viernes. 29.03.2024

Desde hace varios meses éramos conocedores de la enfermedad que padecía Javier. El sabía perfectamente y así lo transmitía con entereza que difícilmente iba a tener curación.

Escribir una necrológica nunca es fácil. Más si la persona de la que se habla es admirada y respetada por todos los que le han conocido. Quizás la mejor manera de componer una imagen cercana a la realidad de su personalidad es sumar recuerdos, hechos vividos juntos, anécdotas y pareceres de sus amigos y compañeros.

En mi caso trato de recordar lo más fielmente posible los momentos vividos con él, fruto de la militancia política en la misma organización durante muchos años, el PCE, y en la relación personal mantenida posteriormente ya apartados ambos de la actividad política diaria y absorbente que nos ocupó en aquel periodo.

Mi primer recuerdo es en el Comité Ejecutivo del PCE, dirigido por Julio Anguita, del que Javier era miembro y yo asistía como invitado al pertenecer al Secretariado del Comité Central. Los primeros en llegar a la amplia sala eran los “históricos”  Francisco Romero Marín y Simón Sánchez Montero. En el amplio rectángulo que formaba la mesa “el tanque” se sentaba el primero a la derecha de la mesa reservada para la Presidencia y Simón a su lado. Javier, llegaba siempre puntual y se sentaba al lado de Simón, creo yo, por respeto hacia su figura y porque debía pensar que algo se le pegaría de su experiencia y sensatez.

Francisco y Simón muy raramente intervenían. Se podría decir que prácticamente nunca. Escuchaban y nunca se levantaban desde el comienzo de la reunión hasta el final. Eso sí no se perdían una palabra o un gesto de lo que allí se decía o se expresaba. Javier si intervenía y con tacto, prudencia y extensión, expresaba con firmeza matices y opiniones no siempre coincidentes con las presentadas por Julio en la introducción de la reunión.

Como ya han expresado algunos de los que han escrito sobre Javier, esas diferencias de parecer terminaron en profundas discrepancias que se expresaron en los congresos del PCE posteriores, en las asambleas de Izquierda Unida y que se plasmaron en candidaturas distintas, mayorías y minorías, que culminaron en la marcha, o expulsiones, de esas organizaciones de los que pensábamos como Javier.

Sin duda ese momento de ruptura con “nuestro partido”, en el que habíamos ingresado siendo unos niños, que nos había formado y llenado la actividad política, veinticuatro horas al día y siete días a la semana, supuso para Javier un fuerte desgarro interno, del que estoy convencido, nunca se recuperó. Porque Javier por encima de otras facetas como profesor, escritor y hombre de familia, era un militante, un convencido de que pensar la política, profundizar en el análisis de las alternativas y tomar decisiones para poner en práctica la mejor opción, era el motor de la historia y lo que hace avanzar los derechos de los trabajadores, de las capas desfavorecidas de la sociedad. Eso no es óbice para que más de una vez les sugiriera a sus amigos más cercanos que tenía dudas y expresara “Qué hago yo aquí”, en medio del fragor de los enfrentamientos internos partidarios.

La decisión de marcharse a ejercer la docencia a un país lejano no pudo ser ajena a esa ruptura y a esas dudas sobre si ese era el lugar donde más podía aportar. Nunca lo hablé con él pero así lo pienso.

Antes de ese alejamiento tengo en el recuerdo dos momentos compartidos con Javier. El primero en una feria de Sevilla, donde con Eduardo Saborido y Pedro Fuentes de anfitriones, pasamos toda una noche visitando las casetas del PCE, de Comisiones Obreras y otras muchas donde Javier, Eduardo y Pedro entablaban conversación con multitud de compañeros, camaradas y amigos en las que iban desgranando y explicando las características de cada uno, su personalidad, y lo que podríamos definir como la “idiosincrasia” de los sevillanos, que Javier analizaba desde la distancia de “no ser de allí”, lo que le confería la frialdad suficiente para valorar los aspectos positivos y digamos, menos positivos en vez de negativos, de la sociedad sevillana.

El segundo momento es con Eduardo Saborido y Javier en mi casa de Rodríguez de San Pedro en Madrid. El proceso de confrontación con las posiciones mayoritarias del PCE, representadas por Julio Anguita y la organización andaluza dirigida por Felipe Alcaraz ya era total. Se había producido la caída de Gorbachov en la Unión Soviética y las dos posturas de mantenimiento del PCE tal como estaba o de creación de un nuevo sujeto político partidario como Izquierda Unida ya habían sido expresadas. En ese contexto Julio Anguita apostó por la reafirmación del PCE y nosotros por la “sustitución” del PCE por otro instrumento como se había puesto en marcha en Italia. Escribí un texto de unos cuatro folios para la presentación de la tradicional fiesta del PCE en la que intervenía en primer lugar como Secretario General del Partido Comunista de España en Madrid y daba paso a la intervención de Julio Anguita. Ese texto sólo se lo di a conocer a Javier Aristu y a Eduardo Saborido. Éramos conscientes que el clima contra nuestra posición era muy enrarecido y que en la fiesta se iba a producir un fuerte rechazo por los sectores más enardecidos, como así fue. Javier y Eduardo hicieron bastantes correcciones al documento, tratando de limar los aspectos más “provocadores” y así se recogieron en la versión final.

