viernes. 29.03.2024
diosdado
Diosdado Rebollo y Josep Barceló en 1974.

Los viejos tenemos dos enemigos principales: el tiempo y el invierno. El primero porque transcurrió ya demasiado y el segundo porque nos hace más vulnerables al frío. Hay otro enemigo: la zafia ignorancia y arrogancia de muchos supuestos jóvenes que por saber manejar un ordenador se creen Da Vinci. Pero esto no toca ahora.

Por eso, Diosdado Rebollo se nos ha ido cuando el invierno llega y con casi 90 años bien vividos, vividos de verdad.

¿Qué quién es, porque lo será siempre, Diosdado Rebollo? Pues un paradigma humano integral del tipo de persona militante de la USO en los 60 y los 70; perfil que sería deseable que no se pierda o que se recupere de la nada de estas supuestas modernidades y perfomances on line. Ya me entienden.

No traté a Rebollo con la intensidad e intimidad que lo hicieron otros compañeros. Pero de la veintena de veces que compartí algo con él a lo largo de casi medio siglo ambos de militancia y dirigencia en la USO, puedo afirmar cabalmente que Rebollo era un militante de los imprescindibles, reflexivo, combativo, sin afanes de protagonismo estériles, leal a sus ideas, y valores, que él sí los tenía, a su Organización, hombre de unión e integración con los demás, no de división y conflicto, con sólidos fundamentos humanistas …

Su autoridad procedía de su edad, de la coherencia de su trayectoria, del valor de su esfuerzo por progresar con todos, de su bondad. Su mera presencia generaba sosiego, certeza de que sería el primero en cumplir y rendir cuentas, una disposición positiva y contagiosa a trabajar y luchar organizados y solidarios con los demás.

Rebollo era de los imprescindibles, como diría Brecht, porque lo daba siempre todo y hasta el final por los suyos, por la Clase Trabajadora, ya fuera en su versión de productora de riqueza industrial –casi 40 años en la histórica y combativa Hispano Olivetti de Barcelona-, ya fuera en su vertiente ciudadana de residentes en barrios obreros sometidos al azote de la especulación y el delito constructivo, la falta de equipamientos y el olvido, -su larga etapa de lucha y liderazgo vecinal, tras cerrar la fábrica, en unos de los distritos más emblemáticos de aquellas luchas, Nou Barris-.

Diosdado era, también, paradigma de esos constructores de Catalunya que durante el siglo XX contribuimos a duplicar la población laboriosa y decente de esta querida tierra procedentes de las otras Españas, que tuvieron aquí sus hijos, hicieron propia su lengua, echaron raíces y dejaron huellas que no borrará el tiempo, por mucho que algún acémila defina hoy a aquellas gentes como Rebollo de colonos más que de ciudadanos y trabajadores decisivos en el progreso de la Catalunya moderna, la Catalunya de todos.

Soy consciente que estas líneas las dicta el sentimiento más que la razón objetiva o el conocimiento profundo de Diosdado, como dije. Sentimiento que se reactivó hace unas horas cuando fui a darle el último adiós, junto a Barceló y Nuria, y estreché la mano de su hijo mayor, Oscar, el vivo retrato de su padre solo que más alto y rotundo, sin duda porque su infancia estuvo mejor alimentada que la de Rebollo, su padre, en su Castilla La Vieja natal.

No obstante, recomiendo adentrarse en la trayectoria vital de Diosdado (estas líneas no tienen ninguna pretensión biográfica) para comprobar que mi recuerdo y mi homenaje a él no son ninguna exageración. Recordar, por ejemplo, su actuación decisiva en 1978, como miembro por la USO del Comité de Empresa de la Olivetti, para lograr la Amnistía Laboral de los despedidos en la etapa final de la dictadura, que devolvió a la fábrica, entre otros, a Josep Barceló, que lideró la USO de Catalunya y con el que tanto sigo compartiendo. O la histórica lucha contra la aluminosis provocada por un constructor indecente en Nou Barris, dirigida por la Asociación de Vecinos al frente de la que estaba Rebollo …

Olivetti se fue extinguiendo y queda un inmenso centro comercial donde hubo una fábrica que llegó a tener 6500 trabajadores fijos en plantilla y 5000 comerciales en toda España. Una fábrica de obligada referencia histórica de la lucha obrera y sindical en Barcelona y Catalunya desde los albores de los 50.

Por el contrario, la gente decente y trabajadora que sigue llegando a Nou Barris procedente ahora de las Américas y las Áfricas, tiene mejores equipamientos de todo tipo y el fantasma de la aluminosis que devoraba las casas más humildes desapareció hace años.

Por todo ello, por tanto y tanto, mil gracias querido compañero Diosdado Rebollo por regalarnos tu vida.

Hasta siempre.

Mil gracias, Diosdado Rebollo, por regalarnos tu vida