jueves. 25.04.2024

Niños soldados, una generación herida

AGNESE MARRA
Las pesadillas más atroces forman parte de la vida de los más de 300.000 niños soldados que combaten en el mundo. Muy pocos de ellos consiguen escapar, algunos están en España, sus tutores cuentan cómo son sus vidas, su primer encuentro y cómo podemos ayudarles. Las administraciones públicas lo ponen difícil.
NUEVATRIBUNA.ES- 11.02.2009

Las cifras son aterradoras. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) casi 300.000 niños menores de 18 años son explotados en conflictos armados en todo el mundo. En realidad el número es mayor, ya que a la hora de establecer quiénes se consideran “niños soldados”, se ignora a aquellos que combaten en países en los que no hay una guerra declarada. De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), se calcula que existen unos 25 millones de niños (calificados como menores de 18 años) de un total de 50 millones de personas que han sido obligadas a abandonar su país o desplazarse de sus casas por culpa de los conflictos bélicos.

Hoy se celebra el Día contra la utilización de niños y niñas soldados y la Coalición Española que lucha contra esta tragedia reunió en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a algunas de las autoridades más conocedoras del conflicto. Más allá de las terribles cifras y de las historias desgarradoras que se conocen sobre estos niños, el encuentro quiso remarcar la importancia de la reinserción y la integración de estas pequeñas personas en sus países de acogida. Las noticias al respecto tampoco fueron muy alentadoras.

Pablo Pérez convive a diario con niños ex soldados. Este religioso mercedario, asegura que la pesadilla continúa durante varios meses o incluso años en la cabeza de los menores. A pesar de haber abandonado el país que los vio nacer y que de alguna forma los ‘mató’, estas víctimas de la guerra “mantienen el terror en sus ojos, la desconfianza y la angustia”, señaló Pérez, coordinador del programa La Merced, casas de Refugiados e Inmigrantes Menores y Jóvenes no Acompañados.

"España no es tierra de asilo. Sólo el 5% de las resoluciones resulta positivo", aseguró Pablo Pérez. Según los portavoces de la Coalición Española para acabar con la utilización de Niños Soldados, la legislación sobre el refugiado como la identificación de la persona que pide refugio van por detrás. Pablo Pérez lo confirma: “La inmigración y las leyes de extranjería resultan demasiado opacas y miopes para distinguir al emigrante económico, que llega ilegalmente a nuestro país en busca de una vida mejor, y la persona que ha sufrido persecución probada por causa de sus ideas políticas, raza, sexo o procedencia”. El coordinador del programa La Merced opina que este problema es análogo al de la esclavitud actual: “Las autoridades responsables carecen de la sensibilidad suficiente para distinguir al emigrante ilegal del hombre o mujer que es objeto de tráfico por las mafias y que se convierte en esclavo laboral o sexual”.

El problema de la identificación se revela como una de las grandes carencias a la hora de ayudar a los niños soldados que consiguen salir de su país: “Hay que tener en cuenta que este tipo de niños cuando llegan a España no quieren hablar de su pasado, tardan mucho tiempo en contar su historia y por lo general nunca cuentan todo lo sucedido. Es fundamental que sepamos distinguir qué menores han sufrido este tipo de conflictos, hay que tratarlos de manera especial y por supuesto ofrecerles una ayuda psicológica inmediata”, explica Pablo Pérez.

Sin embargo las autoridades meten a todos los menores en el mismo saco, denuncia Teresa de la Rasilla, consultora jurídica de ACNUR: “Lamentablemente, a la hora de solicitar asilo, con los menores no hay un procedimiento específico, les exigen un tipo de información y sobre todo de comunicación como si fueran adultos. El gran problema es que muchos de ellos son incapaces de expresar sus vivencias y en muchos casos les deniegan la protección”. Los ponentes reunidos en el acto coincidían en dar importancia al hecho de que son menores: “Es una locura repatriarlos a sus países de origen, corren un grande peligro y ni siquiera saben dónde están sus padres, es más, en muchos casos ya los han matado”, explica la representante de ACNUR.

Según Pablo Pérez, el problema es mucho más profundo, ya que tanto desde los medios de comunicación como las políticas europeas desconfían en la reinserción de estos menores: “Hace un año se planteó la pregunta de si los niños soldados eran una generación perdida, y Francia respondió con un ‘sí’ rotundo. UNICEF puso el grito en el cielo y señaló que estos niños son una generación herida a la que hay que buscarles un futuro y sobre todo confianza en sí mismos”, señaló el religioso.

Identificación y necesidades

Los Principios de Ciudad del Cabo firmados en 1997, establecen que hablar de niño soldado no se refiere sólo al que lleva o ha llevado armas, sino que "es cualquier persona de menos de 18 años que forme parte de una regular o irregular fuerza armada o grupo armado en cualquier tarea".

