jueves. 25.04.2024
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Por Pablo Vaamonde y Manuel Martín | Hace un año comenzó en Wuhan (China) la pandemia del  coronavirus, que llevó al mundo a una pesadilla sin fin. Aun hoy no vemos el final de este túnel interminable, que está provocando tanto dolor y tantas pérdidas. Se dieron las condiciones para la tormenta perfecta: un virus altamente contagioso, los retrasos en la comunicación (China avisó tarde de la situación, la OMS demoró en exceso la declaración de pandemia, los Estados tardaron en tomar medidas), una intensa movilidad de la población a nivel internacional, la deficiente vigilancia epidemiológica, la falta de medios (de protección de la población y los profesionales, de capacidad diagnóstica, el escaso desarrollo de la investigación en virología y  inmunología).

De pronto la gente se vio amenazada por el virus y confinada en sus casas, y los sanitarios tuvieron que afrontar la primera ola con total incertidumbre y desprotección (“un sistema que tiene que basarse en el  heroísmo es que no funciona” -Boris  Cyruknik-). Esta epidemia finalizará, y las vacunas  aportan un punto de luz para aproximarnos al final, pero va a dejar profundas heridas que tardarán en cicatrizar: muchas familias perdieron a sus seres queridos, algunos enfermos van a tener problemas crónicos derivados de esta dolencia, y los profesionales tardarán en recuperarse del impacto de esta batalla desigual. Este largo stand by va a tener consecuencias a largo plazo en nuestra  sociabilidad (el prójimo puede ser un peligro), provocará cambios en nuestra forma de vivir y va a dejar una hendidura económica difícil de restaurar. 

Hace poco más de un año aún pensábamos que teníamos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Esta pandemia dejó en evidencia las enormes carencias de nuestra sanidad, empobrecida y privatizada en las últimas décadas por las políticas neoliberales impulsadas por el Partido Popular. La batalla contra la pandemia se basó en el tremendo esfuerzo de los profesionales, que afrontaron la situación con total vulnerabilidad. Más de cinco mil profesionales en Galicia se infectaron desde el comienzo de la pandemia. La afectación de cuidadores e internos en las Residencias de Ancianos fue muy elevada: cerca del cincuenta por ciento de los fallecimientos sucedieron en esas instituciones. En este momento, mediados de marzo de 2021, continúa el lento descenso de la tercera ola (consecuencia, sobre todo, de las malas decisiones adoptadas en Navidad), pero los hospitales siguen atascados, dedicados en gran parte al Covid, con demoras y cancelaciones en la atención a otros procesos; y la Atención Primaria está colapsada (dedica mucho tiempo a petición de pruebas, notificación de resultados y seguimiento de pacientes en confinamiento domiciliario).

Desde la Xunta pretenden convencernos de que la menor afectación de la pandemia en Galicia, en relación con otros territorios del Estado, es fruto de sus decisiones políticas. Pero ese relato no es creíble

Los datos de afectados y fallecidos es estremecedor. En el mundo hay más de cien millones de casos, en el Estado hay declarados más de tres millones, y en Galicia los fallecidos ya superan los 2.300. Son cifras tremendas, que describen una situación de auténtica catástrofe. Habrá que aprender de la experiencia y arbitrar los mecanismos necesarios para que esto no vuelva a suceder; y sí ocurre, que entra dentro de lo posible, tiene que encontrarnos preparados.

Desde hace un año nuestra vida se empobreció de repente. Las limitaciones en el movimiento y la reducción de las relaciones sociales, familiares y afectivas se están prolongando demasiado. El miedo se instaló en la sociedad y hay gente dominada por el pánico. Muchas personas llevan meses sin salir de la casa. Los mayores, los que tienen problemas de movilidad, las personas con procesos neuro-degenerativos (Parkinson, Alzheimer y otros), los que padecen trastornos psicológicos o psiquiátricos: en estos y en otros casos las consecuencias a medio y largo plazo van a ser muy perniciosas. El confinamiento, la distancia social y el uso permanente de la máscara van a resultar perjudiciales, y no solo para los mayores. La gente joven (niños y adolescentes) precisa del juego, el contacto físico y la  amistad para crecer como personas. Las consecuencias de esta prolongada ausencia de relación social son, de momento,  impredecibles.

