sábado. 20.04.2024
Algoritmo

Recientemente tuve ocasión de participar en un encuentro virtual organizado por la “Associació Catalana de Juristes Demòcrates” sobre “Discriminación algorítmica” cuya ponente era Pilar Rivas Vallejo, catedrática de Derecho del Trabajo de la Universidad de Barcelona, que acaba de publicar un interesante libro sobre el tema.

Como todos los fenómenos nuevos, o que lo parecen, provocan en un primer momento admiración y/o miedo. Los adoramos como dioses o denunciamos como demonios. Así está sucediendo con los “algoritmos”, aunque quizás estemos ya asumiendo una máxima que oí recientemente y que me gustó: “Dios es una creación del Hombre”, no a la inversa. Pero, si son una creación nuestra, significa que podemos gobernarlos.

El propio concepto, superando el impacto de la palabra, es sencillo. Entiendo que puede explicarse como una secuencia de pasos lógicos que permiten solucionar un problema, resolver una operación, obtener un resultado (1), … Lo que de hecho hacemos muchas veces al día, lo que la Humanidad ha hecho desde tiempo inmemorial.

Sin embargo, en los últimos tiempos se han producido concreciones y desarrollos del concepto con una significativa presencia en nuestra vida diaria. Y, a veces, con la sensación de que nos gobiernan, que nos mandan sin posibilidad de protestar, impotentes ante un fenómeno casi sobrenatural, con una impresión de objetividad, y por ello de autoridad, inobjetable.

Pero no es así, no tiene que ser así. La fórmula da uno u otro resultado en función de conceptos que pueden ser ciertamente objetivos, aunque el objetivo propuesto, el “óptimo”, es ya subjetivo. Y de discutible medición, pero, sobre todo, a los datos para alcanzarlo se les aplica un coeficiente, una valoración, totalmente subjetiva, que depende la decisión de quienes programaron el algoritmo. El resultado lo da en general una máquina, pero los conceptos a introducir y su valoración los dan quienes la programan.

A veces todo ello se incluye en el capítulo de la “inteligencia artificial”. Y algo de ello, pero mucho más de “inteligencia humana”, tiene todo el proceso, desde el diseño del programa hasta la alimentación del aparato.

Uno de los frentes para su tratamiento y posible gobierno se ha abierto cuando se ha empezado a aplicar a las relaciones de trabajo, cuando, a la vez que su incidencia individual, se ha convertido en un elemento de relaciones sociales. Para la contratación, para la valoración de la actividad de cada trabajador, para la calificación profesional, para la determinación de competencias, para las promociones…

El sindicalismo, parece, ha empezado ya a considerarlo como una cuestión relevante. Y se empieza a abordar en la negociación colectiva, es decir en la acción sindical.

Me parece particularmente relevante su tratamiento en el recién firmado convenio colectivo de banca, en su artículo 80.5, 2º párrafo, que reproduzco textualmente:

Las Empresas informarán a la RLT (2) sobre el uso de la analítica de datos o los sistemas de inteligencia artificial cuando los procesos de toma de decisiones en materia de recursos humanos y relaciones laborales se basen exclusivamente en modelos digitales sin intervención humana. Dicha información, como mínimo, abordará los datos que nutren los algoritmos, la lógica de funcionamiento y la evaluación de los resultados

La negrilla es mía, porque quiero llamar la atención sobre los 3 aspectos que resultan precisamente de la intervención humana: 1) datos, 2) lógica de funcionamiento y 3) evaluación de resultados.

Será muy útil que los sindicalistas de banca informen de la que constituirá sin duda alguna una compleja aplicación de este artículo de su convenio colectivo. Aventuro curiosas, interesadas e interesantes interpretaciones de este artículo, más aún de su aplicación. Espero que veamos generalizarse a más sectores y empresas la positiva experiencia que va a suponer.


(1) Algoritmo RAE
(2) Representación Legal de los Trabajadores: Delegad@s, Comités de Empresa, Secciones Sindicales, …

Los algoritmos irrumpen en nuestra vida