hacemos nosotros mismos”.

La pobreza farmacéutica en España agravada por la Covid-19