viernes. 29.03.2024

PRIMERA LEY ECONÓMICA: Ante la inflación, rebaja/congelación de salarios y pensiones. Ante la deflación, rebaja/congelación de salarios y pensiones. Ante el crecimiento, rebaja/congelación de salarios y pensiones. Ante el decrecimiento, rebaja/congelación de salarios y pensiones. Ante el estancamiento, rebaja/congelación de salarios y pensiones…

SEGUNDA LEY ECONÓMICA: Ante la inflación, incremento de los beneficios empresariales y financieros (incluidos tipos de interés). Ante la deflación, incremento de los beneficios empresariales y financieros (incluidos tipos de interés). Ante el crecimiento, incremento de los beneficios empresariales y financieros (incluidos tipos de interés) ... Ante el decrecimiento, incremento de los beneficios empresariales y financieros (incluidos tipos de interés). Ante el estancamiento, incremento de los beneficios empresariales y financieros (incluidos tipos de interés) …

Estos dos mandamientos de la Ley del Mercado se resumen en uno solo: cobra lo más, paga lo menos. La Ley de la codicia. Lo que los “antiguos” llamaban, explotación.

Bien aprendidas estas dos primeras lecciones están Uds., mis queridos educandos, en condiciones de obtener la Licenciatura en Ciencias Económicas al menos por la Universidad de Harvaravaca (USA) y, en consecuencia, de disputar sus puestos a Lagarde, Calviño, Pablo Hernández de Cos (si es que saben colocarse, regatear y jugar sin balón y entre líneas). Bien digeridas y aplicadas a cualquier situación estarán en condiciones de pasar por la izquierda a los más prestigiosos economistas liberales como Daniel Lacalle, José Carlos Díez, etc. ¡No es difícil!  La cosa consiste en que, ante cualquier escenario económico, los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. La Ley del desarrollo desigual. Es más, los pobres deberán estar agradecidos a los ricos, porque gracias a éstos, ellos son lo que son y no nada peor.

Y si aspiran al Doctorado cum laudem, hablen mucho de la Ley de la Oferta y la Demanda, el Mercado y, ni se les ocurra subjetivar (la Ley de la codicia, la explotación, el desarrollo desigual, etc.) porque eso es lenguaje de rojos y todo el mundo sabe que los rojos no saben nada de economía. ¡A ver! ¿Cuantos economistas rojos trabajan en el Banco Mundial, en el Banco Central Europeo, en el Banco de España, etc.? ¿Cuántos rojos hay milmillonarios? QQD. (¡Lo Que Queríamos Demostrar!)

Ahora bien, si aspiran a la marginalidad, a provocar y que les miren raro, cuestiónenselo todo. Lo que no se lo aconsejo. Para empezar, comiencen a escribir “ciencias económicas”, “macroeconomía”, “mercado”, todo ese lenguaje hiperbólico y grandilocuente, con minúsculas. Resituemos toda esa pedantería. Las ciencias económicas se basan en leyes científicas del menor grado de rigor posible. No hay leyes “deterministas”, aquellas que establecen una relación de causalidad entre un hecho y unas consecuencias o a la inversa.

Tampoco leyes “de probabilidad”, aquellas que establecen que siempre que se da un hecho existe una probabilidad cuantificable de que se dé un determinado efecto o consecuencia. Las leyes científicas propias de las ciencias humanas son “leyes de tendencia” que implican que ante un hecho puede darse una consecuencia o no y si se da el efecto no es cuantificable. Es decir, si sube la oferta, tienden a bajar los precios y si se incrementa la demanda, tienden a subir. O no. Dicho de otra manera, a diferencia de las leyes deterministas y de las de probabilidad, las leyes de tendencia no establecen una relación constante entre dos o más variables o factores. Establecen una relación que no siempre acontece ni, cuando acontece, con la misma probabilidad. Si el aumento de la oferta o la demanda incide en los precios es por la concurrencia de otros factores concurrentes que no se contemplan en la ley.

Así la ley de la oferta y la demanda sólo opera en determinadas condiciones de perfecta competencia libre en un concreto mercado. En cuanto, hablamos de mercados regulados, pseudo regulados, oligopolios o monopolios, olvídense de leyes objetivas, incluso de las más relativas de todas, la de tendencia, porque en esos casos la conformación de los precios depende de la voluntad del regulador –que a veces no es una voluntad autónoma e independiente de los trust- o de los integrantes de los oligo o monopolios. Y aún en el caso de mercados en perfecta competencia, la oferta y la demanda sólo influirían en la parte del precio final imputable a los costes. Pero el precio se integra además por los beneficios y la cuantificación de estos tampoco depende de factores objetivos, sino de la voluntad expropiadora de los “agentes del mercado”.

