sábado. 27.04.2024

Hace unos días, en un acto de la IAB, una directiva de Havas dejó caer, como el que no quiere la cosa, que estamos viviendo bajo una “infoxicación” y la verdad, el término me gustó mucho, lo reconozco. Ella se refería a la cantidad de información en forma de publicidad que recibimos todos los días, fijándolo en 5.000 estímulos con un recuerdo del 10%. Creo que ninguno de los dos números son correctos, especialmente el segundo, pero eso es lo de menos: veamos lo que el término da de sí.

En primer lugar, yo dividiría el término en dos grandes grupos: lo cuantitativo y lo cualitativo, segundo grupo que, según creo, nos ofrece un mayor repertorio de alternativas y posibilidades. ¿Estamos cualitativamente Infoxicados? Yo creo que sí, que la infestación crece y me atengo a la 5ª definición de la RAE “Dicho de un ser vivo: Resultar invadido por organismos patógenos.” El ser vivo considerado, nuestro organismo social, está ya en plena fase de infoxicación y somos muchos los que clamamos por un mucho mayor rigor individual a la hora de consumir y de adoptar como buenas las informaciones que nos llegan.

Cada cual se engaña disfrutando de su propia infestación de mentiras y distorsiones mientras trata de convencer al otro

Lo que nos llega en forma de auténtico bombardeo de fragmentación es tal mezcolanza de verdades y mentiras; manipulaciones y textos sesgados, que encontrar la información veraz se ha convertido en un empeño poco menos que imposible. Cada medio da su interesada versión o interpretación de lo que vaya a Vd. a saber lo que era la verdadera noticia, así que lo que recibimos es un engendro deformado que nada tiene que ver con la realidad. Como los habitantes de la cueva de Platón, nos ofrecen sombras cuya imagen real nos ocultan para hacernos juegos de manos que consiguen plasmar sombras chinescas y engañosas en el lienzo de nuestra cabeza.

Así las cosas, cada cual se engaña disfrutando de su propia infestación de mentiras y distorsiones mientras trata de convencer al otro, de que esos gérmenes patógenos no existen y es él quien tiene la verdad al alcance de la acción de los agentes infecciosos. Cada cual se siente sano en un mundo dominado por la epidemia y así, todos, sanos y enfermos, confeccionamos un cuerpo social enfermo y necesitado de curación, pero la curación no se conoce y no podemos esperar que llegue.

No podemos seguir dejando que discursos construidos con probadas mentiras lleven a los incautos a su cola como los niños detrás del flautista

Intentar, hoy, separar verdad de mentira, grano y paja, es un empeño imposible y plantearlo siquiera ya nos coloca en la censura orwelliana del Gran Hermano; en el imposible mundo de la uniformidad impuesta, pero sí hay algo que se puede hacer: legislar para endurecer el “libelo”, la mentira falaz, intencionada y dañina. Es complicado, delicado, resbaladizo, pero cada vez más necesario: no podemos seguir dejando que discursos construidos con probadas mentiras lleven a los incautos a su cola como los niños detrás del flautista. Son varios los ejemplos que ponen de manifiesto la realidad del daño y la extensión del mismo, así que deberíamos ser conscientes de la necesidad de cortar la propagación de determinados mensajes mediante la coerción del estado, que para eso le hemos dotado de los medios, el poder y la capacidad de acción. 

Intentar, hoy, separar verdad de mentira, grano y paja, es un empeño imposible y plantearlo siquiera ya nos coloca en la censura orwelliana del Gran Hermano

Ya sé que es un ruego imposible, pues el legislador que se acerque a ese empeño caerá, inexorablemente, en las redes del fascismo, pero estaría bien que algo o alguien nos protegiera de mensajes falaces como el Brexit, la toma del Congreso de los EEUU o de los cientos de mentiras que se manejan en torno al independentismo catalán, la miserable y atroz vida de los MENAS etc. Estaría bien que cada político, cada usuario de las redes sociales, cada escritor aficionado y diletante (yo mismo) intentara hacerse responsable de lo que comparte, escribe y comunica y se exigiera el rigor de hacerse acreedor de los innegables bienes y ventajas protegidos por las leyes de la democracia que amparan la libertad de expresión.

Ojalá que el uso de esa libertad y afrontar esa responsabilidad, nos haga veraces a todos y acabemos con esta innegable y destructiva Infoxicación. 

Infoxicados