jueves. 28.03.2024
Huelga de la construcción en Asturias, 1977

Gracias, Pere Jodar | Pere Jodar, con el que tanto compartí y tanto aprendí en la Universidad de la USO en Martorell, me habló de “Pasos a la izquierda” hace un par de semanas y me invitó a participar en ella, sin la menor condición ni compromiso, sobre el tema inabarcable e inacabable de la huelga.

No podía decirle que no, ni quería, es más me honraba con su invitación, porque para mí Pere Jodar, y otros compañeros y compañeras, es un referente de una etapa de mi vida militante en la USO, la de la etapa de la Universidad Sindical en Martorell, como acabo de decirles. Sé que el nombre suena ampuloso y exagerado incluso. Pero tenía una explicación en la lógica de la USO. Al llamarle “Universidad Sindical”, con su mayúscula y todo, a lo que era un centro de formación, queríamos enfatizar deliberadamente el valor de la formación de cuadros y militantes en un sindicato como la USO, el Sindicato de la Autonomía, que afirmaba -y afirma, espero- la capacidad de la Clase Trabajadora para pensar, actuar y organizarse por sí misma sin sometimiento, por lo tanto, al control y la hegemonía política e intelectual del partido-guía. Esa concepción del sindicalismo de la USO era revolucionaria a finales de los 50, cuando ésta nace, pues era hegemónica en el campo sindical el modelo del sindicato-correa de transmisión del partido socialdemócrata o comunista o fascista, que de todo había (en aquella España, el único sindicato legal, tan potente como los de la Unión Soviética, estaba dirigido por mandos del franquismo y el propio Franco presidía los congresos o manifestaciones folclóricas del 1º de Mayo; perdón, de San José Obrero)

Esa voluntad revolucionaria de la USO desde su origen de afirmar la autonomía y protagonismo del Sindicato, hacía de la formación de cuadros y militantes una de sus mejores señas de identidad y pilar de su organización y estrategia. Sólo cuadros y militantes con una sólida asunción del Proyecto Sindical de la Autonomía podían impulsar y extender esa vocación irrenunciable de un Sindicalismo de Clase y Solidario fundado en la Autonomía en el seno de una Clase Trabajadora madura, pensante y actuante desde, por y para sí misma.

Por eso, cuando tuvimos la posibilidad material de hacerlo, tras asentar la Organización y digerir los traumas del arranque democrático , creamos la Universidad de la USO a principios de los 80. En su lanzamiento y primer desarrollo histórico, fue clave la aportación de Pere Jodar y del resto de un excelente equipo dirigido por Antonio Martín Artiles. Y con el impulso apasionado de un secretario de formación de la USO, Juan Rivero, canario y del sector de la construcción, que junto a Marino de la Rocha, de Baleares y albañil también, fueron dos de los mejores secretarios de formación de la USO que yo he conocido en mi larga etapa de secretario general y presidente de la Confederación. Del valor testimonial de aquellos dirigentes y de la capacidad intelectual y apasionada convicción de la supremacía del Trabajo sobre el capital y la tecnología de Pere Jodar y los demás, cuajaron en la Universidad Sindical de Martorell varios centenares de cuadros y militantes, surgieron importantes instrumentos y publicaciones como la “Guía Sindical” anual, la “Pequeña Biblioteca Sindical”, la revista “El Proyecto” …

Esta introducción, que aparentemente nada tiene que ver con la huelga, no es ociosa, porque: 1) A la audacia de Pere Jodar al creer que yo pueda aportar algo de valor he querido corresponder con el valor indiscutible y probado que Pere Jodar tuvo para la USO y la formación de sus cuadros y militantes y, por extensión, para el conjunto del Movimiento Sindical, 2) La Universidad Sindical fue un espacio creativo y formativo en el que el hecho y el derecho de la huelga obrera fue objeto de análisis, debate, investigación y prospectiva. No podía ser de otro modo dada la naturaleza de esa Universidad y, muy probablemente, yo no podría escribir esto sin aquella.

Tengo la impresión, tal vez errónea dada mi lejanía de la cocina sindical desde hace ya casi una década, que el ejercicio del derecho de huelga con carácter progresivo y mirando globalmente hacia adelante, lleva tiempo en horas bajas, entre nosotros y en la mayor parte de los países centrales donde ello es democráticamente posible (en países centrales como Rusia o China, por ejemplo, ese ejercicio es un exotismo bien por lo restrictivo o totalmente prohibido dicho derecho). Se hacen huelgas, faltaría más,  de alcances y efectos muy limitados en los países de capitalismo avanzado y en proceso permanente de mutación tecnológica. Pero Huelga, lo que se dice Huelga, hace tiempo que no.

