viernes. 19.04.2024
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Cuando hablamos de mercado laboral juvenil (paro, empleo, actividad,..)  lo primero que tenemos que definir es el concepto de joven, pues en función del intervalo de tiempo que lo define, probablemente el resultado no sea homogéneo, pero sobre todo las recetas para su solución no pueden ser de la misma especie

El concepto de “juventud” está generalmente aceptado como el periodo que va entre la adolescencia y la edad adulta. Sin embargo, donde hay discrepancias es entre qué edades abarca dicho periodo, ya que para Naciones Unidas la juventud va entre los 15 y 24 años; para el Banco Mundial entre 12 y 24; para la Unión Europea entre 15 y 29 e, incluso, para  algunos (Consejo de la Juventud de España), entre 15 y 34 años.

Lo cierto es que atendiendo a los datos que habitualmente se utilizan en los medios de comunicación y más en concreto atendiendo a la principal variable del mercado laboral juvenil, el paro, éste se constriñe a los menores de 25 años. España, en la actualidad, es líder en desempleo juvenil. Tiene la tasa de paro más alta de todos los países miembros de la UE, incluso duplica la media europea porque, según los datos de EUROSTAT, España alcanza el 38% de paro juvenil y la media está en el 17,1%.

Después de España, Grecia, con un 36,3%, es el país con más paro juvenil (18 a 24 años). Italia también supera la media de la UE, alcanzando un 33,7%. Por el contrario, Alemania, Dinamarca y Países Bajos tienen un índice de desempleo entre los más jóvenes por debajo del 10%. 

Estando en lo más alto de la UE, la tasa llegó a superar, a lo largo del presente siglo, el 50%. En este sentido cabe recordar el análisis de Juan Torres en este mismo diario (Qué hay detrás del paro juvenil, 30 enero de 2013) para ligarlo a nuestra segunda acepción de juventud, aquella que contempla hasta los 30 años.

Argumentaba en aquella ocasión, el catedrático de economía granadino, que la tasa de paro más difundida (en diciembre de 2012 alcanzaba el guarismo del 52,3) resultaba de dividir el número de parados, en este caso menores de 25 años, entre la población activa de esa edad, siendo ésta última la que se encuentra o empleada o parada y buscando activamente empleo.

La nueva orientación del mercado laboral juvenil condicionado por la falta de oportunidades, dificultades en el acceso al mercado de trabajo, interlocución, falta de mecanismos con garantías para los jóvenes, relevantes costes del despido, falta de formación, es un coctel de extraordinaria complejidad para los jóvenes

Sin embargo, añadía, también se puede definir de otro modo: dividiendo la población desempleada por la población total de una determinada edad.

La diferencia está en que siguiendo el primer procedimiento el denominador es más reducido, porque quedan fuera los jóvenes que están estudiando o que no buscan trabajo por alguna razón. Y, por tanto, en igualdad de número de parados, la primera tasa será siempre bastante más alta mientras que utilizando la segunda definición se obtiene una tasa más baja (el 22,6% el cuarto trimestre de 2012).

En el caso de los jóvenes, utilizar la primera parece bastante inadecuado, porque lo normal e incluso lo conveniente es que una gran proporción de ellos y ellas se dediquen a estudiar y formarse.

Aunque en cualquier caso no se puede decir que una tasa del 22,6% sea aceptable, a partir de lo que nos aporta el profesor Juan Torres, podemos señalar que los jóvenes no están asumiendo la formación en toda la proporción que sería deseable y, además, una gran parte de la población juvenil escolarizada no está adquiriendo los conocimientos y habilidades que le podrían proporcionar los mejores recursos para encontrar empleo o para crearlo el día de mañana.

Salvando la primera barrera temporal y yendo al periodo 25-30 años, el porcentaje de parados se reduce ostensiblemente, si bien nuestro país se encuentra, de nuevo, entre los de mayor tasa de desempleo, por lo que el problema ya empieza a ser más preocupante. Y es que por encima nos encontramos, de nuevo, a Grecia seguidos no muy de cerca por Italia.