En estos últimos días, las autoridades europeas abordaron la explicación de la inflación en Europa. Significativamente señalaban cómo la economía española presenta la mayor tasa de inflación pese a que su dependencia del gas y el petróleo  rusos es menor que la del resto de los países. Incluida Alemania, cuya dependencia es significativamente mayor, prácticamente total. El gas que consumimos en España es prácticamente en su totalidad argelino y el petróleo árabe. Más aún, si consideramos la tasa de inflación “subyacente” (sin considerar energía y productos alimenticios) se reproduce la situación: nuestra tasa de inflación está en cabeza, o más bien en la trasera.

Por si les queda alguna duda de la inexistencia de causa objetiva, las propias autoridades económicas comunitarias explican, con escasa repercusión en la prensa española, que este diferencial de la economía española trae su causa “de los agentes del mercado”.  Es decir, es una causa que sólo se puede encontrar en la voluntad subjetiva de energéticas y petroleras, en las decisiones de éstas. A que estas son más avarientas que en el resto de los países y se les consiente serlo.

Puede haber causas concurrentes, como la falta de abordaje de las causas por el Gobierno que sustancialmente ha consistido en la rebaja de impuestos al consumo eléctrico y en la subvención del precio de los combustibles, medidas que encubren subvenciones indirectas a eléctricas y petroleras que absorben esas minoraciones y las convierten en beneficios, que no las traducen en rebajas de precios. De nuevo la Ley de la codicia.  

Cuando las petroleras nos explican que los precios suben “como un cohete” y bajan “con paracaídas” porque deben dar salida al producto adquirido a mayor precio y eso no es instantáneo, olvidan que cuando subieron los precios también tenían los tanques llenos de un combustible adquirido a menor precio, lucrando una subida indebida por el “efecto cohete”.

La única medida adoptada parcialmente eficaz es la reducción del cómputo del gas a la hora de determinar el precio de la electricidad, pero se ha ejecutado de manera tan tímida que se van a garantizar unos precios a las eléctricas que no bajarán del doble de los anteriores a la actual situación. Como en los casinos, la banca siempre gana. En este caso, mínimo el 100%.

Hay además un dato relevante, que hoy se tapa de igual modo, y que conduce a la misma conclusión, la inflación española es previa en casi un año a la guerra de Ucrania, que es el factor más importante en su desencadenamiento de manera generalizada. Alguien nos debe una explicación. Y esta tiene que ver indudablemente con la sed de beneficios de Endesa, que ya ha vuelto a resultados positivos y tiene expectativas de futuro magníficas a pesar de la crisis, e Iberdrola, que ha disparado sus beneficios y espera incrementarlos aún más. Tras esta guerra económica se oculta, también,  una batalla política personal del Presidente de Iberdrola, Don Ignacio Sánchez Galán, imputado en varias causas penales por haber utilizado supuestamente los servicios del Comisario Villarejo contra ACS, SACYR-VALLEHERMOSO, etc. con vulneración de toda clase de derechos constitucionales y las supuestas reglas de la competencia en el mercado. Según parece espera alguna decisión judicial análoga a la de Botín padre.

Y ante este panorama, de inflación e incremento de beneficios, volvemos a las dos primeras y básicas lecciones de economía que les anticipé. La primera, no tocar los beneficios del Gran Capital, incluso incrementarlos mediante la rebaja impositiva y las subvenciones indirectas y el alza de los tipos de interés. Y que la crisis la paguen los de siempre. Si desde la crisis del 2007 las rentas salariales han perdido un veinte por ciento de su poder adquisitivo, sólo en este año habrá que añadirle una pérdida adicional próxima al diez por ciento. Seremos un treinta por ciento más pobres. Los que ya lo son lo serán un treinta por ciento más. Y los que ya están en la miseria tendrán la inmensa fortuna (¿?) de no poder ser más pobres.

No es el mercado, amigos. Es el Gran Capital monopolístico y sus cómplices.

La ley de la codicia, la oferta y la demanda