martes. 19.03.2024
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©Bryce Groark

Dicen que el saber no ocupa lugar… pero eso que se lo digan a las baldas de mi librería… ¡vencidas por el peso de tanta sabiduría! Es cierto que en los libros encontramos conocimiento, pero también, curiosidades que nos hacen más ameno ese aprender o saber.

En MUJERES DE LOS MARES, de Ediciones del Viento, hablo de 20 mujeres. Son personas normales (entendiéndolas como seres cotidianos) que realizan hechos extraordinarios. Porque… que gracias a estudiar los sedimentos que se han extraído por medio de perforaciones de hasta 2.000 m de profundidad en el lecho del continente antártico sepamos que hace 50 millones de años, en la Antártida no había hielo, y disfrutaban de unas temperaturas de 25 grados con un clima tropical… dime si no es algo completamente extraordinario. Y, sin embargo, es el trabajo de Carlota Escutia, paleoclimatóloga. O que Sylvia Earle se ganara su título de Dama de las Profundidades (Her Deepness) por darse un paseo por el lecho marino a 381 m de profundidad en Oahu (Hawái) en 1979 con un traje presurizado, denominado JIM, que ella misma diseñó es algo que nadie anteriormente había realizado, siendo, sin duda alguna, algo completamente fuera de lo común.

Pero, esta vez, quiero presentar a algunas de sus protagonistas por medio de anécdotas que las convierten en alguien más cercano.

Por ejemplo: Eugenie Clark, apodada The Shark Lady (La Dama de los Tiburones) por ser una persona que dedicó toda su carrera científica a estudiar a los peces, y sobre todo a los escualos y a los peces venenosos, teniendo miles de horas de inmersión junto a ellos, presumía de que tan solo una vez había sido mordida por uno de ellos. ¡Y en medio de una carretera! El hecho ocurrió del siguiente modo: Eugenie iba conduciendo su furgoneta porque se dirigía hacia una escuela donde iba a dar una charla sobre tiburones. Para apoyar su explicación, llevaba una mandíbula disecada de un tiburón tigre de 3 metros y medio, apoyada en el asiento del acompañante. De repente, un semáforo delante de ella cambió de color y se puso en rojo. Eugenie frenó bruscamente para evitar saltárselo y, temiendo que la mandíbula se dañara con la parte delantera del coche, extendió su brazo, sirviendo de escudo. Los dientes del escualo se hundieron en su brazo, dejando una marca de mordisco con forma de semicírculo. De ese modo, Eugenie Clark consiguió su primer y único mordisco de tiburón en su vida. ¡Ante un semáforo en rojo!

O Ángeles Alvariño, la gran precursora de la oceanografía en nuestro país, y una de las grandes eminencias en el campo del zooplancton en el mundo, tenía un fuerte carácter y, además, estaba muy orgullosa de ser española. Desarrolló la mayor parte de su carrera científica en Estados Unidos, pero no por ello (o puede que, precisamente por ello) dejó de defender el idioma castellano de un modo que, a veces, rallaba en el despotismo. Ella siempre firmaba su apellido, Alvariño, poniendo una tilde sobre la “n”, ya que la “ñ”, como todos sabemos, tan solo se puede escribir en el idioma castellano. Y, desde luego, como alguien se dirigiera a ella en español y cometiera un error gramatical, saltaba como un resorte y le corregía. Sin importar que fuera colaborador suyo o no.

De Sylvia Earle tan solo voy a hacer referencia sobre una de sus miles de inmersiones. Una de la que ella, a veces habla, y comenta el gran recuerdo que le quedó… sin especificar si bueno o malo, pero conociendo un poco de esta Gran Dama de los Mares, estamos seguros de que la balanza se inclinará hacia lo positivo. La ocasión en que se sumergió en Marion Reef, en el Mar de Coral, a 20 m de profundidad… y se encontró con más de 100 tiburones grises que, al descubrirle a ella y a sus acompañantes, les rodearon, formando un círculo a su alrededor, con curiosidad. Es decir, el investigador, investigado. Cuesta imaginar la escena… y seguir respirando.

De Jennifer Figge puedo decir cualquier cosa, porque lo más probable es que, sea lo que sea, no lo conozca nadie. Parece increíble la poca repercusión que tuvo en el mundo la hazaña de esta mujer que creo que se me escapa del grupo de “personas normales”. Porque, además de poseer una simpatía inconmensurable, Jenny completó nadando en varias ocasiones, cruces en el Océano Atlántico, en travesías de muchos días, y en largas jornadas cuya duración dependían de la meteorología, climatología o el estado de la mar. Comenzó el 9 de enero de 2009 y el último cruce lo realizó en 2013. ¿El más largo? El que le llevó desde Cabo Verde, el 8 de abril, hasta la isla de Antigua, en el mar Caribe, el 9 de mayo. Es decir, 41 días y un montón de millas náuticas. Y ahí van las curiosidades: nadó sin jaula para tiburones, porque el oleaje se lo impedía…, y sin atarse… con el correspondiente peligro de alejarse de la embarcación de apoyo que la acompañaba. Ello forzó a una vigilancia constante y a tener a un buzo experto en rescates preparado para entrar en acción cada vez que esta moderna sirena se zambullía. Otra curiosidad: en los 10 primeros días de la travesía de 2010, la nadadora sufrió el ataque de 6 escualos, aunque ninguno llegó a morderla. Para combatir esos ataques, pintaron a Jennifer unas rayas blancas en su traje negro de natación, simulando una serpiente de mar venenosa. A partir de ahí, los avistamientos se redujeron considerablemente.

Y Covadonga Orejas nos explica con detalle que no, que de verdad que los corales, tanto de arrecifes como los de profundidad, no son vegetales. Son animales. Aunque los veamos quietos como plantas. Y algunos, duros como rocas… son animales. Es más… son como un edificio creado por muchos microorganismos creando un "super organismo" que son las colonias de corales y gorgonias. Y ella trata de averiguar todo lo relativo a su especie. Por ejemplo, cómo viviendo anclados al fondo pueden recorrer distancias tremendas y colonizar zonas nuevas y alejadas, cómo se reproducen y se relacionan con otras especies, cómo forman sus poblaciones o se defienden de sus depredadores, qué densidad tienen sus poblaciones, de qué se alimentan… Además, estos animales (porque sí… hemos quedado en que los corales son definitivamente animales) son un armazón que ofrecen un espacio en tres dimensiones donde muchas especies encuentran cobijo y alimento: unos se ocultan entre sus ramas donde se sienten más seguras para traer a su prole al mundo, otros se cobijan de sus depredadores y otros consiguen su alimento de ellos.

Hay muchas más curiosidades de mujeres normales que realizan cosas verdaderamente extraordinarias, insertas entre las páginas de MUJERES DE LOS MARES que te animo a que descubras, sumergiéndote en su lectura. Para adquirir el libro: www.edicionesdelviento.es

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