sábado. 27.04.2024

Aunque tengas costumbre de verlas a tus pies mientras paseas por cualquier calle berlinesa, siempre impresionan sus leyendas cuando decides reparar en ellas. Esos pequeños cuadrados de latón están incrustados en el suelo, a la entrada del portal donde residían quienes fueron desalojados de sus casas y conducidos a una muerte anunciada por ser diferentes. Ayer di con las de un matrimonio apellidado Marcuse. De soltera ella se llamaba Cohn y a buen seguro era de origen judío. Quizá se trataba de una pareja mixta y él no lo fuese. Puede que por eso se quedarán en Berlín. Aunque también pudo influir su avanzada edad, al ser casi octogenarios. En octubre de 1943 fueron deportados a Theresienstadt, donde murieron con un mes de diferencia.

Es difícil contar tanto en un espacio tan exiguo. Quien lo lee debe poner de su parte, para reconstruir esa pequeña historia de unos ciudadanos corrientes, cuya casa se salvó de los bombardeos, pero cuyo destino quedó sellado por la barbarie nazi. Su triste final es trasladado así a las nuevas generaciones, que tuvieron la suerte de no vivir aquellos horrores, aunque quizá les toque padecer otros de parecido tenor. Es inevitable hacer la comparativa con las víctimas del franquismo. No me refiero propiamente a las de la Guerra Civil (que también), sino sobre todo a los muertos tras el final de la contienda. Esos cadáveres que fueron sepultados en fosas comunes.

Hacen falta muchos documentales que aporten testimonios para poner en solfa los revisionismos tendentes a reescribir la historia con hechos alternativos y posverdades

Rajoy presumía de no haber dado ni un duro para favorecer la memoria histórica. Sacar el féretro del dictador de su faraónico mausoleo fue un acontecimiento histórico, muy contestado por los nostálgicos del régimen franquista y en particular por la Fundación Francisco Franco. Si alguien busca el bunker de Hitler en Berlín tendrá que poner todo su empeño. La diferencia entre ambos es que uno perdió su guerra y el otro resultó victorioso en su alzamiento militar. Europa no sostuvo a los republicanos españoles, ni siquiera tras haber combatido estos contra el nazismo. Al inquilino del Pardo acabó reconociéndole la comunidad internacional porque interesaban unas bases militares y después de todo ya era bastante inofensivo.

Emociona visitar el Museo de la Memoria chileno. Los jóvenes lloran al ver las imágenes que muestran el bombardeo del Palacio de la Moneda y a ese Allende que prefirió morir sin abandonar su despacho. Pinochet impuso la ley del más fuerte y años más tarde perdería un referéndum que pensaba ganar de calle, como cuenta la película No de Pablo Larraín. En las últimas elecciones chilenas parece que se han abierto de nuevo sus alamedas y se anuncia un cambio constitucional que podría desenraizar lo sembrado por la dictadura pinochetista. 

El actual presidente de Ucrania está enfrentándose a una nueva barbarie y está poniendo en graves aprietos al todopoderoso ejercito de Putin. Millán Astray fulminó a Unamuno, como cuenta el excelente documental Palabras para el fin del mundo, pero no sirve de nada vencer sin convencer, como ha demostrado tantas veces la historia. Hacen falta muchos documentales como el recién citado, que aporten testimonios para poner en solfa los revisionismos tendentes a reescribir la historia con hechos alternativos y posverdades. 

Volviendo al principio, pasear por Berlín resulta muy instructivo. Por todas partes hay placas que consignan las residencias de gentes que han contribuido a la cultura universal, como Arendt, Benjamin o Bloch, para ceñirnos a la filosofía y no extender un repertorio inabarcable. Suelen estar además en colonias de artistas, hechas por la en su día denostada República de Weimar. Casas funcionales, inspiradas por el movimiento Bauhaus. Normalmente sobrevivieron por abandonar Berlín en 1933, cuando Hitler accede a la Cancillería y se hace con un poder absoluto que desprecia las reglas del juego democrático. Con los tiempos que corren conviene recordar esta lección de la historia y aparcar las frivolidades para que no anide otra vez el huevo de la serpiente.

Las lecciones de la memoria histórica