jueves. 18.04.2024

Los días 30 de noviembre y 1 de diciembre la Fundación 1º de Mayo de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras ha realizado en Madrid lo que se ha denominado “4º Congreso Trabajo, Economía, Sociedad – Empleo, Desigualdad, Límites del Crecimiento”[1] con algunas muy interesantes ponencias. Más allá de la incógnita del porqué de la denominación de “Congreso”, y del monopolio de las ponencias por muy dignos representantes de la academia, me quedo con la satisfacción de haber cubierto lo que alguien señaló como exigencia de cualquiera de este tipo de eventos: que hubieras aprendido algo, que te hubiera sugerido como mínimo una idea nueva.

La intervención del profesor César Rendueles de la Universidad Complutense de Madrid me ha resultado particularmente sugerente y en relación con ella quiero apuntar algunas reflexiones.

Antes sin embargo no quiero rehuir alguna preocupación resultante de los mensajes proyectados desde este “Congreso”, como es en mi opinión la comprobación de que este sindicato debería superar su autoafirmación como “sociopolítico” (que sí lo era el movimiento social de masas de “las comisiones obreras” en el franquismo) expresada en algunas intervenciones que situaron a este sindicato como único referente (“intelectual colectivo”) de la izquierda, ignorando la existencia, o la necesidad, del partido político.

Ello es lo que permitiría definir el propio sindicato como la “organización de la solidaridad” o la “solidaridad organizada”

Este planteamiento, además de debilitar los necesarios esfuerzos para levantar la necesaria organización política de las fuerzas de progreso, creo que reduce el potencial espacio sindical “de clase”, más amplio que el diseñado por tal autodefinición político-ideológica. Dejemos esta no secundaria cuestión para otro día, así como la afirmación, en otra importante intervención, de encontrarnos en una etapa de “desglobalización”, en lugar de situarse en la que entiendo como “otra globalización” a partir de la actuales e interrelacionadas crisis (pandemia, microchips, invasión de Ucrania, inflación, alimentos,…) que plantean la urgencia de definir políticas y propuestas sindicales globales para hacerles frente.

Retomo lo apuntado y sugerido por el profesor Rendueles. Su ponencia se tituló “Las mentiras de la meritocracia: mercado de trabajo y privilegio”, que, sin pretender resumir su amplia e interesante exposición, la entiendo como el rechazo de la “igualdad de oportunidades” como base de una sociedad libre, apuntando más bien hacia el clásico “a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus capacidades”, para desarrollarlo desde la relación de derechos y deberes (como señala el verso de “La Internacional”, nos recordó), de libertades y obligaciones, la existencia de discriminaciones sociales, de barreras materiales, de ventajas naturales, originales, de puntos de partida desiguales, impedimentos para el desarrollo libre e igualitario si sólo nos quedamos en la señalada igualdad de oportunidades y su mercantilización.

En mi intervención en el muy interesante debate que suscitó, tras otra intervención que apuntó la necesidad de desarrollar la idea de que la sociedad no se compone solo ni esencialmente de individuos, sino de la agrupación de éstos como colectivos, planteé que, a la vez que la reflexión de la relación entre derechos y deberes, habría que incorporar la reflexión sobre los intereses.

Intereses individuales y colectivos y su interrelación, esencial desde y para el sindicalismo. Éste no es, a mi entender, una asociación en torno a ideas, sino “de intereses”. Porque los intereses colectivos no son la suma de intereses individuales (lo sabemos bien cuando se trata de establecer la plataforma de un colectivo para la correspondiente negociación con la “contraparte” empresarial o institucional), aunque ciertamente parten de éstos.

Precisamente la clave para una eficaz negociación, con todo lo que comporta de tensión social, está en deducir de tales intereses individuales los intereses comunes, los que definen en definitiva el propio colectivo, y el “corporativismo” en torno a ellos, a la vez que plantean competencia con los intereses de otros colectivos. Intereses colectivos que, por contra, estimulan, generan, la solidaridad de los individuos que lo integran, superando los intereses individuales y competitivos entre esos individuos. Ello es lo que permitiría definir el propio sindicato como la “organización de la solidaridad” o la “solidaridad organizada”.

De hecho, considero hoy estas cuestiones no sólo como un posible y necesario debate de ideas en el sindicalismo, sino que la discusión sobre la globalización, sobre los intentos para la organización del sindicalismo europeo y el global, apunta la necesidad de establecer los intereses colectivos que justifican, exigen, fomentan,…, tales ámbitos de organización. Por su propia necesidad, para hacer frente a los postulados del populismo de extrema derecha que fomentan el nacionalismo en todos los ámbitos, también en el sindical, que pretenden romper la solidaridad en torno al necesario avance hacia una gobernanza global democrática.

Véase como ejemplo no secundario de los retos actuales la dificultad no superada para que el sindicalismo europeo asuma la necesidad de un salario mínimo europeo[2], o la más ambiciosa de una efectiva negociación colectiva europea, o la transformación de las afirmaciones de moda sobre las “cadenas de valor” en una iniciativa sindical clara en su ámbito, es decir desde la cabecera de las multinacionales hasta el último eslabón de sus cadenas de producción y distribución[3], …

[1] https://1mayo.ccoo.es/noticia:645981--4_Congreso_de_Trabajo_Economia_y_Sociedad&opc_id=a2932ac65afa81a420978b001bee51bb

[2] Salarios mínimos europeos (nuevatribuna.es)

[3] https://isidorboix.wordpress.com/2021/11/17/para-un-nuevo-convenio-oit/

Libertad, derechos y deberes, individuos y colectivos