miércoles. 24.04.2024
Pablo Neruda
Pablo Neruda

Jorge Martín | Me declaro culpable de haber llevado a Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, es decir, a Pablo Neruda, al Valle de Cuelgamuros... me declaro culpable de haber llevado a un Premio Nobel de Literatura a uno de los más significados reductos de la reacción y el oscurantismo… 

Aunque el prior contraventor -pues obró en contra de lo que mandaron los poderes legislativo, ejecutivo, judicial y obispal– no aparecía mucho por ahí, tenía sus informantes y, un día, con tono vesánico, me espetó algo así como “podrías leer a Pemán” en el aula. No me dejó exponer mis argumentos, puesto que se giró bruscamente y emprendió la fuga, escurriéndose y penetrando en las sombras de la conocida como hospedería interna.

Me declaro culpable de haber llevado al aula los primeros versos de algunas de las odas de Pablo Neruda -como su Oda a la manzana o su Oda al gato-, con el fin de mostrar ejemplos lo más elocuentes e ilustrativos posible de este subgénero lírico, evitar reproducir textos demasiado largos –aunque también los leyéramos enteros en clase– y, sobre todo, que recogieran palabras clave que les permitieran reconocer, prácticamente, cualquier otra oda (principio de transferibilidad del conocimiento). Asimismo, pretendía mostrar que una oda, no tiene por qué estar dedicada a ideas y conceptos grandilocuentes, sino que una manzana, un gato doméstico o unos calcetines, podían ser un tema o asunto digno de ser cantado y que, de hecho, todo puede “verse” con las “gafas” del poeta –parafraseando la “oreja verde” de Rodari–: con ello, cumplía con principios como el de partir de lo cercano y lo cotidiano, además de intentar causarles cierta sorpresa y abordar el contenido de manera lúdica: los alumnos del último ciclo de Primaria (unidos en el mismo horario y aula), solían celebrar la lectura de Cántico doloroso al cubo de la basura, de Rafael Morales, y sorprenderse con las metáforas de “35 bujías”, de Pedro Salinas.

Me declaro culpable de haber llevado al aula los primeros versos de algunas de las odas de Pablo Neruda

Mas, ¡por dios bendito y la virgencita del Valle!, yo era profesor en la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, lugar que no solo custodiaba el cuerpo del Caudillo por la Gracia de Dios, sino, también, las esencias del nacional-catolicismo, donde se rezaba cada día por “todos” los caídos (aunque las oraciones para rojos y separatistas, imagino que estarían dirigidas a sacarles del purgatorio, claro) y se levantaba la Cruz de la reconciliación (siempre y cuando, eso sí, dicha reconciliación se basara en la aceptación de los valores morales y socio-económico-culturales de los oligarcas, militarotes y prelados que habían suscitado el Glorioso Movimiento Nacional)… debería haber llevado a Pemán al aula. 

Además, si de odas se trataba, ¿acaso el gaditano no había escrito una Oda a la paella? Y, al fin y al cabo, ¿la belleza, la cadencia, la fuerza de sugestión de Oda a la manzana, no puede compararse con el juguete cómico-jocoso de Pemán? Por otro lado, ¿acaso los versos de Pemán no partían de un objeto o un asunto cotidiano y cercano?:

¡Oh insigne sinfonía de todos los colores!
¡Oh ilustre paella
por fuera con su blusa de colores,
quemadita por dentro con ansias de doncella!

Sin duda, mucho mejor que la composición sensual y cuasi lasciva del rojo chileno:

A ti, manzana,
quiero
celebrarte
llenándome
con tu nombre
la boca,
comiéndote.

Además, los hijos de currantes y gentes sencillas que llevan a sus hijos allí, seguro que ni se darían cuenta del tufillo clasista, socarronería condescendiente (en la segunda acepción de condescender del diccionario de la RAE) y reaccionarismo iliberal que desprende la oda de Pemán:

¡Oh plato decisivo: 
gremial y colectivo!

[…]
¡Oh plato liberal donde un grano es un grano 
como un hombre es un voto!