La huelga en origen: Para sobrevivir a la explotación

Por un sentimiento espontáneo de autodefensa frente a la desesperación, en el origen de la Clase Trabajadora prehistórica, hace más o menos siglo y medio, la huelga fue el modo genuino de encontrar fuerza y valor suficiente por parte de los trabajadores para sobrevivir y aliviar la carga de la explotación, las jornadas agotadoras, el trabajo de los niños, la pobreza y el hambre por efecto de salarios de esa medida, la muerte en suma de los más débiles, mujeres, niños, ancianos, por confluencia de todos los factores anteriores. Con las huelgas y las luchas nace y toma forma otra dimensión humana y material consubstancial a la conciencia de clase: la solidaridad y las asociaciones primitivas de apoyo y socorro mutuo, gérmenes de los sindicatos y el mutualismo obrero. Con la huelga empezó todo.

Conviene saber, y no olvidar quien lo sepa, que en origen la acumulación capitalista fue el resultado de una apropiación casi genocida del valor del Trabajo de una Clase Trabajadora, proletariado en la terminología de la época, analfabeta, desorganizada y sin conciencia de sí misma y de su potencialidad histórica. A esa apropiación y al expolio colonial debe el capitalismo su origen y extensión.

La huelga fue la respuesta instintiva a un capitalismo que, privado de la explotación del trabajo interrumpido, podía colapsar en el nivel empresarial, local, sectorial, o más amplio incluso. De hecho, a finales del XIX y principios del XX, los grandes momentos fundacionales de la conciencia y la organización obrera están motivadas y asociadas a estallidos huelguísticos forzosamente insurreccionales y heroicos, saldados con sangre la mayoría de las veces: Chicago, las plantaciones del sur, Sonora o Hidalgo, los cafetales vallenatos, el cobre chileno, los obreros colonos patagónicos, los telares norteamericanos, belgas o británicos, la siderurgia y la minería alemana y asturiana, La Canadiense …

La huelga va evolucionando, según evolucionaba la conciencia y la organización estable de los trabajadores, de posiciones defensivas ante la explotación salvaje, a posiciones más ofensivas hacia la conquista de derechos básicos sin los cuales la huelga y el derecho a ejercerla sin riesgo de represión o muerte deviene inviable o corre con los riesgos y costes del heroísmo. Me refiero a los derechos de reunión, asociación y organización, sufragio libre, educación, seguridad en el trabajo, la salud, la vida, la vejez … Y no fue fácil ni gratis. Ya entrado el siglo XX, todavía morían en la horca o frente al pelotón o por garrote vil militantes de las asociaciones obreras o pre-sindicatos, por luchar con la huelga por el logro y ejercicio libre de esos derechos.

De La Canadiense a la IIª Guerra

Las formas de producción industrial masiva -el fordismo- con el inicio del siglo XX, facilitan la huelga y el derecho a ejercerla sin riesgo de represión o muerte.  Ya entrado el siglo XX, las grandes concentraciones obreras y con ellas la seguridad de la fuerza que da la unión, la solidaridad y las reivindicaciones comunes refuerzan el rol del Trabajo y de los trabajadores en el proceso productivo. Ello impulsa el nacimiento y crecimiento de grandes organizaciones en los países centrales y en el plano internacional y prestigia la huelga como el instrumento más eficaz para el logro de reivindicaciones próximas y locales, pero también de grandes conquistas sociales y laborales en el plano global nacional. El impulso pacifista y progresista tras el horror de la 1ª Guerra favorece un contexto en el que las grandes luchas y movimientos huelguísticos cosechan importantes resultados. Hasta que el ascenso del nazismo y el fascismo devuelven a Europa y al mundo al horror de la guerra, la destrucción y la muerte.