Cuando llegó el momento de subir al escenario de la Fiesta, se desató una tormenta brutal. Por primera vez en dicha celebración el viento tumbó peligrosamente la estructura metálica donde estaban colocados los focos y altavoces, con grave peligro para las personas que estábamos ya debajo. Junto con Salvador Jové, Eduardo, Javier y yo bajamos juntos precipitadamente las escaleras y nos marchamos a un pabellón en la idea que no se iba a celebrar ya el mitin central.

Sin embargo la dirección de la fiesta tomó la decisión de trasladar el acto a una pequeña carpa en la que no cabían más de quinientas o seiscientas personas. Allí nos trasladamos y nada más comenzar la intervención los gritos y el rechazo de los allí congregados hicieron inaudibles mis palabras. Daba igual lo que decían porque nadie las escuchaba. Al terminar sin que nadie saliera a pedir silencio, Julio Anguita, me dio un abrazo y me susurró.” Muy bien Juanjo, has estado muy valiente”. Javier siempre consideró, creo que acertadamente, y así me lo repitió varias veces, que Julio debía haber salido al principio a pedir silencio y respeto a mis palabras. Pero no lo hizo. Lamentablemente a partir de aquel momento las posibilidades de debate o de síntesis de las diferentes posturas se tornaron imposibles.

Perdí todo contacto con Javier una vez se marchó a Bruselas. Lo volví a encontrar varios veranos después paseando por Zahara de los Atunes y le sentí muy lejano del acontecer político partidario y muy volcado en su profesión y la lectura. Algún año después, en 2005, tuvimos la oportunidad de compartir una velada en Vejer de la Frontera, milenaria localidad romana y árabe, donde Javier había encontrado buen refugio, acompañado de algunos de sus mejores amigos y la familia. Su hijo Carlos, alto y serio como él, ya se había involucrado en temas de solidaridad con el tercer mundo. Desde la elevada terraza de su casa, en una noche estrellada, nos enseñó el litoral gaditano desde Conil hasta Tarifa, el faro de Trafalgar, el estrecho de Gibraltar y la iluminada costa de Marruecos en la cercana África.

Javier estaba satisfecho, contento y con fuerza y ganas para emprender nuevos proyectos, iniciativas de diálogo con sectores progresistas de Andalucía y Cataluña fundamentalmente. Su preocupación por el tema catalán, la vinculación entre estos dos grandes territorios, era un tema que le apasionaba como se demuestra en su magnífico libro “El oficio de resistir. Miradas de la izquierda en Andalucía durante los años sesenta” publicado en 2017 por la editorial Comares de Granada. Libro imprescindible para conocer el pensamiento de Javier. El libro como indica en su contraportada “Trata de antifranquistas y luchadores contra la dictadura política que dominó España desde 1939 a 1977, que trabajaron para traer la democracia para todos los españoles”.

Una vez vuelto a Sevilla Javier retomó su interés por crear instrumentos de reflexión y de análisis teórico que culminaron en la creación de los blogs En campo abierto y Pasos a la Izquierda que llevan su impronta. La pasión por la política no le había abandonado. Quiso hablar conmigo porque en Madrid habíamos puesto en marcha en 2007 una web de carácter socio laboral, más enfocada a la información diaria y menos a artículos de fondo. Mantuvimos una larga conversación en Sevilla y desde entonces hemos seguido intercambiando opiniones y adaptándonos ambos a los nuevos mecanismos de conversación, como el watsapp y los correos electrónicos.

Las últimas tres conversaciones fueron sobre temas que también indican algo de las preocupaciones culturales y políticas de Javier.

La primera fue sobre la entrevista que Javier hizo para Pasos a la Izquierda al profesor y catedrático de Historia del Arte, Valeriano Bozal en el mes de abril de este año, a raíz de la publicación de “Crónica de una década y cambios de lugar”. Javier me comentó que a Valeriano, al que conocía desde sus tiempos comunes en los Colegios de Licenciados, le había gustado mucho cómo había quedado el artículo. Javier me autorizó a “usar la entrevista como quieras” fueron sus palabras textuales y me comunicó que había dejado la coordinación de Pasos a la Izquierda , que pasaban a llevarla Pere Jodar y Javier Tebar.

La segunda fue el 29 de abril cuando le felicité por su cumpleaños y me deseó “mucha suerte” para las elecciones en la Comunidad de Madrid que se celebraban el 4 de Mayo y en las que desafortunadamente “la suerte no nos acompañó” ganando claramente la derecha del Partido Popular y Vox.

La tercera ya en mayo fue a raíz del fallecimiento de José Manuel Caballero Bonald al compartir con Javier un artículo de recuerdos que se publicó en Nuevatribuna. Javier agradeció el envío y amablemente me hizo la siguiente advertencia. “Dile a tu redactor que no es  “andalúz” con tilde…es “andaluz”. Le agradecí la corrección y le dije que mi hijo Aldo siempre se acuerda que su profesor de “andalu” fue Pedro Fuentes… y que no le entendía nada.

Las últimas palabras que tengo de Javier dice “No me extraña… de Morón, campiña pura”.

La familia, Lina, Carlos y Ana nos dice que “Javier se ha ido en paz, sereno, felizmente acompañado y con la satisfacción de haber podido finalizar el libro en el que trabajó hasta el último día”.

A la espera de la lectura del mismo, Javier nunca se irá de nuestro recuerdo.

Paseando por el Sur con Javier Aristu