viernes. 19.04.2024

La memoria histórica es un concepto historiográfico de desarrollo relativamente reciente, que puede atribuirse en su formulación más común a Pierre Nora, ​  que se refiere “al esfuerzo consciente de grupos humanos por encontrar su pasado, sea este real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto”. Las definiciones pueden ser diferentes, como la que postula M. Halbwachs en su obra póstuma, La memoria colectiva, en donde la define como la memoria de acontecimientos no vividos directamente, sino transmitidos por otros medios, un registro intermedio entre la memoria viva y las esquematizaciones de la disciplina histórica. ​

En España, el gobierno de Rodríguez Zapatero planteó “la ley de memoria histórica” con el propósito de compensar el olvido de las víctimas de la guerra civil española por la dictadura franquista. A raíz de la aplicación del concepto de memoria histórica, convertido en un instrumento de movilización intelectual y social, por Emilio Silva y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica​, se ha suscitado un debate historiográfico muy vivo sobre la oportunidad del propio concepto de memoria histórica, que es rechazado por algunos.

Unas breves reseñas históricas para centrar este tema. La cultura de la memoria en España pasó por una etapa de borrón y cuenta nueva (con la amnistía de 1977) y la siguió su más reciente búsqueda de rectificación. Santos Juliá relata la génesis y reivindica la ley de amnistía promulgada por el Parlamento en octubre de 1977 mientras solicita la necesaria asunción por el Estado de la carga de todo su pasado, sin distinciones entre unas y otras víctimas. Reig, sin embargo, reclama unas adecuadas políticas de la memoria pues entiende que la transición no se explica sin el miedo heredado del franquismo y, como consecuencia, considera que fue modélica en cuanto a que modernizó el país, pero no lo fue en absoluto en relación con la cultura política democrática, cuyo coste político y cultural fue la ignorancia del pasado y la ausencia de una formación cívica en valores democráticos. Muy crítico con el olvido historiográfico, la desmemoria histórica y la mitificación de la Transición se muestra también Juan Aranzadi que considera sobredimensionado el miedo a una nueva guerra que condicionó el consenso político en torno al reconocimiento de la monarquía instaurada por Franco y diluyó la responsabilidad de la sublevación militar de 1936 al culpar a los dos bandos enfrentados. En este cambio social respecto al olvido ha jugado un papel esencial una asociación como la ARMH, que resume su labor en tres planos: emocional (como terapia colectiva), en defensa de la cultura de derechos humanos (frente a la impunidad) y como generadora de nuevos hábitos sociales y capaz de introducir el reconocimiento social a las víctimas del franquismo en la agenda política y mediática (López Villaverde, 2014).

La psiquiatría próxima a los vencedores dotó al régimen franquista de las justificaciones pseudocientíficas necesarias para exterminar al enemigo inferior republicano, marxista o democrático que no puede ser considerado persona y debe ser eugenésicamente exterminado (siguiendo la ideología nacional sindicalista) para el buen funcionamiento de la “raza española”. Se llegó a escribir en documentos académicos esto:” Podemos demostrar la proporción al fanatismo marxista de los inferiores mentales y deficientes culturales incapaces de ideales espirituales y la proporción de psicópatas antisociales marxistas”, o esto: “Tiene la democracia el inconveniente de que halaga las bajas pasiones y concede iguales derechos al loco, al imbécil y al degenerado. El sufragio universal ha desmoralizado a las masas, y como en estas han de predominar necesariamente la deficiencia mental y la psicopatía, al dar igual valor al voto de los selectos que al de los indeseables, predominarán los últimos en los puestos directivos, en prejuicio de la raza”.

Desde la psicología política se propone recuperar la verdad, conocer lo que ocurrió, rehabilitar jurídica y socialmente a las víctimas, repararlas económica y simbólicamente, encontrarlas y, en su caso, y si así lo quieren los familiares, enterrarlas de acuerdo con sus peticiones, con justicia, homenajearlas y recordar su historia para que está no vuelva a repetirse. Esto cerrará definitivamente la “herida psicológica” de las familias de los vencidos doblemente en la guerra civil española.

Por último, compartir esta reflexión de Almudena Grandes:”Omitir las verdades no es otra cosa que una variedad refinada de la mentira”.

Memoria Histórica