viernes. 26.04.2024
 

Llevo conduciendo ya unas cuantas décadas y debo decir que el motivo por el que más veces he tenido que llevar el coche que he tenido que arreglar no ha sido por temas de motor ni de chapa, si no para reparar o cambiar el parabrisas. De forma bastante habitual ha sufrido el impacto de las malditas piedras que saltan inevitablemente contra el cristal, sobre todo de las secundarias. Las autopistas suelen estar más cuidadas pero tampoco están exentas de esas malditas trampas.

Hay que reconocer que las empresas especializadas en la reparación de los cristales y parabrisas, como carglass, son muy rápidos y eficaces a la hora de reparar el problema y cuentan con gran stock de fabricantes de primeras marcas.

Probablemente porque vivo en una zona rural es por lo que con tanta frecuencia tengo que acudir a ese tipo de talleres. Los caminos y carreteras comarcales por las que transito habitualmente son usados por furgonetas, tractores y camiones que a menudo dejan rastro de tierra o pequeñas piedras que provocan el impacto al ser lanzadas al aire, bien por los automóviles que vienen de frente como por los que van en nuestro mismo carril.

Antes de realizar un viaje es conveniente comprobar bien el aire de las ruedas, el aceite y el agua, el estado de los limpiaparabrisas, del sistema de lavado y del propio parabrisas

Conviene no dejar pasar esos pequeños “chinazos”, que aunque no impiden conducir, sí pueden provocar roturas más importantes ya que el cristal queda debilitado. Para poder arreglar esos golpes en el cristal, los daños producidos tienen que ser pequeños, menores al de la circunferencia de una moneda de dos euros, no debe estar en el ángulo de visión directo del conductor ni estar a menos de seis centímetros de los bordes. Si no se cumplen estas premisas, será necesario cambiar el parabrisas para estar seguros y tranquilos sin riesgo de complicaciones que pueden acabar en accidentes graves.

Actualmente muchos de los nuevos vehículos llevan incorporados sistemas ADAS, que se encargan de la seguridad, con cámaras que deben ser recalibradas siempre que se cambia el parabrisas. Esto es bastante desconocido por la mayoría de los conductores y, si bien no es una operación sencilla, debe ser realizada por profesionales. 

Antes de realizar un viaje es conveniente comprobar bien el aire de las ruedas, el aceite y el agua, el estado de los limpiaparabrisas, del sistema de lavado y del propio parabrisas. Si tiene grasa o algún producto que haya podido caer de los árboles y dificultar su limpieza cuando comience a llover o tengamos dificultades por niebla, nieve u otros fenómenos atmosféricos, podemos tener problemas para ver bien la carretera. Una buena visibilidad es clave a la hora de conducir seguro, y el cristal posterior y las ventanillas, así como los espejos deben estar siempre limpios y despejados.

En mi caso, llevo siempre en el coche un limpiador de cristales y gamuzas sólo para ese cometido. No hay que usar las mismas que se usan para limpiar otras partes del coche, ya que pueden llevar algo de grasa o suciedad. Los cristales hay que limpiarlos tanto por fuera como por dentro, ya que muchas veces no se ve a simple vista pero suelen estar muy sucios también en el interior.

Otro aspecto a cuidar son las escobillas que la gente no las cambia más que cuando se rompen (sin pensar que esto puede ocurrir en el momento más necesario). Además de limpiarlas conviene cambiarlas en torno al año. Notaremos que las escobillas no están bien enseguida porque al ponerlas en funcionamiento dejan zonas sin limpiar, estrías y bandas que hacen un efecto de cortina.  El caucho de la escobilla puede afectar y rallar los parabrisas. 

Comprobar que sale bien el agua del sistema de lavaparabrisas es una cosa que casi nadie hace. Tengo la costumbre cuando voy en el coche de algún amigo de pedirle que lo ponga en funcionamiento…y tengo comprobado que como mínimo uno de cada tres no funciona correctamente. 

El año pasado, cuando llegó la tormenta Filomena que arrasó en casi toda España, muchos conductores tuvieron que cambiar el parabrisas de sus coches porque usaban agua caliente para quitar la nieve o el hielo. El cambio brusco de temperaturas en el cristal los había agrietado y no se podían reparar. 

En resumen conviene recordar que tener en cuenta estos pequeños detalles, esas pequeñas roturas en el parabrisas pueden ocasionar males mayores y hay que solucionarlos inmediatamente. Como dice el refrán actualizándolo “Hombre previsor (o mujer previsora) vale por dos”.

Malditas piedritas en las carreteras