viernes. 29.03.2024
corpus. 3 maya y séquito
El alcalde de Pamplona, Enrique Maya en la procesión del Corpus Christi.

Con el palio hemos topado

La procesión llamada del Corpus Christi ha sido una de las celebraciones religiosas que, contra viento republicano y marea liberal, la Iglesia ha conseguido salvar de la quema en los tiempos ilustrados. La fiesta viene celebrándose desde tiempos del Eoceno, época en la que aparecieron los monos. Ha sido una de las fiestas grandes para los católicos que, gracias a sus dirigentes, no solo obispos y papas, también dirigentes políticos de todos los tiempos y colores, lograron del poder civil el visto bueno para desfilar con sus pendones y estandartes, palios y patenas, inundando con su presencia las calles de las ciudades y pueblos españoles. El poder político daba permiso para desfilar y la Iglesia, fiel a su oficio como instigadora profesional, aprovechaba la ocasión para poner de chúpame dómine a quienes les habían dado el permiso para hacerlo.

A estas alturas de la historia, será́ muy difícil, cuando no imposible, lograr que la Iglesia deje de considerarse a sí misma como un poder. Y eso, como decía Marsilio de Padua, no lo es; sino, una usurpación. La sociedad no se lo ha reconocido jamás en ningún referéndum. La iglesia es una institución que no cumple ninguna exigencia democrática que los seres humanos nos requerimos a la hora de organizarnos social y políticamente.

Iglesia y democracia son dos términos que se repelen entre sí. Para colmo irritante los obispos seguirán diciendo que la iglesia es una sociedad perfecta, porque tiene un origen divino. Igual que el jamón ibérico. Y, probablemente, alguno de sus teólogos tenga razón al decir que el día en que la Iglesia sea compatible con una democracia dejará de existir. 

Al hilo de lo que digo, conviene no olvidar que ni siquiera durante el período de las dos Repúblicas españolas se dejaron de realizar tales procesiones, aunque su historia esté llena de trifulcas y enfrentamientos, no solo dialécticos, también al estilo goyesco, con máuseres, trabucos y palos. Obviaré este tipo de accidentes que, al parecer, figuraban en los planes de la Providencia, pues de esta manera, como así lo glosará más de un obispo, la fe del creyente se fortalecería, como lo patentaría en más de una ocasión el curita de Sabadell, Sardá i Salvany, y no solo. Es el típico comentario que utilizan las posturas enfrentadas: «nos persiguen, luego tenemos razón. Así que seguiremos defendiendo nuestra constancia». Y ya es sabido que llamamos constancia a nuestra cabezonería y terquedad a la constancia de los otros cuando hacen lo mismo que nosotros.

Situémonos en las témporas actuales, que, paradójicamente, no han cambiado tanto con relación a dicha procesión, la cual sigue manteniendo su esencia y su pureza nacionalcatólica. Si ha habido algún cambio, lo fue gracias a la madurez política de cierta población y a unos pocos dirigentes políticos, pero no cantemos victoria, porque los grandes defensores de dicha procesión siguen perteneciendo a la clase política, amante de la tradición, mucho más que al texto constitucional. Y este tipo de amantes se encuentran a granel en la derecha como en la izquierda, que sigue emperrada en que la tradición se mantenga, no solo por encima de la legislación vigente, sino contraviniendo las formalidades de esta.

Corpus Christi en Pamplona

corpus christi pamplona

En Navarra, la procesión del Corpus Christi ha sido tan importante para los católicos como lo han sido los sanfermines para los borrachos. O san Francisco Javier para Osasuna, cuya plantilla visita en tiempos no muy lejanos la basílica al principio de cada temporada para implorar su intercesión.

Hasta hace bien poco, Iglesia y Ayuntamiento –incluso con la Constitución aprobada–, se llevaban tan bien en estos menesteres, que el erario sufragaba al completo el recorrido de la procesión del Corpus Christi por las calles de la ciudad del Arga, es decir, desde la puerta principal de la Catedral siguiendo por Navarrería, Mercaderes, Plaza Consistorial, San Saturnino, Mayor, paseo Doctor Arazuri, Rincón de la Aduana, San Antón, Zapatería, Calceteros, Mercaderes y terminando por donde se empezó́, en Navarrería.

La Iglesia organizaba el cotarro, pero pagaba el Ayuntamiento. Una situación bastante habitual en este tipo de relaciones agropecuarias entre el poder civil y la mafia de quienes explotan la religión del creyente.   

El conflicto vendría por donde suele. Es decir, por el vil metal. La cuestión monetaria. En cuanto a la Iglesia se le aprieta por este flanco, el cisco que se arma termina expresándose en términos hiperbólicos cuando no apocalípticos.

En mayo de 2016, tanto el Ayuntamiento de Pamplona como el de Tudela propondrían al Arzobispado que la factura de la decoración de dicha procesión corriera a cargo de la entidad que organizaba dicho acto religioso. Concretamente 2.000 euros que era el monto económico que arrojaba la puesta en escena del evento y más en concreto lo que costaba la prótesis de hierba natural para alfombrar el suelo y pétalos de flor esparcidos durante el recorrido de la patena u hostia sacramentada, como deseen.