Tras la 2ª Guerra, en los países centrales capitalistas, los imperativos  de la reconstrucción y el miedo al fantasma del comunismo dieron grandes márgenes de lucha y de organización sindical a las clases trabajadoras. Es en ese periodo que se va configurando y perfeccionado el llamado “Estado del bienestar” o “Estado Social” como yo prefiero llamarlo. Como solía decir un amigo mío, comunista él y con el tiempo bastante menos, “el marxismo donde ganó batallas de verdad fue en los grandes países capitalistas; en los países del llamado “socialismo real” las perdió todas …

La huelga en España para salir del atraso

España es históricamente un país de los más atrasados de Europa. El poder omnímodo de las castas terratenientes reaccionarias, con el apoyo incondicional de la Iglesia y de un Ejército especializado en la represión de los levantamientos obreros y populares y anticoloniales, que jamás encaró la defensa de la nación por agresión exterior alguna, condenaron a nuestro país a la injusticia y la explotación estructurales, el analfabetismo, el hambre, en el campo como sector central y en la incipiente industria. El mapa se corresponde con las patrias de los grandes latifundios, Andalucía y Extremadura, y las regiones de tardía e incipiente industrialización: Catalunya, Asturias, Vizcaya, Madrid … Aquí se llegó tarde a casi todo en los dos últimos siglos: a la revolución industrial, a la burguesa y democrática, a la participación mínima de la clases obreras y populares en la riqueza nacional para cuya producción eran decisivas. Eso explica el bucle siniestro entre explotación y condiciones indignas de trabajo y de vida y radicalidad extrema de las luchas y las huelgas y represión y muerte como respuesta … y vuelta a empezar.

Y, a su vez, ese bucle siniestro determina la impronta radical y extrema de las organizaciones obreras más importantes: Marxista en el caso de la UGT/PSOE, y anarquista sin paliativos en el caso de la CNT/FAI.

No fue ni una casualidad, ni bendición ni maldición alguna, que el anarquismo tuviera en España, en Catalunya en especial por su configuración industrial y agrícola a la  vez, la mayor implantación y fuerza de toda Europa. Sino una consecuencia lógica de esas condiciones extremas y el sufrimiento de unas gentes que abrazaban el maximalismo revolucionario y formas de lucha y de huelga que incluían la violencia y el terrorismo, incluso, como respuestas legítimas del proletariado explotado y sometido. Aún es posible escuchar a García Oliver en un mitin en La Monumental de Barcelona proclamar “nosotros somos los terroristas de la clase obrera” para referirse a los líderes de la FAI y de los sectores más extremistas de la CNT. Corría el primer tercio del siglo XX.

Por la misma razón, pero a la inversa, y dada la complicidad sin matices de la Iglesia con los poderes reaccionarios, la Doctrina Social de ésta y el sindicalismo cristiano tuvo una presencia irrelevante en los grandes núcleos obreros y campesinos de España.

Esa bipolarización, política y sindical, de las organizaciones obreras españolas en sus estrategias de lucha, de uso de la huelga, de programas máximos y mínimos, etc., no fue siempre para bien, ni mucho menos. El periodo de la IIª República, 1931-1936, y cómo comportarse en ella en función de armonizar los desarrollos democráticos imprescindibles con la urgencia de las reivindicaciones inmediatas en los latifundios y en las fábricas, y el enfoque político-militar de la guerra contra el fascismo, 1936-1939, marcan los peores desencuentros y enfrentamientos de esa bipolarización, cuyas consecuencias se alargaron en la postguerra y hasta finales de los 50 en los que irrumpen en escena histórica nuevas organizaciones nacidas de las nuevas generaciones obreras, con nuevos enfoques y estrategias y tácticas de lucha contra el franquismo como muleta implacable de un capitalismo que fundaba su acumulación y expansión en la dictadura y el sometimiento de unas clases obreras y populares que se batían entre el miedo, la brega diaria para comer y sobrevivir y evitar la emigración forzosa y la rebeldía generacional de jóvenes trabajadores urbanos que no sufrieron el trauma de la guerra y la derrota con la misma intensidad que sus padres y abuelos o que, simplemente, aspiraban a un país y a una sociedad próspera y libre sin facturas pendientes con el pasado. Es obvio que estoy pensando en la USO como nueva organización obrera nacida tras la guerra y las primeras Comisiones Obreras, que el Partido Comunista de España, PCE, veía con recelo más que con apetencia.

