viernes. 19.04.2024
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Enedina Álvarez Gayol

Si se busca en Internet se encontrará que Enedina Álvarez Gayol fue una política española, famosa por haber insultado a Aznar, que resultó condenada en el caso de las tarjetas black. Ni media palabra sobre las cosas que hizo a lo largo de una vida de activista política, plagada de adversidades. En estos tiempos de la política espectáculo solo cuentan aquellos lances que alimenten el show, sobre todo si dan pie al desprestigio de la política y los políticos.

Por ello, en ocasión de su muerte el pasado 13 de Septiembre, he creído justo y necesario escribir un elogio fúnebre de Enedina para uso de sus hijas, de sus familiares, camaradas y amigos, es decir, de la gente que suele reunirse alrededor del difunto para darle el último adiós. Creo que, habiendo sido su compañero durante 55 años, soy el que mejor puede hablar de ella. No se trata de elogiar sus virtudes y disimular sus faltas, como es costumbre, siguiendo aquello de que todos los muertos han sido muy buenos. Se trata de un elogio político que, en cierto modo, es un elogio también a muchos otros que, como Enedina, son de la generación que trajo la democracia a este país. Esta democracia y a aquel país. Enedina y muchos como ella son los verdaderos “padres y madres de la democracia”. 

Enedina era una activista, de las que creen que solo mediante la acción las cosas cambian. Estaba mejor dotada para organizar la acción que para hacer discursos. Perseveró en el activismo político y social a pesar de las adversidades que le acarreó su militancia. Son esas adversidades las que dan testimonio de una militancia real, práctica y no solo teórica. 

En aquellos tiempos y en aquella Universidad, ser un opositor activo a la dictadura implicaba correr riesgos. Allá por los años 70 las autoridades de la Universidad Autónoma de Madrid expedientaron a Enedina, junto con un buen grupo de compañeros de la recién creada Facultad de Económicas. Expedientar era un castigo considerable ya que la expulsión de la Universidad abortaba la carrera profesional. Muchos, como Enedina, escogieron el activismo y sufrieron el castigo correspondiente por parte de las autoridades académicas, de la policía política o de ambas. 

Enedina era una activista, de las que creen que solo mediante la acción las cosas cambian. Estaba mejor dotada para organizar la acción que para hacer discursos

Cuando tratamos de construir una memoria democrática convendría rendir homenaje a los que lucharon por la democracia en la Universidad y fueron castigados por ello. Y, para decirlo todo, debería haber un reproche moral a las autoridades académicas de la época que tanto se empeñaron en reprimirlos. No se trata de compensar a las víctimas ni de castigar a los represores. Sencillamente, la Universidad de hoy le debe un homenaje a los que lucharon por la democracia y sufrieron castigo por ello.

Un castigo que, en el caso de Enedina, se extendió más allá de la Universidad. Con el tiempo, el expediente fue levantado y los expedientados pudieron acabar su carrera. Enedina encontró trabajo en el organismo de Planes Provinciales dependiente del Ministerio de la Gobernación. Allí trabajó unos meses, los que tardaron en enterarse de que Enedina había sido expedientada por su actividad política, con lo que su currículum profesional empezó con un despido.

No fue el único. Durante las huelgas de Enero del 76 fuimos detenidos unos cuantos sindicalistas que estábamos al frente del movimiento huelguístico. Las mujeres de los detenidos, con Enedina al frente, se encerraron en una iglesia iniciando una huelga de hambre para exigir nuestra puesta en libertad. La huelga de hambre tuvo trascendencia en la prensa extranjera. Tengo para mí que la repercusión mediática tuvo mucho que ver con el trato relativamente suave que recibimos en Sol y la brevedad de nuestra estancia en Carabanchel. Pero también tuvo consecuencias adversas para Enedina, que por aquel entonces trabajaba en la Embajada de los Países Bajos, en temas de comercio internacional. El Ministro Fraga Iribarne llamó personalmente al Embajador para exigir su despido inmediato. Así se hizo y Enedina anotó su segundo despido por su activismo. 

Como bien se ha dicho, Franco murió en la cama, pero el franquismo murió en las fábricas y en las calles donde algunas y algunos como Enedina (no tantos como nos hubiese gustado) organizaban y propagaban la movilización. Algunos pagaron un precio por ello, confirmando aquello de que la libertad no es gratis. Pero, además, de movilizar, había que organizar, organizar los partidos políticos y, sobre todo, los sindicatos, en concreto CC OO. Nacidas a mediados de los 60, las comisiones obreras eran un movimiento, bien adaptado a las condiciones de ilegalidad, pero poco preparado para actuar en el marco legal de la naciente democracia. Así es que hubo que aplicarse a la ingente tarea de transformar un exitoso movimiento en un sindicato con todos sus avíos. A esta tarea se dedicó Enedina durante casi una década. Poner en pié un gran sindicato, el mayor de la España democrática, fue obra de todos y mérito de muchos, entre los que cabe destacar a Enedina, por aquel entonces empleada de CC OO. y posteriormente miembro de su Ejecutiva Confederal.