A Galicia la primera ola llegó de forma poco intensa. Es un territorio alejado, la gente vive dispersa en villas y aldeas y no tenemos grandes ciudades que provoquen aglomeraciones. Esta condición de fisterrae actuó como escudo protector. La escasa llegada de gente del exterior frenó la difusión de la  Covid. En esta tercera ola hubo una gran circulación comunitaria del virus, que provocó un aumento en el número de casos y de fallecidos. Desde la Xunta pretenden convencernos de que la menor afectación de la pandemia en Galicia, en relación con otros territorios del Estado, es fruto de sus decisiones políticas. Pero ese relato no es creíble. La actuación frente a la pandemia fue errática e incongruente. Hay un teórico “comité de expertos” que asesora a la Xunta en la toma de decisiones. Resulta muy sospechoso que de los 36 miembros que forman la “Comisión de Gestión de la Crisis Sanitaria de la Covid-19” diez son cargos del Sergas elegidos directamente por el Gobierno de la Xunta: gerentes, directores generales, gerentes de área o jefes de sección. Excluyendo estos cargos gubernamentales, el comité cuenta con 26 expertos y expertas, de las cuales veinte (el 77%) “defienden intereses privados o presentan graves conflictos de interés por su vinculación a empresas farmacéuticas, incluso algunas que comercializan las vacunas para la  Covid”,  según critica la “Asociación Galega para a Defensa da Sanidade Pública” (AGDSP), que considera que “no es posible asegurar para quien trabajan en la comisión y que intereses defienden, los de las empresas o los de la población gallega”.

Las seis claves de la situación sanitaria de Galicia antes de la pandemia

Las actuaciones recientes de la Xunta para afrontar la crisis de la  Covid tienen antecedentes. Las políticas de precarización y de privatización sanitaria y socio-sanitaria en Galicia desde 2009 dejaron al sistema  depauperado y a la población en situación de riesgo. Haremos un breve repaso de las principales decisiones políticas adoptadas por Núñez Feijóo desde que ocupó el poder en la Xunta.

1- El presidente de la Xunta trasladó a la sanidad pública las estrategias neoliberales basadas en el mercado, la gestión empresarial y la colaboración público-privada para la construcción de nuevos hospitales. Sigue el modelo aplicado por el PP en Valencia (el fracasado hospital de  Alzira) y Madrid (los ruinosos hospitales de Esperanza Aguirre). Mediante la colaboración público-privada entregó a manos de empresas multinacionales y fondos de inversión los instrumentos para la gestión estratégica del sistema (servicio de información, historia clínica y receta electrónica, central de llamadas, logística, laboratorio central, etc.). También la investigación y la docencia pasaron a control privado, lo que permitirá a las multinacionales adjudicatarias controlar y dirigir el futuro de las mismas.

2- Con la excusa de la crisis de 2008  la Xunta hizo una enorme reducción del gasto público. Realizó severos recortes en los servicios sanitarios, en los presupuestos (2.000 millones de reducción), en personal (500 plazas menos), en recursos sanitarios (reducción de 1.000 camas hospitalarias), y en equipamiento. Los recortes afectaron de forma especial a la Atención Primaria (hoy representa el 12% del presupuesto total, lejos del 25% que aconsejan los organismos internacionales).

3- La reducción del sistema público provocó un incremento del sector privado. El acceso a  financiación pública aumentó su actividad y provocó que las multinacionales sanitarias (Quirón, HM  Hospitales, Ribera Salud,  Centene, etc.), estén invirtiendo en centros hospitalarios y servicios sanitarios en Galicia. La concertación con el sector privado (que debería ser complementaria y subsidiaria del sistema público) creció un 40% en los últimos años. El Hospital de A Coruña firmó un acuerdo marco con los hospitales privados de la ciudad para realizar actividad (hospitalización, consultas, pruebas diagnósticas, cirugías, etc.) por un período de cuatro años renovables, en régimen de monopolio. La Xunta también renovó y mejoró el concierto con el Hospital Povisa de Vigo (ahora propiedad de la multinacional americana  Centene Corporation). El Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo es de titularidad y gestión privada durante 20 años. Como consecuencia la atención hospitalaria del sur de Galicia está controlada por intereses privados. Finalmente, con la excusa de que las camas y  UCIs de los centros públicos están colapsados por los pacientes con Covid, el Sergas ha incluido a los centros privados en la Red Hospitalaria Pública, en igualdad de condiciones, para atender pacientes y recibir financiación.

4- La pandemia llegó en un momento en que los Servicios de Salud Pública y los programas de vigilancia epidemiológica estaban bajo mínimos. El empobrecimiento de estos sistemas fue enorme en las últimas décadas. El porcentaje de presupuesto dedicado a estas tareas es ínfimo. De tal forma que la estrategia para hacer frente a la  Covid se basó en los confinamientos, restricciones de movilidad y esperar pacientemente por la llegada de las vacunas. No había recursos epidemiológicos preparados para detectar precozmente y abordar la pandemia, y la coordinación entre hospitales, Centros de Salud y Atención Socio-sanitaria fue deficiente y tardía. En las Residencias de Ancianos vivieron situaciones de auténtica tragedia y la capacidad de respuesta de las empresas fue pésima. En Galicia la gran mortalidad de mayores ingresados se produjo en las Residencias privadas gestionadas por  DomusVi y Fundación San Rosendo (dirigidas por personas muy próximas al PP gallego).