En el largo periodo de la dictadura franquista, 1939-1975, la huelga estaba rigurosamente prohibida y perseguidos y condenados quienes la impulsaran o participaran de ellas; era “delito de lesa patria”, cuyo ejercicio podía ser juzgado en la jurisdicción militar; así mismo, empresas estratégicas como los ferrocarriles, metro urbano o aviación comercial, podían ser militarizadas -RENFE lo fue en dos ocasiones- y sus trabajadores sometidos a la disciplina y jerarquía y castigos propios de los cuarteles, para cortar cualquier intento de conflictividad o huelga.

A pesar de ello, y era mucho pesar, las clases obreras y populares no renunciaron jamás a gritarle al franquismo que las vencieron pero ni las convencieron ni las exterminaron. Y desde muy pronto, la lucha y la resistencia más relevante contra la dictadura fueron movimientos huelguísticos como peldaños heroicos de lucha para escalar mejores condiciones salariales y laborales, espacios de libertad cotidiana en los centros de trabajo, condena de la falta de libertades, exigencia de Democracia y homologación socioeconómica con Europa a la que el franquismo aspiraba por la puerta de atrás y aquella Comunidad Europea rechazaba por ser España una dictadura pero al mismo tiempo, hipócritamente, invertían y hacían esplendidos negocios trayendo aquí sus empresas al calor de la falta de libertades que aseguraban rendimientos y beneficios fabulosos. Aquella actitud hipócrita de Europa suponía todas las ventajas para las empresas y las inversiones europeas y para la dictadura franquista que se veía reconocida y todas las desventajas para los trabajadores y los pueblos de España que debían seguir privados de sus libertades sindicales, la huelga entre ellas, y de la Democracia en su conjunto.

Algunos de los peldaños para escalar el progreso y la libertad frente a la dictadura en forma de huelgas históricas fueron:

  • Los metalúrgicos vizcaínos a finales de los 40 …
  • Las huelgas de los tranvías de Barcelona de 1951 y 1955 …
  • Los jornaleros andaluces a finales de los 50 …
  • La minería asturiana al inicio de los 60 …
  • La más larga -6 meses duró- y tal vez más heroica de cuantas hubo en la dictadura: La huelga de los trabajadores de Laminación de Bandas en Frío en Echévarri, junto a Bilbao. Ésta, como las anteriores y todas las grandes huelgas se saldaban con violentas represiones y, en algunos casos, con sangre derramada de huelguistas.
  • Los ferroviarios madrileños …
  • La de los trabajadores de Blansol, Camy, Olivetti … en Barcelona.
  • Las de la construcción en Granada, con sangre obrera derramada, Murcia, Almería …
  • La de la SEAT, al arranque de los 70, con sangre obrera derramada.
  • Los movimientos huelguísticos generalizados en los sectores de astilleros y del metal  en Guipúzcoa y Vizcaya.
  • La de los trabajadores de astilleros en Ferrol, Febrero del 72, con sangre obrera derramada.
  • Las de los trabajadores bancarios en distintos sitios de España.
  • Las de las trabajadoras y trabajadores textiles en Catalunya y el País Valenciano.
  • Los movimientos huelguísticos en los grandes centros industriales de España, tras la muerte de Franco, para exigir la Democracia, las Libertades, la Amnistía general y la laboral, los Estatutos de Autonomía … y para ensanchar los límites del primer proyecto de transición de la dictadura a la “democracia”.
  • El movimiento huelguístico de Vitoria, 1976, saldado con sangre y muerte obrera en desgraciada abundancia.

…..

La huelga en la Democracia

Cuando reconquistamos la Democracia y la Libertad Sindical, 1977, el paisaje de la huelga en España era extenso, disperso, desordenado, pero basado en la convicción general de los núcleos obreros más combativos de que con la huelga y la lucha el protagonismo de la Clase Trabajadora y el Sindicalismo serían centrales en la Democracia. Los “Pactos de La Moncloa”, Octubre 1977, nos disuadieron tempranamente de que eso no iba a ser exactamente así, ni mucho menos.

El derecho de huelga, aún en fase previa a la Constitución de 1978, fue ordenado a efectos procesales y administrativos a la espera de ser sancionado como derecho fundamental en el texto constitucional inminente.

Se hacían muchas huelgas reivindicativas puntuales, con todo tipo de duración y extensión. Lo normal era conocer la convocatoria; el seguimiento, resultados, evaluación, etc., quedaba puertas adentro de los huelguistas. Había un problema estructural de difícil solución: Una huelga local o sectorial lo era normalmente por una diferencia salarial en el convenio; el descuento del tiempo de huelga casi siempre era igual o superior al aumento salarial reivindicado. El ejercicio del derecho de huelga perdía así prestigio en un escenario abierto y democrático en el que eran protagonistas no sólo los activistas concienciados y experimentados, sino toda la población trabajadora.