Aunque el Ayuntamiento se negó́ a pagar dicho estipendio, no lo hizo por razones constitucionales como era lo preceptivo. El razonamiento del Ayuntamiento obvió la mayor. Es decir, en ningún momento basó su negativa en la Constitución. Nunca adujo que el Ayuntamiento era una institución del Estado, aconfesional y, por lo mismo, que no podía participar ni por activa ni por pasiva en un evento de carácter religioso católico; menos aún, sufragarlo, porque tal comportamiento supondría, no solo una incongruencia con la naturaleza del patrón al que sirve, sino, mucho más grave, por ser un atentado contra el erario de una sociedad plural y divergente en materia confesional y no confesional.

Mucho más ladino, el Ayuntamiento, regido por un alcalde abertzale, de Bildu, argumentaría que, al no existir una justificación jurídica para pagar dicho gasto –en román paladino, dicho libramiento no lo contemplaban los presupuestos municipales–, se inhibiría de sufragar el recorrido con esa cantidad ni con ninguna. Quien debería apechugar con los 2000 euros tendría que ser quien organizaba dicho acto, es decir, el arzobispado. Organizaba y patrocinaba.

El Arzobispo, a pesar de haber sido capellán castrense, no dijo ni mú, pero ya se encargaron los políticos de derechas del Ayuntamiento para protestar en su lugar. Una de las ediles del PPN, Cristina Sanz, tras celebrarse la procesión, manifestaría que era «lamentable que el grupo municipal del Ayuntamiento se haya negado a colaborar con el Corpus Christi que se celebra hoy en Pamplona».

Más en concreto, criticaría que «el Ayuntamiento se negase a sufragar el coste de esparcir y recoger el manto de hierba que tradicionalmente cubre el recorrido de la Custodia por las calles del Casco Antiguo».

Dicho partido aseguraría que el Ayuntamiento «reniega de todas las iniciativas de carácter religioso por cuestiones ideológicas», ignorando el «profundo significado que estas celebraciones tienen para la mayor parte de los pamploneses».

La crítica del Partido Popular de Navarra acertaba en el sentido de que el Ayuntamiento no tuvo la valentía de ir al fondo de su negativa a colaborar con esa procesión, escudándose en una triquiñuela como era aludir a la ausencia de una partida especifica en los presupuestos para dicho fin. Porque, también, podría haberse negado, con partida presupuestaria incluida, sosteniendo el carácter aconfesional del Ayuntamiento, una defensa que Bildu jamás haría, porque eso significaría utilizar a su favor la Constitución, y no parece que quiera pasar por semejante horca caudina.

Mucho me temo que, si el Ayuntamiento hubiera apoquinado los 2000 euros y sus ediles no hubiesen asistido a la procesión, la critica de la derecha se habría mantenido en los mismos términos. Porque al PPN, que sí le importa la Constitución aunque sea de boquilla, el artículo 16.3 se lo pasa por el arco inmaculado de su feroz intransigencia política, que bebe en las fuentes de la intransigencia religiosa.

Paradójicamente, la siempre revoltosa Beltrán, concejal del PPN en el Ayuntamiento de Pamplona, exigiría el establecimiento de una ley de Símbolos Españolísima, y al político que no la respetara se le cesara en el cargo. Si dicha contundencia se aplicase a los políticos que incumplen el artículo 16.3, sobra decir que España entera se quedaría sin concejales y sin diputados.

Tribunal Administrativo de Navarra (TAN)

Como quiera que las cosas de Palacio marchan despacio, hete aquí que con la nueva alcaldía, presidida esta vez por el alcalde Enrique Maya, además de celebrarse la procesión del Corpus Christi en 2019, asistiendo a la misma en cuerpo de ciudad, es decir, representando a la ciudad, según su jerga apostólica y romana, el asunto de los pétalos saldría de nuevo a relucir.   

Y lo haría en marzo de 2020.

El TAN desestima el recurso interpuesto por el exalcalde de Bildu contra el apoyo del ayuntamiento a la procesión

Días pasados, se ha conocido la decisión del Tribunal Administrativo de Navarra (TAN), desestimando una recurso interpuesto por el exalcalde Asiron contra el contrato del Ayuntamiento de Pamplona para pagar el extendido de un manto de hierba y pétalos en la procesión del Corpus Christi del año 2019, el de hace dos años. El manto de 2020 no se extendió regaladamente por culpa de la pandemia.

Ahora ya no se trata de establecer que los presupuestos contemplen o no unos dineros destinados a sufragar los pétalos y la decoración de la procesión del Corpus Christi, lo que ya de por sí suena a nacionalcatolicismo impune, sino que, para más pitorreo, conozcamos que ya existía un contrato con la entidad eclesiástica sobre este asunto. Una sorpresa mayúscula. ¿Cuándo se aprobó en un pleno del Ayuntamiento que dicho contrato se llevase a cabo? ¿O no era requisito obligatorio que dicho acuerdo de contrato pasase por el pleno para ser aprobado?