Dado que, cada vez con mayor frecuencia, el análisis que se fija en el contexto europeo ya incluye la variable joven 16-30 años, concluimos que el primer problema es de formación, pero vayamos al resto.

Hay otro evidente problema de entrada en el mercado laboral, por parte de los jóvenes, cuya solución habrá que buscarla entre las modalidades de contratación de acceso al mismo. Estas son múltiples pero invariablemente ocupan el grado superior de la precarización a la que está sujeta casi todo el mercado laboral español. Y hablar de precariedad no es solamente hablar de contratación laboral, sino de salarios de miseria, ausencias de garantías sindicales y laborales, etc…

Sin embargo, me gustaría destacar un modalidad que, si bien tiene especial mala fama, por su papel discriminador respecto a las mujeres, sí puede jugar un importante papel entre los jóvenes trabajadores. Me estoy refiriendo al trabajo a tiempo parcial, al menos aquél que se puede compatibilizar o ser complementario de la formación. Decir trabajo a tiempo parcial no necesariamente tiene que ir unido a precariedad y ausencia de derechos laborales y, si no, veamos los ejemplos europeos.

En este sentido, hay una clara interrelación entre tasa de paro juvenil y porcentaje de trabajo a tiempo parcial, de tal forma que a mayor proporción de jóvenes con contrato a tiempo parcial, menor tasa de paro y así lo atestiguan los datos de países como Dinamarca y Países Bajos, a lo que hay que añadir el caso de Alemania, si bien en este caso hay que atribuirlo a la proliferación de contratos en prácticas (Formación dual). Por el contrario, países con un porcentaje bajo de empleo a tiempo parcial (a los que podemos añadir los contratos en prácticas o formación, si bien éstos tienen características diferentes a los anteriores), mayor tasa de desempleo juvenil y aquí nos encontramos con países como el nuestro; España, junto a los otros países clásicos del sur como son Grecia e Italia.

La solución tiene varios frentes: negociación colectiva, defensa de sus derechos… y aquí quiero unirlo al grave problema de los desempleados mayores de 45-50 años. (Los olvidados de la crisis, ponencia de Darío Díaz para el II Congreso de Trabajo, Economía y Sociedad, organizado por la Fundación 1º de Mayo ) en la que concluíamos señalando que (durante las últimas crisis) estos trabajadores han perdido protección social (tanto de índole remunerativo como formativo) por los recortes habidos, amén de las sucesivas reformas laborales y apenas cumplen su cometido otras medidas de reinserción o reconversión.

Esa dicotomía, entrada y salida del mercado de trabajo, condiciona seriamente el mercado laboral de los jóvenes. Y la salida del mercado de trabajo hay que analizarla en función del coste del despido. Siempre resulta materialmente imposible hacer un análisis comparativo homogéneo entre países sobre el coste del despido, dada la complejidad y proliferación de normativas, los elementos adicionales e indirectos que cada una de las normativas implica para su valoración individual, pero es claro que nuestro sistema de despido no es barato, dado que las facilidades para acceder al mercado de trabajo discrimina claramente en contra de nuestro sistema y hace proliferar un entramado laboral complejo donde las distancias (salariales y en derechos) se agudizan entre fijos-temporales y autónomos-asalariados

De ahí que la orientación de futuro ha de asumir la estabilidad en la entrada en el mercado laboral, así como la tutela en la salida y una fórmula podría ser la de penalizar el despido de la contratación temporal y, por el contrario, flexibilizar el coste de los despidos indefinidos sin eliminar los derechos adquiridos.

La nueva orientación del mercado laboral juvenil condicionado por la falta de oportunidades, dificultades en el acceso al mercado de trabajo, interlocución, falta de mecanismos con garantías para los jóvenes, relevantes costes del despido, falta de formación, es un coctel de extraordinaria complejidad para los jóvenes y también para los mayores que nos hacen pensar en la necesidad de renovar y modificar no la reforma laboral del PP, sino todo el sistema que encierra el viejo Estatuto de los Trabajadores.

El paro juvenil, un 'viejo' problema estructural