Tras el referéndum constitucional de Diciembre 1978, en la USO fijamos nuestra posición estratégica ante el Derecho de Huelga ya con mayúscula constitucional:

  1. Rechazo a toda forma de “regulación” de dicho derecho como pretendía el mundo empresarial, las derechas y algunos sectores de la izquierda. El instinto nos decía  que la supuesta “regulación” era un eufemismo para disimular la intención de limitar y recortar dicho derecho fundamental y provocar debilitamiento en la capacidad reivindicativa y contractual del Trabajo. Proponíamos mecanismos de autoregulación por parte de los sindicatos y, en su caso, acuerdos puntuales con la patronal y el Gobierno en determinados sectores y situaciones  en el caso de huelgas en sectores de fuerte impacto social a terceros. Andado el tiempo, implantaron e impusieron decretos de servicios mínimos abusivos para abortar las huelgas en los llamados “servicios esenciales”… Y hasta hoy.
  2. Con el fin de ordenar y optimizar los resultados del ejercicio del derecho de huelga, en la USO lanzamos, al inicio de los 80, la Caja de Resistencia y Solidaridad (CRS), con una premisa estratégica: Hacer menos huelgas dispersas, concentrarlas, pero que sean de verdad y procurando ganarlas todas asegurando a cada huelguista –afiliado a la USO- una parte de su salario mientras dure la huelga. La CRS era para resistir y era solidaria porque se nutría  de una parte de la cuota de todos los afiliados y afiliadas y eran beneficiaros de ella los afiliados que debían hacer huelga para ganarla, en base al principio clasista de que una huelga ganada es positiva, directa o indirectamente, para el conjunto de la población trabajadora … Han pasado 40 años y, como la Puerta de Alcalá, ahí está, ahí está, la CRS de la USO. Y debe tener un saldo de categoría porque hace mucho tiempo que en España se hacen menos huelgas en Democracia que las que hacíamos en y contra la dictadura.

El futuro incierto de la Huelga, del Trabajo, de la Vida …

Ese desfonde del derecho de huelga, y su inevitable efecto global sobre el valor del Trabajo, con deliberada mayúscula, tiene  que ver, a mi juicio, más que probablemente erróneo, con la irrupción del desempleo estructural masivo coincidiendo con la restauración democrática, de la eventualidad y la precariedad del llamado “mercado de trabajo” -qué horror de concepto-, la regresión salarial que arranca en los Pactos de La Moncloa, la descentralización, externalización y subcontratación productiva, la individualización de las relaciones de trabajo y del “capital humano” -otro concepto horrible-, la implantación y extensión salvaje de nuevas tecnologías digitales y robóticas, sin marco alguno de diálogo y compromiso histórico para armonizar su indudable utilidad con los imperativos sociales de Trabajo Decente, salud, educación, vivienda, en un mundo en el que apenas unas decenas de poderosos, ajenos a las urnas, acumulan y derrochan fortunas superiores a la renta disponible de más de la mitad de la Humanidad, etc…

Todos los factores anteriores,  han debilitado y buscan arrumbar el peso y el valor del Trabajo en España,  en los países centrales y en los periféricos e inutilizar su capacidad de ejercer con eficacia el derecho de huelga.

Abundando en lo anterior, y tal vez por mi lejanía ya de la cocina sindical nacional e internacional, me asombra sin límite ver como este capitalismo global, sin resistencia apenas, hace fosfatina la fuerza del Trabajo a base de disolver su concentración y unión. El sueño de más  de un siglo, vencer y desarmar el Trabajo, lo están haciendo  gratis y fácil con la coartada de los desarrollos tecnológicos. El teletrabajo, la conciliación, la flexibilidad a la carta individual en empresas que se pintan como mini-paraisos para el goce y realización del “capital humano” … uno por uno, eso sí. Tal vez estos fenómenos tengan una cara positiva, pero lo que es indiscutible es que tienen una cruz pesada que es la disolución de la fuerza y la unión de la Clase Trabajadora, fundamento del protagonismo y la centralidad del Trabajo.