Los menores que pasan por este sufrimiento, que son drogados, emborrachados, violados y entrenados para matar hasta a su propia familia, consiguen salir de sus países con un pasado marcado a fuego del que pocas veces se pueden deshacer. Es por ello que Pablo Pérez insiste en la importancia de saber identificarlos una vez que entran en nuestras fronteras: “Ningún menor que llegue te va a decir que es un niño soldado”, explica el coordinador del programa La Merced. Sin embargo, Pérez señala algunos de los síntomas a través de los cuales las autoridades y ONG de recepción pueden distinguirlos. El mutismo, la apatía o en algunos casos la hiperactividad pueden ser síntomas que demuestren que el menor ha pasado por un conflicto bélico: “Normalmente tienen un bloqueo afectivo brutal, no hay que pretender que nos hablen desde el primer momento, sólo tenemos que hacerles sentir protegidos”, dice Pérez.

La comunicación es la gran dificultad a la que se enfrentan. El religioso mercedario cuenta una anécdota terrible en la que explica como a través de una confesión espantosa los menores terminan narrando su historia: “Un compañero que trabajaba en una casa de acogida en El Chad, un día vio a uno de los menores debajo de un árbol, inmóvil y en estado de shock, cuando le preguntó qué le sucedía, el chico con apenas 13 años contestó: ‘No puedo olvidarme de la cara de mi padre antes de morir, pero lo peor es que no sé si fui yo quien le maté, disparamos junto con otro compañero y yo cerré los ojos’. Tras esa confesión ese menor rompió a llorar y empezó a contar su historia”. Las atrocidades que ha escuchado Pablo Pérez o la representante jurídica de ACNUR, Margarita de la Rasilla, son indescriptibles: “Estos menores están completamente destrozados y no hay que olvidar que ellos saben distinguir perfectamente entre el bien y el mal. La culpa los tortura toda la vida”, dice de la Rasilla.

Una vez reconocidos como niños soldados comienzan un tratamiento terapéutico y de acogida en alguno de los centros especializados. El paso a seguir es ofrecerles una identidad: “Las administraciones no son conscientes de los importante que es la identidad para estos menores. Más de una vez les he preguntado cuál era vuestro mayor sueño en el país de acogida, y todos contestaban que era tener un documento de identidad. No estamos hablando de cuestión de papeles, sino del derecho a ser reconocidos y el sentir que un país se hace responsable de ellos”, explica el mercedario.

Desde la Coalición Española para acabar con la utilización de niños soldados, solicitan que se tome más en serio el ofrecerles asilo político, que se deseche la idea de repatriarlos (si son menores no acompañados) y que se compatibilice el asilo con el permiso de residencia: “Después de haber tratados sus traumas y haberles aportado confianza, les tenemos que dar la esperanza de tener un futuro y poder gestionarlo, está en nuestras manos. No podemos decir que es una generación perdida”, concluyó Pablo Pérez.


Niños soldados en cifras

Según el último informe de UNICEF habría alrededor de 300.000 niños soldados en el mundo. Son reclutados por 85 países y participan en enfrentamientos bélicos en 30 estados.
  • En África actualmente combaten 120.000 niños. En la República Democrática del Congo se estiman 12.000 menores; en Uganda 25.000 menores son usados como soldados, esclavos sexuales, de los cuales 7.500 son niñas y 1.000 han concebido hijos en la actividad; en Sudán 17.000 menores pertenecen a las fuerzas gubernamentales, a las paramilitares y a las rebeldes.
  • 10 países del mundo utilizan menores de edad en los frentes de combate, entre ellos Estados Unidos. En diciembre de 2002 se ratificó el Protocolo Facultativo sobre la Convención de Derechos del Niño de la ONU que permite el reclutamiento voluntario de menores pero se prohíbe su envío al frente. Sin embargo entre 2003 y 2006 Estados Unidos envía 62 soldados menores al frente en Irak y Afganistán. En abril de 2003 se registraron en la prisión de Guantánamo, tres prisioneros de 13 a 15 de edad, calificados como ‘enemigos combatientes’.
  • Inglaterra es el único país europeo que recluta soldados a los 16 años y a los 17 los envía al frente.
  • Los principales países que reclutan a niños soldados son: Afganistán, Angola, Birmania, Burundi, Colombia, República Democrática del Congo, Costa de Marfil, Uganda, Guinea, India, Irak, Israel, Indonesia, Liberia, Nepal, Filipinas, Rusia, Ruanda, Sri Lanka, Somalia y Sudán.
  • Israel y territorios ocupados utilizan menores palestinos como escudo humano.
  • En Afganistán hay 14.000 niños entre 12 y 14 años prestando servicios a grupos armados. Las niñas menores son obligadas a casarse con comandantes.
  • La edad media de los niños soldados son entre 15 y 18 años. Existe la presencia de niños soldados de 12 y 14 años, y en el Congo y en Birmania los soldados llegan a tener 7 años.
  • Dese 1990 la guerra ha causado en todo el mundo: 2 millones de niños muertos, 6 millones de niños heridos graves, 10 millones de niños con traumas psicológicos y 25 millones de niños separados de sus hogares.

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