jueves. 28.03.2024

Pedro Corral | Concejal de las Artes del Ayuntamiento de Madrid

Estimado señor:

Habiendo conocido la ínsólita destitución de Miguel Munárriz como director del Teatro Fernán Gómez y posteriormente como adjunto a la dirección de programación de Artes Escénicas del Ayuntamiento de Madrid -tarea para la que surrealista y bochornosamente se le otorgó la confianza durante sólo dos días, un periodo que no nos cabe duda que usted juzgará insuficiente para acreditar resultados-, nos dirigimos a usted con una mezcla de perplejidad, de inquietud y de indignación.

Es evidente que el citado cese no se debe a razones profesionales, sino a esa actitud de caciquismo autoritario y cortesano con que se dirige la cultura pública en España y muy particularmente en Madrid. El desempeño de Miguel Munárriz al frente del teatro Fernán Gómez ha sido ejemplar, como las cifras económicas y el renovado prestigio de la sala prueban, de modo que cabe preguntarse si lo que los responsables políticos del Ayuntamiento de Madrid buscan son gestores eficaces o, por el contrario, gestores ineptos y mediocres que lleven las instituciones culturales al desastre y que den así un pretexto para que se prescinda de ellas y se privaticen. Quizás el error de Miguel Munárriz —y de muchos otros en situaciones parecidas— haya sido en ese caso tratar de crear un espacio en que, sin renunciar a las señas de identidad del Fernán Gómez y sin descuidar su viabilidad económica, hubiera dinamismo cultural y renovación artística.

Los comportamientos intrigantes, maniáticos y sectarios de don Fernando Villalonga hace tiempo que son conocidos en los ambientes culturales de Madrid, y nos parece que la Junta de Gobierno de la ciudad debe actuar sin más dilación para atajarlos, so pena de convertirse en cómplice solidaria de esos comportamientos cuando sean públicos. La cultura, como usted sin duda sabe, es el único cimiento sobre el que pueden asentarse la dignidad de los ciudadanos y la idiosincracia de la sociedad. La cultura, además, es uno de los escasos sectores económicos en los que Madrid puede obtener un crecimiento casi ilimitado. Desmantelar o degradar las estructuras culturales públicas y someter su gestión política a las reglas de la arbitrariedad, la mentira y la codicia sólo pueden contribuir, por tanto, al descrédito de quien lo consiente y, con mayor gravedad, a la ruina civil de todos nosotros.

Le ruego que, en el ejercicio de sus funciones, que son el resultado del mandato de los madrileños, ponga remedio a esta situación insostenible y deshonrosa que mancha directamente al Ayuntamiento de la ciudad. En estos tiempos de escasez y de penuria, se puede ser pobre, pero no indecente.

Munárriz y la cultura en Madrid