viernes. 29.03.2024
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“Llega el momento en que el silencio es traición”.
Martin Luther King


No esperaba mucho del programa del domingo que conduce Ana Pastor, sobre la ley de “Identidad de género” pero cierto es que no pensaba en tan descarada propaganda de dicha ley. Fue de una abrumadora parcialidad, camuflada con un “casi” llanto de la diputada de la Asamblea de Madrid, Carla Antonelli, acompañada de una frase con muy poco sentido político: “La ley trans deben hacerla las persona trans”. La inconsistencia política se puso de manifiesto en la frase, máxime si quien la pronuncia es una persona con una larga trayectoria institucional.

En primer lugar, obvia que la ley “de identidad género” es pura metafísica, que solo es una construcción cultural del Patriarcado para que la mujer se ciña a los cánones marcados para ella en la sociedad androcéntrica, pensada para que el hombre sea el centro y la mujer solo su auxiliar.

En segundo lugar, proclamar que la ley trans deben hacerla el colectivo que, según los últimos datos, representa el 0,3 de la población, deja la puerta abierta a otros colectivos más numerosos para legislar leyes que les afectan.

Según su proclama, los inquilinos tendrían que dictar sus leyes para arreglar el bochornoso problema de los alquileres. También la juventud deberían dictar las suyas para acabar con el 40% de paro que sufre. Y puestas a pedir, las mujeres podrían dictar un decreto para eliminar la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres. 

Y si cada colectivo dicta las suyas, ¿qué sentido tiene el Parlamento?

Sigamos con la bendita ley. España es el segundo país europeo en pobreza infantil, pero lejos de remediarla se instrumentaliza el “sentir de género” para inducir a la infancia hacia un camino muy peligroso: el derecho a decidir quienes quieren ser, sin necesidad de la tutela de sus progenitores. Desbaratar así la protección de la infancia en la edad de crecimiento y pubertad, donde se realizan los naturales cambios biológicos hasta lograr la madurez del ser humano, además de un aberración, va contra de los Derechos de la Infancia.

Dejen a la infancia que crezca con las necesidades cubiertas para que logre una infancia saludable, y conseguir más tarde una juventud con plenas facultades para enfrentarse a la vida. A la infancia hay que darle comida, alojamiento, un buen ambiente, sanidad, educación y cuanto necesite para su desarrollo. No inventen un amigo invisible que le grite al oído cómo tienen que jugar o vestirse, ni decirle que su cuerpo no es el adecuado. Dejen que la infancia crezca fuera de arquetipos patriarcales. Déjenla crecer alejada de bloqueadores de la pubertad y de los daños colaterales que conlleva la hormonación de por vida.

La ley que pretenden aprobar da un patada al materialismo biológico en el que se han formado hombres y mujeres desde la prehistoria de la humanidad. Pero la ley ha puesto sus aspiraciones en la metafísica “identidad de género”. Ya existen numerosos estudios en los países que promulgaron leyes similares y son demoledores. Dejen a la infancia en paz, y si hay alguna niña o niño que se siente muy mal en su cuerpo, que se acoja a la ley de marzo de 2007 para hacer su cambio con las garantías y el seguimiento adecuado.

Hagan leyes para curar la desnutrición de la infancia que la padece, para suprimir las colas del hambre que cronifican la injusticia. Hagan leyes para sacar de la pobreza a las mujeres que caen en las garras de la industria de la prostitución. No alimenten la cosificación de las mujeres empobrecidas encerrándolas en granjas humanas. Las necesidades son las que necesitan derechos y hay millones de personas que están desprotegidas.

Hay un proyecto de ley que pende sobre las cabezas de las mujeres y de la infancia como espada de Damocles. Y es que ahora, a las religiones monoteístas patriarcales se suma la nueva doctrina Queer; doctrina que reniega, en primer lugar de las categorías biológicas hombre-mujer, y en segundo lugar de gays y lesbianas. Nacida en EE.UU y propagada por el neoliberalismo desde finales del siglo XX, la ficticia “ autodeterminación del género” fortalece el patriarcado. Según el texto de Butle, la heterosexualidad no es más que un espejismo: “¿existe acaso alguna identidad natural?”. Y bajo esa falsa premisa, afirma que la identidad sexual no es más que un constructo político, histórico, psíquico y lingüístico.

El sujeto que plantea la doctrina Queer rechaza toda clasificación sexual; las destruye para englobarlas en un totalizador mundo, aparentemente transgresor, que promueve un cambio social y colectivo. Un mundo sin distinciones, sin miedo, sin necesidad de defenderse, donde los seres no estén separados y se dediquen a darle sentido a sus vidas. La propuesta de Butler propone un mundo idílico sin tener en cuenta el sistema económico en el que nos movemos, y si lo tiene en cuenta no es para superarlo, sino para instalarse en él. Niega las relaciones de clases sociales y de producción que estructura la sociedad capitalista, sustituyendo la lucha de clases por “la creación de actos performativos en torno a la identidad”. Para la autora ya no es necesario la destrucción del capitalismo, sino la apertura de nuevos espacios políticos alternativos en el interior de la democracia capitalista. Es la tolerancia de los hipócritas; inventar palabras para negar la realidad e implantar el nomadismo de género.

A partir de 1990, la teoría posmoderna Queer (ampliamente apoyadas por el poder y la academia) está pensada para acabar con el feminismo, ya que nada dice de la violencia que se ejerce contra las mujeres, es muy tolerante con la prostitución, la pornografía y otras variantes... ¿Qué intereses se esconden tras las diversas identidades? Y al reducir la mujer a una identidad metafísica, niega toda la base material sobre la que se construye la dominación hacia la mujer. No son pocas las feministas que se oponen frontalmente a la posmoderna teoría. La feminista Nancy Fraser afirma en sucesivos libros que las políticas de la identidad se oponen a la lucha por la justicia social. En el año 2000, Lidia Falcón realizó una crítica a la teoría Queer, en el capítulo V en el libro, Los nuevos mitos del feminismo. Kalinda Marín sostienen que el antifeminismo de Judith Butler tiene como principales referentes a varones, a los que sirve fielmente defendiendo el porno, la prostitución, la misoginia organizada, y el cuestionamiento del sujeto mujer. Victoria Sendón arremete contra el concepto “autodeterminación de género”: que es esto que una persona es de su género sentido y no de su género al nacer, que uno es lo que se sienta y que puede sentirse lo que quiera (hombre, mujer, fluctuante, etc.).

Conclusión: “La identidad de género" es un choque frontal entre el materialismo filosófico que sustenta el feminismo y el idealismo que promueve la individualista teoría Queer. Con tanta promoción de entidades, puede que terminemos hablando del sexo de los ángeles y de otros entes que puedan aparecer.

Mujeres bajo la espada de Damocles