Hubo que aplicarse a la ingente tarea de transformar un exitoso movimiento en un sindicato con todos sus avíos. A esta tarea se dedicó Enedina durante casi una década

El activismo de Enedina le llevó a un compromiso político partidista firme y duradero. Solía decir que una elige a su líder y no al revés. Enedina eligió a Carrillo y al eurocomunismo. Se mantuvo fiel a este compromiso en las duras y en las maduras, sobre todo en las duras porque maduras no hubo. Y eso tuvo consecuencias adversas para ella. La crisis del comunismo español, desatada a raíz del desastre electoral del PCE en el 82, tuvo su reflejo en CC OO. Expulsados del PCE, los eurocomunistas fueron marginados y perseguidos en CC OO. Para precisar más las cosas, los que se mantuvieron fieles al eurocomunismo fueron perseguidos por quienes, poco antes, habían renegado de éste, calculando, con acierto, que sería de mayor provecho para su carrera abandonar a Carrillo y al eurocomunismo. En ese marco, Enedina fue despedida del sindicato que la había contratado una década antes y de cuya dirección formaba parte.

Así es que al mérito de haber sido activa opositora a la dictadura y luchadora por la democracia, se añade el de haber contribuido a poner en pié el mayor sindicato de España. Tuvo éxito en ambas tareas. Y aún tuvo tiempo para organizar una cooperativa de viviendas donde vivimos una buena parte de nuestra vida. Ninguna recompensa material obtuvo de estos logros. Antes al contrario, sufrió importantes inconvenientes. Su éxito no fue un éxito personal, sino colectivo.

Cuando Carrillo intentó crear un partido eurocomunista, Enedina le siguió en la aventura. No tuvimos éxito porque a las alturas de los años 80 el comunismo estaba al borde de la extinción en el país donde nació. Era un zombi a punto de ser enterrado mediante un simple decreto de prohibición. En España el gran PCE de la transición se fragmentósin remedio hasta convertirse en la triste sombra que es hoy.

Como muchos otros náufragos del comunismo, Enedina arribó a las playas del PSOE, un partido donde el activismo político no está valorado

Como muchos otros náufragos del comunismo, Enedina arribó a las playas del PSOE, un partido donde el activismo político no está valorado. A pesar de lo cual, el PSOE fue mucho más generoso con ella que el PCE o CC OO, llegando a ser diputada durante dos legislaturas. Soy testigo de que en las Cortes no fue nada feliz. Formada en el activismo y francamente contraria a disfrutar de los oropeles del cargo se asfixiaba en la burocracia parlamentaria. La anécdota que la sacó del anonimato, calificar de “marrano” a Aznar, fue eso, una anécdota sacada de quicio por unos y otros. Con las cosas que se dicen en las Cortes (y en todos los parlamentos) el improperio solo llama la atención por la repercusión que le quisieron dar. Dicho sea de paso, de las Cortes tampoco obtuvo ningún beneficio. Cuando llegó el momento, Enedina se jubiló con una pensión muy próxima a la mínima, desde luego, nada de la máxima, como, según algunos medios aseguran, perciben los que han sido diputados.

Como colofón de una vida de lucha y adversidades, Enedina se vio envuelta en el escándalo de las tarjetas black. Creo que aquel fue un juicio político-mediático, un juicio espectáculo, cuyo objetivo era sentar en el banquillo al “régimen del 78”. Enedina, simplemente, estaba en el Consejo de Cajamadrid, como se suele decir estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado y por eso le cayó una condena de dos años. Pero si bien se piensa, si, como creo, el juicio fue un juicio al “régimen del 78”, es decir, a los partidos, a los sindicatos y a la patronal que contribuyeron a traer la democracia a España a Enedina le tocaba por derecho.

Tras lo cual se retiró a vivir los últimos años de su vida al Mediterráneo, donde como dice Serrat, vivió “entre la playa y el cielo, en la ladera de un monte, más alto que el horizonte”. Fue muy feliz, según decía cada vez que veía el mar desde su terraza. Un día, a principios de este año, fue diagnosticada de cáncer de pulmón. Con 77 años, su cuerpo no toleró el tratamiento. Murió pocos meses después.

Como muchos de nosotros, lo más importante que hizo en su vida fue contribuir a que después de Franco no continuara el franquismo y a establecer en España, en aquella España, un régimen democrático. Siempre en la izquierda, siempre activista y solidaria, su casa estaba abierta a todos los camaradas.

Descanse en paz.

Elogio de Enedina