5- La Atención Primaria estaba ya en una situación crítica antes de la pandemia. La supresión de las Xerencias de AP, la drástica merma de presupuesto  y recursos así como la precarización del personal provocaron una gran saturación en los Centros de Salud y una enorme insatisfacción de los profesionales, expresada por diversos medios (manifestaciones masivas, convocatoria de concentraciones en los centros, dimisión en bloque de jefes de servicio, movilización de afectados a través de las redes) con muy escasos resultados; la Administración hizo poco caso de las protestas hasta la convocatoria de una huelga general (abril de 2019) que obligó al Sergas a abrir una negociación en el llamado “Consejo Técnico de Salud de Galicia” que, teóricamente, debería proponer medidas de mejora para reforzar este nivel asistencial. Todo quedó en nada, y el inicio de la pandemia creó un nuevo marco que contribuye a degradar más la penosa situación de la AP gallega. La imposición de la consulta telefónica, la dificultad de acceder al médico de familia, la creación de listas de espera en muchos Centros de Salud,  la sobrecarga administrativa provocada por la petición y comunicación de pruebas, y el seguimiento de confinados y contactos: esta situación, que se prolonga desde hace un año degradó la calidad asistencial y la percepción de los usuarios. La sanidad privada está creciendo de forma espectacular debido a la percepción de falta de atención provocada por el deterioro actual de la Atención Primaria. Las características principales de este nivel asistencial (accesibilidad, continuidad asistencial, atención integral y capacidad resolutiva) se están perdiendo de forma alarmante. Hace falta revertir lo antes posible esta situación pues, de lo contrario, los Centros de Salud pueden regresar a tiempos pretéritos, cuando en los ambulatorios solo se hacían volantes y recetas.

6- La atención hospitalaria está también muy debilitada por los recortes de personal y camas (3,2 camas por mil habitantes, frente a más de 5 en la Unión Europea). SOS Sanidad Pública denunció reiteradamente la situación y convocó manifestaciones de ciudadanos y profesionales por la mejora de la Sanidad Pública. Ahora, con la justificación de evitar la falta de camas hospitalarias y el colapso en las  UCIs, cerraron plantas y servicios enteros en muchos hospitales, suspendieron pruebas  diagnósticas, intervenciones quirúrgicas y controles de enfermos con patologías graves (cáncer,  cardiopatías, dolencias pulmonares, etc.). Estas decisiones están provocando un empeoramiento en el estado de muchos pacientes y un aumento de la mortalidad por otras causas ajenas a la pandemia. Muchas personas recurren a la sanidad privada, y el Sergas está derivando pacientes a centros concertados y no concertados. La Xunta pretende ocultar esta situación no publicando la lista de espera hospitalaria (que es obligatoria) ni los datos de mortalidad por causas.

Conclusiones

- La sanidad pública gallega esta sufriendo un enorme deterioro y pérdida de prestigio que puede condicionar su futuro a medio y largo plazo. La Xunta parece estar centrada solo en la pandemia, olvidando las demás dolencias y abandonando la mejora y potenciación de los servicios públicos.

- La Administración hizo evidente su falta de capacidad para planificar una respuesta e implementar una estrategia eficaz para hacer frente a la pandemia. Las medidas adoptadas por la Xunta estuvieron siempre dirigidas a  culpabilizar a la población y a ciertos sectores, e imponer restricciones severas en la movilidad por el interior de Galicia (mientras la CCAA no tuvo confinamiento perimetral, lo que permitió la llegada masiva de personas de otras procedencias en los días de Navidad y Reyes: ya estamos pagando las consecuencias con un repunte de casos casi vertical y un elevado número de muertos).

- La Atención Primaria aumentó su deterioro, lo que pone en riesgo su continuidad como nivel asistencial con prestigio y capacidad resolutiva.

- El sector privado avanza de forma significativa y puede consolidar su presencia hegemónica en el sistema, lo que puede provocar un incremento exponencial en las desigualdades sociales y en el acceso a la atención sanitaria.

- Si no se establecen medidas correctoras, lo antes posible, las actuales limitaciones y barreras en el acceso a la asistencia pueden provocar un notable incremento en el deterioro de la salud y en la mortalidad global por causas ajenas a la pandemia actual.


(Texto publicado en gallego en la revista Tempos Novos, marzo 2021, nº 286)


Pablo Vaamonde | (Médico de familia, A Coruña)
Manuel Martín | (Presidente de la FADSP)

La pandemia de la Covid19 en Galicia: una actuación errática e incongruente