jueves. 28.03.2024
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Sin la existencia de los cafés, no se puede comprender el espíritu europeo, la libertad y la democracia, el intercambio de ideas y corrientes diferentes tanto en el terreno de lo político, como en el de lo literario y artístico.

Los Cafés históricos. Antonio Bonet Correa. Ediciones Cátedra. Grandes Temas. Madrid 2012


En estos tiempos que corren, insistiría yo en el componente esencial de libertad, que ese entorno, con el respaldo histórico que les trasmite,  permite a los cafés. Esa ya larga historia de la tertulia de café hace imposible tapar la boca a los contertulios, sean estos habituales o añadidos y espontáneos. Los contertulios pagan cada uno su consumo y a lo más, infrecuentemente, un mecenas pródigo corre con los gastos por mero desapego a lo material y amor a lo espiritual.

Esto último se ha venido a corromper por las mercantilizadas cadenas televisivas, que convierten el plató en corrillo de pelea de gallos, entre los cuales de vez en cuando muere alguno, desgastado por las sucesivas emisiones. El espectador, animado al principio, acaba harto y aburrido de tanta farsa y artificio y termina por prever el guión repetitivo y lo que va a decir cada uno de los personajes.

La tertulia en el café se constituye así, sin embargo, en el momento actual en un espacio liberado de las coacciones de las organizaciones políticas, empresariales y sindicales, religiosas o televisivas. Instituciones y espacios todos amañados por el dinero mercenario o por las sumisiones al poder de cada uno. Coacciones que amagan con la represión, expulsión o marginación del disonante, del crítico; del que dice desde el interno lo que todo el mundo dice en el externo. Ese centralismo democrático que, después de Lenin, se ha convertido en razón de estado para partidos de diestra y siniestra.

La tertulia de café se convierte hoy, de esta manera, en plaza pública, reducida pero imprescindible, para recuperar el debate honesto. Los feligreses pueden romper allí con la fidelidad y la sumisión, comprada con cargos y prebendas, y sumergirse en la frescura de la libertad de pensamiento y opinión; en el debate abierto sin necesidad de atenerse a lo políticamente correcto.

Esa informalidad, eficacia y atractivo de la tertulia de café ha llevado a los dirigentes de las acartonadas organizaciones políticas y sociales al plagio burdo del método, sin cambiar el fondo. Así, eventos, encuentros, cursos de verano, tertulias televisivas con acólitos sobreactuantes, proliferan como setas en otoño y pretenden darnos gato por liebre. Deschaquetados, con pulcra camisa de marca,  y sentados sobre silla jardinera, nos ofrecen en coloquio circular recetas veraniegas sobre el mundo mundial.

Para el medio audiovisual, los gabinetes de prensa de sus organizaciones han inventado un cartel de fondo semianimado,  que nos recuerda aquellas figuritas de las ferias a las que se disparaba con proyectil de corcho. La escenografía se construye con un plantel de diversos personajes que pretenden representar la diversidad social a la cual el dirigente dirige sus sermones y que asienten sonrientes, bien enseñados, como clac de plató televisivo, a las proclamas del orador de turno.

Benditos mitines del PCE en plazas de toros, rojas de pasión. Benditas  Claves de madrugadas sabatinas, humeantes de pipa. Benditos puedo prometer y prometo, indiscutiblemente más modesto que el España va bien o el voy a hacer y no hago.

La primavera democrática española ha tardado poco en marchitarse. Del fondo de armario de la política española hemos vuelto a sacar a ese personaje tan nuestro que es el cacique. Y con unos pequeños arreglos le hemos vestido de nuevo con los trajes Gürtel de siempre. Caciques de la política, de los partidos, de los sindicatos, que reparten puestos de trabajo a sus amigos, concursos de obras a sus empresas o liberados sindicales a sus fieles.

Por eso es necesario reivindicar hoy la plaza pública, la calle, que era de Fraga y ahora nos la quieren volver a robar; la pancarta cartelera con mensaje imaginativo, simple y lacerante.

Hay que recuperar para las gentes normales el debate que nos han robado los medios para los especialistas de todo y de nada, tertulianos profesionales del insulto y la mentira.

Y, en lo cotidiano y más íntimo, el café o el cocido con tertulia, face to face entre iguales, sin sueldos mercenarios. Ocupemos las tabernas, los cafés, las plazas, las calles; conversemos, debatamos y sustituyamos a los que hacen de lo normal un negocio sucio. Erótica real y no la virtual de la palabrería y el esperpento.

Cierre de El Comercial. In Memoriam