viernes. 26.04.2024

Hace tiempo que escribir ha dejado de ser un placer para convertirse en una lucha que no me reporta satisfacción. Siempre he intentado ser honesto en mis escritos y tratar de construir, de aportar, tarea que se ha convertido en un imposible. Desde hace unos meses me veo sumido en un estado de insatisfacción que me impide describir, analizar y generar cualquier aportación que no sea un exabrupto de absoluta insatisfacción con la realidad.

Desde mi punto de vista, la política actual se orienta hacia el corto plazo, hacia una visión miope y egoísta que olvida la verdadera razón de la gestión

Mi problema es que no estoy de acuerdo con nada ni con nadie con responsabilidad política; con ninguno de los que deberían estar diseñando un futuro acorde con las grandes tendencias que ya se manifiestan y que consolidarán cambios sociales, políticos, económicos y que, en última instancia, condicionarán la vida de las jóvenes generaciones condenadas a adaptarse a una realidad que, según me parece y considero, se lo va a poner realmente complicado y difícil.

Desde mi punto de vista, la política actual se orienta hacia el corto plazo, hacia una visión miope y egoísta que olvida la verdadera razón de la gestión: la planificación de un futuro acorde con los cambios, las evoluciones previsible de los grandes retos que nos plantean las nuevas tendencias y los cambios que podemos ya percibir en terrenos que nos van a condicionar la vida sin ninguna duda.

El deterioro medioambiental sigue sin abordarse de forma global, único planteamiento que podría ser eficaz

El actual discurso evita hacer frente a los cambios y los retos que se avecinan y que ya muestran sus primeras consecuencias en el panorama laboral, social, económico y medioambiental, pero de eso no se habla en los discursos de los líderes políticos. La actual guerra desordena las prioridades, la energía -problema que se veía venir desde décadas y que los más preparados hablaban como el gran reto del futuro - ya lo condiciona todo, pero las soluciones aportadas se ciñen  sólo a los próximos meses, a poner parches temporales que no arreglan el enorme problema estructural que ya ha explotado.

El deterioro medioambiental sigue sin abordarse de forma global, único planteamiento que podría ser eficaz y que choca con la enorme resistencia de negacionistas y  de las empresas y sectores condenados a la realización de enormes cambios que requieren el acuerdo y la coordinación de todos los implicados. Los cambios derivados de la aplicación de los avances científicos no se planifican y las nuevas tecnologías acabarán por destruir el actual sistema laboral dejando enormes bolsas de desempleo para las que no se buscan soluciones.

No hay búsqueda de puntos de encuentro, no hay evaluación de los puntos de vista ajenos en perpetua búsqueda de entendimiento y de terrenos comunes sobre los que edificar y elevar el discurso

Ciñéndome a la realidad Española, lo que veo es un desierto de irresponsabilidad y de grandeza que nos condena a pequeñas guerrillas en las que sólo el ego de los políticos y la cerrazón ante los actuales retos y carencias hace que los problemas se enquisten, se eternicen y acaben por generar un estado de enfrentamiento en el que cada cual se ciñe y se restringe al manejo y consumo de los “argumentarios” que le son afines, desdeñando cualquier otro punto de vista como venenoso.

El sesgo de confirmación lo domina todo y son muchos los que ya no se acercan a considerar visiones que llegan de aquellos medios que ya consideran como fuente de “desinformación” contraria a sus creencias, proceso que reduce los puntos de vista y que los condena al absoluto autismo informativo.

No hay búsqueda de puntos de encuentro, no hay evaluación de los puntos de vista ajenos en perpetua búsqueda de entendimiento y de terrenos comunes sobre los que edificar y elevar el discurso. Los discursos se endurecen y solidifican sin otra finalidad que aferrarse a lo propio y a despreciar, sin analizar, lo que “los otros” pueden aportar, de manera que no hay forma de tender puentes y afrontar, de forma consensuada, esas soluciones que el futuro nos demanda y que no atendemos de la forma adecuada.

Escribir, en estas circunstancias, me resulta del todo imposible y lo único que me sale del alma y del poco criterio que puedo manejar, son gritos de indignación y diatribas viscerales que en nada colaboran con la necesaria reflexión y el imprescindible análisis reposado de los problemas.

Como decía Tambor en la película de Bambi: “Si al hablar no has de agradar, es mejor callar” de manera que me circunscribo a mi propio soliloquio y a la tranquila reflexión silenciosa de mis trayectos en moto.

Ya sabéis la razón de mi tranquilo silencio.

Motivos para el silencio