Pemán, gente de bien (“Perro” Sánchez, que te vote Txapote: no toques los privilegios, ni el confortable egoísmo, ni la adocenada indiferencia de la gente de bien); Neruda, un progre “blandito” que, al final de su Oda a la manzana, se atreve a soñar…:

[…]
quiero ver
a toda
la población
del mundo
unida, reunida,
en el acto más simple de la tierra:
mordiendo una manzana.

Adoctrinamiento podemita, progre, wok… adoctrinamiento puro y duro (recordemos que los colegios de la extrema derecha católica no adoctrinan, pues eso solo ocurre en los colegios de la “pública”, que está infestada de “progremitas”). Y es que, ya lo dijo el prior, ese que niega a los familiares de los republicanos enterrados en Cuelgamuros el pan y la sal y accede, solícito, a las demandas de los pudientes familiares de Primo de Rivera: «La Agenda 2030 se nos está colando en la Iglesia».

Lo peor de todo es que, no solo llevé a este rojo comunista al aula de esta Nueva Jerusalén nacional-católica para abordar uno de los subgéneros líricos, sino que, también, lo saqué a relucir al abordar la metáfora, momento en el que, por cierto, los alumnos pudieron conocer otra de las odas de Neruda, en esta ocasión, al mar:

No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla,
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.

Un usuario –o usuaria– (y, encima, feminazi) ha tenido el detalle de subir a youtube un fragmento de la película “El cartero de Neruda”, basada en la obra homónima de Antonio Skármeta, fragmento en el que se aborda la metáfora de una manera tan extraordinaria, que decidí comprar la película, por si desaparecía alguna vez este material didáctico tan interesante y, a continuación, el libro, a fin de contrastar el texto literario y su adaptación cinematográfica.

Una auténtica democratización de la poesía y de la escuela, como semilla que hará brotar la siempre débil espiga de la igualdad, el progreso y el bienestar para todos

Se trata del fragmento en el que Mario, un humilde y sencillo cartero, se encuentra con Pablo Neruda en la playa. Tras quejarse el poeta de que no tiene agua y ante, el resignado conformismo de Mario, animarle a protestar y reivindicar mejoras y derechos, el parralino, recita parte de su Oda al mar: entonces, el poeta comunista, lejos del clasismo, el paternalismo y la condescendencia de reaccionarios como Pemán, pregunta al humilde cartero qué le ha parecido, haciéndole partícipe del proceso creativo del artista de las palabras. El éxtasis está a punto de experimentarse: Neruda pregunta a Mario cómo se ha sentido y, el último, responde que como una barca zarandeada por el mar… Neruda, medita un instante y con una sonrisa de satisfacción, hace ver a Mario que acaba de crear una metáfora. Mario ha “experimentado” una metáfora, antes, incluso de comprender el concepto y, además, ha comprobado que elaborarlas no es algo vedado al “labrador, tejedor, pastor callado,/ domador de guanacos tutelares,/albañil del andamio desafiado,/aguador de las lágrimas andinas,/joyero de los dedos machacados,/ agricultor temblando en la semilla,/ alfarero en tu greda derramado/ […]”, sino que, está al alcance de todos: una auténtica democratización de la poesía y de la escuela, como semilla que hará brotar la siempre débil espiga de la igualdad, el progreso y el bienestar para todos, una fe que no cabe entre los estremecedores muros de este auténtico “Führerbunker” nacional-católico, en el que, todo el mundo sabe que hay un búnker y quién es su “Führer”:

“Sobre peñas agrestes retama,
al cielo hondo, inmenso de la Historia,
esta cruz de dolor sus piedras alza
en grito y en quejumbre acusadora.

[…]
una tumba en su cripta, cueva lóbrega
que espera todavía a su alimaña

[…]
( Concha Zardoya “Valle de los Caídos” )

Y, como no podía ser de otra manera, sea Neruda quien diga la última palabra, como homenaje a quien me da fuerzas cada minuto de cada uno de mis días:

[…]. Aquella hora de crisis,
en la desolación de los salares, en ese minuto débil de
la lucha, en que podríamos haber sido vencidos,
una niña pequeñita y pálida venida de las minas
dijo con una voz valiente en que se juntaban el cristal y el acero
un poema tuyo, […]

Carta a Miguel Otero Silva. En Caracas (1948)

Pablo Neruda… en el Valle de Cuelgamuros