Periodismo para loros
No habrá banderitas, luto ni minutos de silencio para los 900 seres humanos fallecidos en tan solo una semana.
“El Periodismo es el tejido de mentiras más complejo que jamás se haya inventado” (Kurt Tucholsky)
No hace falta ser un iluminado para advertir la perversidad con la que los medios de comunicación inoculan falsedades al espectador idiotizado, a sabiendas de que éste repetirá como un loro cada una de las mentiras que se le exhibirán como realidades irrefutables. Sin embargo, a diferencia del loro, la víctima de las maniobras de desinformación masiva creerá poseer una opinión, sin sospechar siquiera que no es dueño de criterio alguno, sino un repetidor serial de criterios ajenos.
La metodología no es nueva, aunque el descaro con que se la practica ha dado a luz nuevas argucias y la utilización de toda clase de artilugios. Un claro ejemplo de esto son las banderitas, el luto y el Je Suis que desde las pantallas de televisión o a través los medios on line, han irrumpido en los hogares con el fin de contagiar un espíritu solidario para con las víctimas de las injusticias cometidas contra determinadas sociedades. A este gesto de los medios se le suman los enviados especiales, los minutos de silencio y los desgarradores testimonios que dan cuenta de la crueldad de los hechos. La programación habitual se modifica, y hasta en los programas de entretenimiento se hace referencia al hecho noticioso que sacude al mundo. La opinión pública se transforma en un murmullo uniforme. En los bares y en las plazas la gente de a pie repite los titulares, reproduce las palabras de expertos, de cualificados analistas internacionales. Y en sus redes sociales el ciudadano “informado” reproduce el símbolo que enluta al país agredido, manifestando de esta manera sus condolencias y su repudio a la barbarie.
Los amos de la comunicación, simples empresarios dispuestos a rentabilizar al máximo el fruto de su “verdad”, no ignoran hasta qué extremos puede llegar su influencia. Son ellos quienes decidirán qué es noticia y qué no lo es. Es una absoluta falacia creer que aún existe objetividad en estos monstruos que diariamente ficcionan la realidad a su antojo con el respetable fin de hacer dinero. Sin embargo hay quienes aún consideran que lo que se anuncia como noticia, realmente lo es; que lo que se nos presenta como realidad, efectivamente lo es. Y hacia ellos van apuntadas todas y cada una de las ficciones en las que los escribas a sueldo trabajan incansablemente. Son ellos quienes -respondiendo a los intereses económicos de sus amos- le indicarán al espectador cuándo tiene que indignarse y cuándo no. Son ellos quienes mediante simbolitos o banderitas harán saber a su lector idiotizado cuándo amerita solidarizarse y cuándo no; cuándo una vida vale por una portada a todo color, y cuándo 900 no valen ni una sola línea. Son ellos quienes les señalarán el camino del encono o de la amistad; ellos señalarán incluso al enemigo, puntualizando en las consecuencias de su autoritarismo. Les dirán que la dictadura está en Venezuela, sin detallar los puntos de la Ley Mordaza, los abusos de poder, la corrupción enquistada en el Estado, la violación sistemática de derechos básicos y demás actos de fascismo cometidos en su propio territorio; y lo harán con el fin de que sus loros repetidores supongan una España libre y democrática. Son ellos quienes les hablarán del hambre en los países de América Latina, atribuyéndola a las políticas implementadas por los gobiernos “populistas”, y omitiendo toda información referida a las filas de hambrientos que se acoplan en las puertas de las iglesias de su propio país. Son ellos, los mismos que de tanto en tanto manifiestan con vehemencia su “defensa” de la vida de un feto, pero que sin embargo criminalizarán la de un ser vivo que muere desangrado en las vallas fronterizas.
No habrá banderitas, luto ni minutos de silencio para los 900 seres humanos fallecidos en tan solo una semana. Los medios se afanarán en su habitual esfuerzo por mantener a la opinión pública avocada en las injusticias de la dictadura venezolana; mantendrán al rebaño enfurecido contra la falta de libertad en países remotos, los harán dueños de criterios subjetivos, los adiestrarán a su antojo con el fin de hacerlos útiles a su causa, y los convencerán de las garantías de las que gozan en esa cárcel de la que no son ni serán conscientes de habitar.