viernes. 19.04.2024

Lo vemos después de cada atentado o tragedia que afrontan nuestros vecinos franceses: la ciudadanía gala, a menudo de forma espontánea, entona su himno nacional, La Marsellesa, para mostrar su unión y su orgullo patrio vertebrado en torno a los valores republicanos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. 

Menudean entonces los reproches y la melancolía entre los columnistas de la derecha mediática española: ¿por qué los españoles no podemos estar igual de orgullosos de nuestros símbolos nacionales? Recientemente VOX ha ido un paso más allá y ha propuesto -de momento en Murcia- que el himno nacional español sea programado en las escuelas en aquellas ocasiones que se considere conveniente. Se trataría de que el alumnado interiorizara ese respeto y reverencia por los símbolos patrios que tanto se envidia del resto de países de nuestro entorno y de cuya ausencia se suele culpar (a veces también desde ciertos sectores de la propia izquierda) a una izquierda acomplejada y apátrida.

Sin embargo las cosas son un poco más complejas y, como suele suceder, su explicación reside en nuestro pasado. No me refiero solo a la dictadura y la guerra: me refiero a que la melodía sin letra que hoy tenemos instaurada para representar a nuestro país ha sido desde hace siglos llamada Marcha Real (pese a su título original de Marcha Granadera)  porque es básicamente un símbolo de la Corona y de su poder. Si se acabó adoptando por costumbre como himno nacional fue porque se interpretaba en aquellos actos y ocasiones presididos por el monarca. En ese sentido, el himno nacional español encarna exactamente lo contrario a La Marsellesa: la pervivencia de una autoridad jerárquica, hereditaria y premoderna y la adhesión a la misma; y aventuro que es eso, y no ningún patriotismo, lo que hace que se asocie inmediatamente con la derecha y que ésta lo defienda con fervor.

¿Veremos algún día cómo una mayoría en las Cortes se atreve a liberar a España de su himno preconstitucional? ¿Veremos al Himno de Riego, con su vieja letra o con otra, devuelto a su legítimo lugar como Himno Nacional?

No merecería la pena el debate si como ha dicho el alcalde de Madrid fuera “un símbolo constitucional recogido en la Constitución de 1978” (a no ser que quisiéramos abordar la más extensa cuestión de la reforma constitucional). Pero resulta que no es así. Almeida o se equivoca o miente: la Marcha Real no aparece por ningún lado en nuestra Carta Magna. Es un símbolo preconstitucional. 

Entiendo, como deduzco del uso que normalmente se le da a este calificativo en relación al escudo de España, que preconstitucional es aquello que estaba en vigor antes de la Constitución de 1978 y que la Constitución no recoge o hace suyo. Así pues, instituciones como la Corona (Título II) o la bandera rojigualda con su franja central del doble de ancho que las otras dos (Artículo 4.1) son plenamente constitucionales independientemente de que existieran con anterioridad a 1978, pero la Marcha Real no entra en este apartado. Es más: hasta su regulación por el gobierno de Aznar mediante el RD 1560/1997, lo que estaba en vigor al respecto era el Decreto de 17 de julio de 1942 (¡!) que en su articulado declaraba a la Marcha Himno Nacional; mientras designaba Cantos Nacionales el Cara al Sol, el Oriamendi carlista y El novio de la muerte legionario  (¡!¡!) y Saludo Nacional a extender el brazo derecho con la palma abierta un poco por encima de la cabeza (¡!¡!¡!).

Por evidentes razones de esteticismo democrático el gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo, a través de la Ley 33/1981, se cepilló otro símbolo que entraba en la misma categoría: el citado escudo con el águila de San Juan, que al igual que la melodía que nos ocupa había presidido el primer ejemplar de la Constitución pero que no estaba consagrado por ella.

En el caso del escudo existía un diseño alternativo al usado por Franco desde tiempo atrás, vinculado con ligeras variaciones a los períodos democráticos de nuestra historia. Dicho diseño fue el que se adoptó. ¿Y el himno? ¿Tenemos un acorde que represente históricamente a la nación española en el mismo sentido democrático, liberal y revolucionario en que lo hace La Marsellesa con Francia?

La respuesta es afirmativa: ese himno existe y es el Himno de Riego. Originalmente era una danza tradicional del Pirineo aragonés que al parecer silbaba siempre el famoso coronel Riego (personaje, por otra parte, a reivindicar por nuestra democracia) y fue cantado por los hombres a su mando con los que se lanzó a la Revolución de 1820 para instaurar, precisamente, la monarquía constitucional en vez de la absoluta. El Himno de Riego fue consecuentemente adoptado, con letra solemne, patriótica y militarista de Evaristo San Miguel (Soldados, la patria nos llama a la lid / Juremos por ella vencer o prefiero morir) como himno nacional por Real Decreto en 1822; antes de que el mismo rey -Fernando VII- que había fingido adecuarse a la nueva situación traicionara ese pacto y propiciara la invasión de España por parte de los Cien Mil Hijos de San Luis para restaurar el absolutismo y ahorcar al mismo Riego.

Desde entonces y en adelante cada vez que España ha vivido una transformación democrática y liberal el Himno de Riego ha estado presente en las calles y/o las instituciones, llegando a ser el oficioso (nunca oficial) durante la Segunda República. Es quizá esta asociación con la forma de Estado republicana la que ha impedido hasta hoy que un gobierno de esta monarquía parlamentaria dé el paso de instaurarlo por ley. Pero su origen y trayectoria no mienten: el de Riego es el himno de la España liberal y democrática, independientemente de la forma que adopte. Tanto Fernando VII como Isabel II, cuando aceptaron o fingieron aceptar el representar a esa nación española, lo cantaron con su propia voz. 

¿Veremos algún día cómo una mayoría en las Cortes se atreve a liberar a España de su himno preconstitucional? ¿Veremos al Himno de Riego, con su vieja letra o con otra, devuelto a su legítimo lugar como Himno Nacional? ¿Oiremos sus acordes interpretados en las competiciones deportivas, en los actos solemnes, los desfiles militares... y por qué no, en las escuelas? ¿Lo cantará Felipe VI como lo hicieron sus antepasados y aceptará reservar la Marcha Real, como himno de la Corona, para actos organizados por esa institución? ¿Será todo esto el principio necesario para reconciliarnos de verdad con nuestra patria en un sentido simbólico, para que ella misma se reconcilie con su historia y para que todos nos tomemos en serio nuestra democracia? 

Solo el tiempo y la audacia pueden resolver estas cuestiones.

Un himno preconstitucional