jueves. 25.04.2024
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Impresora de galletas.

@ebarcala | Prótesis, recambios industriales, herramientas, armas e incluso comida. Una impresora en 3D puede modelar y fabricar todo estos objetos, una pequeña muestra de la variedad de usos que abre la impresión tridimensional.

La tecnología 3D reproduce objetos con volumen de forma similar a como hacemos con textos o imágenes en nuestras impresoras caseras. Salvo que la tinta ha sido sustituida por plásticos, resinas, polímeros o metales que, depositados en capas y pasada a pasada, son la materia prima para modelar un nuevo mundo.

Se utiliza hoy en áreas tan diversas como la defensa (para fabricar desde recambios a drones teledirigidos), la medicina (prótesis maxilares o extremidades artificiales), la arquitectura (maquetas y estructuras prefabricadas), la automoción (recreando modelos clásicos) o la moda, para generar de forma casi mágica piezas de bisutería, zapatos o prendas a medida.

Galletas, orejas y pistolas

Sus aplicaciones llegan a ámbitos insospechados, aunque sólo sea en forma de estrategia de marketing. Hay consumidores que ya han podido “imprimir” sus propias pizzas o galletas rellenas, eligiendo salsas y sabores y viendo como se materializaban ante sus ojos en apenas unos minutos.

Y si elaborar platos a partir de materia orgánica se antoja extraño, aún más sorprendente es saber que ya se está trabajando en la creación de impresoras de tejidos humanos mediante el uso de células vivas a modo de “tinta orgánica”. Recientemente, la Universidad de Burdeos lograba imprimir un fragmento de piel humana y esperan poder repetir el éxito en breve generando el tejido de una córnea. 

En el hospital de Akron (Estados Unidos) el implante de una tráquea experimental hecha con material biológico logró salvar la vida de un bebé y los medios de comunicación cubrieron en su día con asombro la creación de una oreja artificial impresa por la Universidad de Cornell. Se fabricó a partir de colágeno y células de cartílago para ser posteriormente “cultivada” sobre el lomo de un ratón de laboratorio hasta obtener su completo desarrollo.

Autoensamblaje

Otra frontera a explorar es el autoensamblaje, una serie de técnicas para dotar a las piezas modeladas de cierta memoria interna, de manera que adquieran forma o permitan un uso concreto bajo determinadas condiciones (por ejemplo, ante el movimiento o al contacto con un líquido) despejando el camino hacia la creación de estructuras altamente complejas.

El descenso de los precios (se pueden comprar impresoras básicas por poco más de 150 euros) y la posibilidad de encontrar y compartir objetos preprogramados en Internet también han abierto la puertas del mercado doméstico.

El revival del “hágalo usted mismo” en tres dimensiones plantea algún peligro, como puso de manifiesto la difusión de instrucciones, simples y muy detalladas, para imprimir una pistola casera pieza a pieza. Pero ofrece a cambio grandes beneficios, ya que en la red se pueden encontrar materiales, esquemas y máquinas para prácticamente todo lo que pueda imaginarse. Incluyendo, por supuesto, la impresora que se autoreplica y fabrica nuevas impresoras.

Un nuevo mundo impreso en 3D