jueves. 25.04.2024

La semilla de la xenofobia cala en la realidad española

AGNESE MARRA
Diez años después de oleada racista de El Ejido, la situación de este pueblo apenas ha cambiado. Otras muchas localidades se encuentran en la misma situación: inmigrantes hacinados, explotados y ubicados en guetos, que conviven con españoles con una situación laboral cada vez más frágil. Un cocktail explosivo del que algunos partidos sacan tajada.
NUEVATRIBUNA.ES - 15.02.2010

En los últimos meses los estereotipos contra la inmigración han vuelto a salir a la palestra. La crisis, las cifras récord de desempleo y en definitiva la compleja situación económica que sufre España, construyen un escenario idóneo para amparar ideas xenófobas.

Según el diccionario de la RAE, racismo significa: Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros.2. Doctrina antropológica o política basada en este sentimiento y que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior.

Ambas definiciones se plasman en parte de la realidad española. En los últimos años se han formado determinados partidos políticos con la excusa de defender programas xenófobos . Plataforma Per Catalunya (PxC), con Josep Anglada a la cabeza, es el modelo más claro de agrupación política que existe por oposición a un colectivo social, y no por defender una ideología concreta. Su discurso anti-inmigración, especialmente islamófobo, colectivo al que calificó de “chusma”, y determinadas actuaciones de líderes de su partido como la quema de mezquitas (marzo de 2002) han conquistado el corazón de más de 12.000 catalanes que en 2007 le dieron sus votos con los que a su vez consiguieron un total de 14 concejales.

A un año de las elecciones catalanas, PxC aspira a ampliar notablemente la plantilla de adeptos y tener representación en el Parlament. Los pueblos con mayor índice de concentración de inmigrantes, que no mayor número, son sus fieles votantes. Estas zonas también son los núcleos idóneos para que se desencadenen acontecimientos violentos. El último incidente acontecido en Rosarno (sur de Italia) con su batalla campal contra los subsaharianos es un ejemplo de lo que también ha sucedido y puede suceder en España.

En el último mes los incidentes de Vic y Torrejón de Ardoz negándose a empadronar inmigrantes, volvieron a mostrar que los estereotipos emergen sin pudor. Derechos fundamentales como la educación o la sanidad se pusieron en tela de juicio por el mero hecho de que quien los recibiera fuera inmigrante ‘irregular’.

La crisis económica no es la única excusa para entender este resurgimiento xenófobo. SOS Racismo hace años que viene alertando de la ‘institucionalización del racismo’ en España: “Cuando se abandonan las políticas sociales y de integración y se permite, cuando no se fomenta, la segregación en la vivienda surgen manifestaciones de descontento social. De esta manera se corre el riesgo que este descontento se canalice hacia el odio al diferente, es decir, hacia una violencia racista”, han explicado desde la ONG.

La formación de guetos no es culpa de los inmigrantes. Los sin papeles llegan a una ciudad en busca de trabajo y se convierten en operarios de la economía sumergida, pero pocas veces obtienen el ‘papel’ de vecinos. El eslogan que utilizó hace años el ex alcalde de El Ejido ‘a los ocho de la mañana todos los inmigrantes son pocos y a los ocho de la tarde nos sobran todos’ es una frase que define bien la situación que padecen miles de extranjeros, a los que la tensión social y la falta de políticas de integración les obliga a relacionarse entre ellos y a concentrase en las mismas zonas.

EL FANTASMA DE EL EJIDO Y OTROS EJEMPLOS

En estos días se ha recordado el décimo aniversario de uno de las oleadas racistas más brutales que se han producido en España. El 7 de febrero de 2000, un joven marroquí de con trastornos mentales apuñaló a una mujer causándole la muerte en el acto. Cientos de vecinos salieron a la calle a vengar la muerte de la joven española y gritar consigas contra los trabajadores marroquíes. Comenzaba así una violencia desmesurada contra la población de origen extranjero, con la quema de sus negocios y viviendas, asaltos a sedes de ONG y asociaciones de inmigrantes.

Según SOS Racismo esa explosión no surgió de la nada, sino que fue fruto “de una política local, fundamentada en la segregación de la población inmigrante, la mayoría de origen marroquí, a la que sólo se admitía como mano de obra barata pero no como vecina”. En esos momentos las autoridades almerienses y el gobierno de España aseguraron que “tomaban nota” para que no volvieran a producirse hechos de esta índole. Pero no han hecho sus deberes.

Hace tres meses el periodista suizo Chistophe Chammartin , convivió durante varias semanas con los magrebíes de El Ejido. De esos días surgió un reportaje fotográfico como poco preocupante, y dio a conocer una realidad muy similar a la de la pasada década. En 2010 más del 50% de los inmigrantes que viven en la localidad almeriense no tiene trabajo, lo que supone que cualquier oportunidad laboral que les salga les convierta en personal sumiso, aceptando todo tipo de condiciones.

Viven hacinados en tiendas de campaña improvisadas. Las autoridades de la ciudad les niegan servicios básicos como la recogida de basuras. Para conseguir agua potable tienen que recorrer al menos un kilómetro. Pero una de las situaciones más alarmantes es su incomunicación con el resto de la sociedad. Chammartin asegura que “los inmigrantes nunca se acercan al centro de la ciudad, porque las agresiones racistas son frecuentes, a veces de mano de la Guardia Civil”.

La situación actual de El Ejido parece haber cambiado muy poco. La fórmula es la misma: explotar a los inmigrantes para ganar dinero y expropiarles una vida digna, con unos mínimos derechos. “Cualquier pequeño incidente podría volver hacer estallar la llama de rencor”, aseguraba el periodista suizo experto en migraciones.

Lo acontecido en El Ejido, se ha repetido en diversas localidades españolas. El municipio de Can’ Anglada (con muchos votantes de PxC) en 2003 un grupo de skinheads atacaron a una familia de marroquíes. Los inmigrantes se defendieron y eso provocó una oleada de violencia de sus vecinos sobre la inmigración de la zona, la cual supone e 20% de la población.

En 2004 un grupo de trabajadores del calzado, entraron en un polígono industrial de Elche, obligando a salir de sus tiendas a los mayoristas chinos, vaciando sus contenedores y quemando cientos de cajas de sus zapatos. Los españoles gritaban: “¡Estamos hartos de chinos!”, “¡Quemadlo todo!”, “No podemos sobrevivir, con los chinos no podemos competir”.

La última gran oleada racista se produjo en 2008, en Roquetas de Mar (Almería). Todo empezó con el asesinato de un joven senegalés, lo que desembocó en dos días de fuertes altercados, y en un pavor de las administraciones de que se volviera a vivir un nuevo ‘caso Ejido’.

La segregación de la vivienda, la ausencia de políticas integradoras, las paupérrimas condiciones laborales de los inmigrantes, unido todo ello a la cada vez más frágil situación laboral de los españoles, son un caldo de cultivo de nuevos incidentes xenófobos.

Según SOS Racismo la reforma de la Ley de Extranjería no ayuda a calmar los ánimos: “Sigue siendo segregadora y paradigma del racismo institucional. Ofrece viejos remedios para nuevas realidades, se olvidan de que existe una población asentada, que vive y trabaja en España, al margen de tener o no su situación regularizada”, señalaban en nota de prensa.

Partidos como PxC, acciones como la de Vic, la prohibición de entrada de negros en determinadas discotecas de Torrejón (informaba hace unas semanas el diario El País) son datos suficientes para estar alerta y evitar una todavía mayor criminalización de los inmigrantes.

La semilla de la xenofobia cala en la realidad española