El TAN sostiene que dicho contrato -en términos económicos arrojaba un monto de 3.897, 93 euro, más IVA 4716, 50-, se realizó conforme a los procedimientos establecidos en la Ley Foral de Contratos (Ley foral 6/2006, de 9 de junio).

La resolución del TAN señala que “la tramitación del contrato, por serlo de menor cuantía, se realizó conforme a la normativa, (…) en cuanto se produjo la previa reserva de crédito y la presentación de la de la correspondiente factura, que constituyen los trámites exigidos por la ley para tales contratos de menor cuantía”.

No seré yo quién le lleve la contraria al TAN. Pero resulta un tanto extraño que se diga que “corresponde a Navarra, en virtud de su régimen foral, la competencia exclusiva en la materia de contratos y concesiones administrativas, sin más límite que el respeto a los principios esenciales de la legislación básica del Estado”.  Y mucho más que se diga que dicho contrato, no solo se ajustó a la normativa de la ley Foral de Contratos, sino que “fue avalado también por un convenido firmado con efecto retroactivo entre el Ayuntamiento de Pamplona y el Arzobispado”.

En efecto, se afirma que el “Ayuntamiento y Arzobispado de Pamplona firmaron en febrero de 2020 un convenio de colaboración, con efectos retroactivos a fecha 22 de junio de 2019”, que recogía en su contenido la determinación de que “el Ayuntamiento de Pamplona extenderá un manto de hierba y pétalos a lo largo de la procesión, no pudiendo superar su coste el importe de 6.000,00 euros, excluida la cuota correspondiente al IVA”. Dice el TAN que “el contrato menor impugnado encuentra, por tanto, su amparo y convalidación en el reiterado convenio de colaboración para la procesión del Corpus Christi en Pamplona, con fecha 24 de febrero de 2020, que determina sus efectos retroactivos desde el día 22 de junio de 2019”.

La resolución recuerda también que “en el mes de junio de 2019 existió un contrato verbal entre el Ayuntamiento de Pamplona y la entidad EULEN, para la extensión por esta del manto de hierba y pétalos en la procesión del Corpus Christi del año 2019”.

Como diría el conspicuo, quien pueda entender, que entienda. El Ayuntamiento firma un contrato con el arzobispado en febrero de 2020 con carácter retroactivo a efectos del 22 de junio de 2019, para pagar lo gastado en la procesión del Corpus Christi de ese año. Será todo muy legal, muy ajustado a la ley foral de contratos, pero más bien parece un apaño entre bambalinas entre el acalde Maya y el obispo castrense. Y, para colmo, se habla de un contrato verbal entre una prensa y el Ayuntamiento para que aquella suministre el petalamen de la procesión. ¿Existen contratos verbales? ¿No será un eufemismo y que lo que hubo fue una trapisondada del alcalde? 

No niego que el Ayuntamiento, cualquier ayuntamiento, haga contratos con quien su ley foral correspondiente se lo permita, pero, tiene narices que una entidad aconfesional haga un contrato con carácter retrospectivo con un entidad confesional para  pagarle los pétalos de rosas y de claveles que se desparramaron en una procesión confesional religiosa de la ciudad , y ello al margen de lo que diga el  tantán del TAN. 

¿Cómo una ley, de carácter administrativo, avale que un Ayuntamiento haga contratos verbales y retroactivos con una entidad confesional religiosa, el arzobispado en este caso, cuyos beneficios serán únicamente para la iglesia católica?  ¿No es el TAN una entidad administrativa perteneciente al Estado, y, por tanto, aconfesional? ¿Debería permitir hacer contratos a entidades religiosas que buscan solo el beneficio de una confesión religiosa determinada violando así el carácter de aconfesionalidad del Estado establecido por la Constitución?

Es lógico que el TAN no entre en el barro de estas cuestiones ideológicas y se limite a los aspectos administrativos del asunto. En efecto. Por lo cual estaría bien que otro tribunal no se limitara a decirle a Maya que, si el obispado quiere hacer su procesión del Corpus Christi que la haga pero que apoquine con los gastos que devengan las flores y los claveles, sino, sobre todo, que, a continuación o de forma simultánea, le envíe un oficio recordándole que, según el articulo 16. 3º de la Constitución, deje de presidir una procesión religiosa  y, menos aún, hacerlo en representación de la ciudadanía y conminándole a que se dedique a cultivar en el jardín municipal los pétalos que le corresponden como César que es y dejar a Dios que sea el Obispo y su feligresía que gana lo propio. Lo suyo, alcalde Maya, huele, no precisamente a pétalos de rosas o de claveles, sino a integrismo religioso.


"Con el palio hemos topado"


Pétalos gratis para el Corpus Christi de Pamplona