viernes. 29.03.2024
redes

@ebarcala | Un breve texto o una foto te llegan hasta el perfil en Facebook o Twitter. Una fracción de segundo después, decides reenviarlo a tus contactos aumentando así las posibilidades de convertir ese mensaje en uno de los más vistos del momento. Pero la idea de la red como una relación entre iguales donde todos generan, seleccionan y promueven contenido podría ser tan sólo un espejismo.

Un estudio publicado este año por el International Journal of Press / Politics ha analizado la atención que obtienen en las redes sociales las campañas de sensibilización de más de dos centenares de organizaciones no gubernamentales. Internet  se antoja como un medio ideal para obtener resultados, ya que es accesible a bajo coste y goza, en principio, de la capacidad de propagar contenidos y llegar a un público muy amplio.

Sin embargo, los investigadores descubrieron que apenas el 10% de las ONG´s (aquellas que previamente contaban con una mayor visibilidad y numerosos simpatizantes) acaparaban entre el 80 y el 90 por ciento de las interacciones en Youtube, Facebook y Twitter.

¿Cómo es posible?

Frente a la idea de la “infección” por contagio entre usuarios individuales, Internet prima la distribución de contenidos desde aquellas fuentes que ya cuentan con un importante número de lectores o seguidores. Son esos “hubs”, grandes centros de origen y distribución de la información, los que canalizan y refuerzan determinados mensajes en detrimento de otros.

Ocurre también (y de forma mucho más evidente) con los principales buscadores, agregadores, medios de comunicación e individuos con gran numero de seguidores. La conclusión es que la mayor parte de los contenidos proviene de un limitado número de emisores y se consume de forma pasiva por el resto de la comunidad, siendo la viralidad nacida del intercambio entre usuarios anónimos poco menos que una rareza. Es decir, las redes “arden” con facilidad pero no hay tantos pirómanos como parece.

Un origen limitado

El físico Lazslo Barabási denominó “red libre de escala” a los modelos complejos de redes en los que algunos nodos están fuertemente conectados mediante numerosos enlaces mientras otros apenas muestran conectividad. El comportamiento de Internet en este sentido no sería diferente del que presentan la red de distribución eléctrica o la mafia, por poner dos ejemplos de sistemas en los que unos pocos centros de poder gestionan la relación.

Estudios similares llevados a cabo sobre la distribución de contenidos en Twitter y Facebook refuerzan esa conclusión y explican que canales tradicionales (como los programas de televisión que solicitan a sus espectadores interactuar con ellos en las redes), acontecimientos globales (caso del Mundial de fútbol) o personajes públicos compartiendo autorretratos fotográficos (los famosos “selfies”) obtengan una efímera pero enorme popularidad de forma casi instantánea.

La realidad muestra que nuestros contactos en internet son reducidos; nuestra incidencia en la conversación global, mínima, y señala también que las fuentes elegidas para informarnos o acceder a contenidos novedosos suelen ser limitadas y casi siempre las mismas. Un panorama poco igualitario y democrático, pero siempre nos quedara el recurso de cultivar esforzadamente la excepción.

Pirómanos y redes que arden