Lamento mi escepticismo ante el futuro al cierre de este artículo. Sin duda es a causa de mi ignorancia y ausencia de ideas a aportar. Pero, qué quieren que les diga, un capitalismo que produce capital sin límite por mecanismos especulativos, ajenos las más de las veces al  imperativo de producir bienes y servicios y a la necesidad vital de prever las demandas sociales de nuestras sociedades asumiendo para ello fiscalidades justas y solidarias a niveles nacionales y globales … Un capitalismo que como un caballo loco y sin jinete patea el planeta en un bucle infinito de,  producción, consumo, destrucción por obsolecencia programada, y vuelta a empezar hasta el colapso … Un capitalismo que pretende, en excluyente alianza con la tecnología, que la vida, el trabajo, la cultura, la inteligencia humana, tengan la “lógica” de la velocidad de la luz … Un capitalismo que le dice a todo lo que es humano, “adáptense, sométanse, o échense a la cuneta, porque el progreso tecnológico es imparable, indiscutible, innegociable, y las víctimas sociales colaterales no son nuestro problema” … Un capitalismo que, ante la probabilidad de estallidos históricos a causa de esos “efectos colaterales” amaga y amenaza con ciscarse en la democracia liberal y los derechos humanos, en tanto que obstáculos  fastidiosos para el progreso tecnológico enloquecido y a la velocidad de la luz … No otra cosa son los Trump, los Putin, los Bolsonaro, los Xi Jinping, y los epígonos neofascistas que pululan por todas partes al amparo de la desmemoria de nuestra sociedades y la ignorancia provocada de las generaciones jóvenes.

Qué quieren que les diga, un capitalismo así no me inspira confianza porque no creo que augure nada bueno a medio y largo plazo.

Cierro con una anécdota, más bien un conjunto de ellas, que resumiría la esencia  de este largo texto. En Diciembre de 2018, unos días antes de que tomara posesión el Presidente de Mexico recién electo por mayoría absoluta, Antonio Manuel López Obrador, intervine en un evento sobre el futuro del trabajo. Yo abrí con una ponencia  y cerró la recién nombrada ministra de trabajo del gobierno federal de Mexico, Luisa María Alcalde Luján, una muchacha de 30 años. El titulo del evento era “El trabajo ante los desarrollos robóticos y digitales”, lo habitual. Yo arranqué, por supuesto sin texto alguna para leer y apenas un guioncillo a mano para no perderme del todo, planteando que como el orden de los factores no altera el producto pues mi intervención versaría sobre “El futuro de los desarrollos robóticos y digitales ante el Trabajo”. Nada más enunciarlo ya hubo algún murmullo. El público era en gran medida cuadros sindicales, políticos, empresariales, del mundo académico y así. En una larga intervención, de pié, con el micro en una mano y libre la otra para acompañar y enfatizar aquello del discurso que me conviniera, desgrané esta idea: primero el Trabajo Humano y a su servicio la tecnología y los capitales …

En el coloquio algunos me estaban esperando. Llegué a escuchar la palabra histriónico en relación a mi enfoque. Lo que más me llegó fue uno, del mundo sindical, casualmente, que vino a reprochar que aquello era un planteamiento meramente ideológico. Cortésmente apelé a mi derecho a tener una ideología y expresarla, tras casi 60 años al lado del Trabajo, la gente trabajadora y empobrecida en todas partes, no sólo en España o en Europa. Una ideología, la mía, y la de tantos, espero, que afirma la primacía y centralidad del Trabajo Humano por encima de la tecnología y el capital, importantes instrumentos que deben servir al logro y calidad del primero y no al revés como viene sucediendo.

Ante la insistencia, acabé calentándome y proclamando que ideológico, y estéril, es promover debates sobre la robótica a la que debe supeditarse el trabajo, en un país como Mexico o un continente como América Latina en el que el 70% largo de la población malvive en la economía informal, sin contrato, ni salario, ni cobertura social alguna, y apenas el 30%, siendo generoso, tiene algún tipo de cobertura pública en materia de seguridad social, salud, desempleo o pensiones de jubilación … En estos escenarios los debates sobre la robótica y la digitalización son divertimentos inútiles y un poco snobs, como si fuéramos Singapur, Japón o Alemania … Obviamente, el paisaje social y humano de América Latina es transmutable a Africa y a regiones de EuroAsia. Ya vale,

Mil gracias a quienes hayan llegado hasta aquí, que alguno habrá.

La huelga, motor histórico del poder del trabajo