Hace varias semanas arrancaron los congresos de las diversas estructuras de las Comisiones Obreras (CCOO), la mayor organización del país y seguramente una de las pocas con implantación efectiva y capacidad de cohesión social en todas las comunidades autónomas. Por mucho que a algunos les pese, habría que añadir. El sindicato se renueva, busca nuevas sinergias, se rearma para un futuro pospádemico que promete retos importantes que condicionarán el futuro de nuestro país. La sociedad del futuro será fruto de la construcción de una ilusión colectiva basada en mayor justicia social y libertad, profundización en el reconocimiento de derechos subjetivos y una radicalidad democrática centrada en los consensos antirracistas, feministas e igualitaristas, entre otros de la posguerra mundial, no de los designios de unas élites insolidarias y de resurgidas ideologías violentas en su teoría y en su praxis.
En la última década han sido muchos los cambios que se han producido en la economía, en la sociedad y en la cultura del país, que están incidiendo e incidirán en la percepción colectiva de las Administraciones Públicas, en el rol que se les asigna o se les asignará socialmente y en el que el sindicato tendrá mucho que ver mediante nuestra interacción con el entorno laboral y social.
Llevamos encadenadas dos crisis que han golpeado con dureza al mundo del trabajo, que han creados sociedades más desiguales e injustas, que están modificando sustancialmente la forma de relacionarnos como sindicato con el objeto de nuestra existencia, que no es otro que reequilibrar a favor de la clase trabajadora el acceso a la riqueza generada socialmente. En esto, defendemos que las Administraciones Públicas son elemento esencial para conseguirlo.
No podemos dejar de valorar la importancia de los servicios públicos en nuestro país y su contribución a una mayor cohesión social y territorial, igualdad de oportunidades y al servicio a la ciudadanía
El deterioro progresivo de los Servicios Públicos en las últimas décadas, unido al hecho de que nuestro país nunca se acercó ni de lejos al despliegue máximo del Estado del Bienestar en la Europa Occidental, va en sentido contrario de lo deseable. Hay que añadir que los cambios que se están produciendo no tienen que ser necesariamente derivados de las crisis sucesivas, sino que están interactuando con el desarrollo científico y tecnológico. Así, la robótica y la inteligencia artificial (IA) constituyen un desafío actual, que se verá intensificado en los próximos años y que va a impactar de manera determinante sobre la estructura de la economía y la sociedad y, también, sobre las plantillas tipo de los diversos sectores productivos, no siendo menor el que tendrá sobre las Administraciones Públicas, por lo que será fundamental analizar prospectivamente sobre como la IA y la robótica se incorporan a las AAPP.
En este sentido, la necesidad de tener dentro del marco federal y confederal unas Comisiones Obreras determinantes en el estudio, gestación e implementación de propuestas de intervención de lo que serán las Administraciones Públicas es de especial importancia porque, no nos engañemos, el futuro de la sociedad y del mundo del trabajo a ella asociada dependerá definitivamente de las administraciones públicas que tengamos o que hayamos conseguido tener: en terminología del filósofo conservador Oakeshott, “asociación civil” frente a “asociación empresarial”, la primera articulada por normas de procedimiento, la segunda centrada en la consecución de objetivos sustanciales. Obviamente, las Administraciones Públicas, a diferencia de las preferencias de Oakeshott, deben centrarse en ser “asociaciones empresariales”.
El sindicato debe generar conocimiento, debe transmitirlo y debe darle un carácter práctico. Debemos utilizar todas las herramientas para diseñar estrategias comunes de acción, pero también capaz de sintetizar lo específico de cada territorio. Entrelazar experiencias diversas y reconocer la esencia común de las mismas. Es lo que hemos trabajado en los últimos años con acierto y en lo que debemos ahondar en el futuro. Para eso todas las experiencias acumuladas cuentan y no nos podemos permitir el lujo de desdeñarlas.
El futuro será complejo, tanto o más como el presente. Como organización sociopolítica debemos asumirlo, y debemos asumir también que tenemos que participar en los cambios que se están produciendo y se producirán en el futuro para orientarlos en el sentido que defendemos. Somos un sindicato que lucha, llega a acuerdos, o no, y los defiende en cualquier momento y lugar. La fluidez de las sociedades y de las instituciones que las sustentan hace también necesario readaptaciones y nuevas respuestas a los cambios. En este sentido, no hay que temer los cambios, hay que dirigirlos forzando su sentido. No podemos, como sindicato nunca lo hemos hecho, abonarnos a las tres tesis de la reacción que definiera Albert Hirschman en Las retóricas de la intransigencia a comienzos de los noventa del Siglo XX.
No podemos dejar de valorar la importancia de los servicios públicos en nuestro país y su contribución a una mayor cohesión social y territorial, igualdad de oportunidades y al servicio a la ciudadanía. Para Daniel Inneraty, en Una teoría de la democracia compleja la Administración “es una institución mal entendida y nuestra relación con ella está abarrotada de lugares comunes. Una de las dificultades para llevar a cabo esa tarea de enjuiciar a la administración procede del hecho de que la burocracia esté llena de connotaciones negativas (siendo como es) la forma de legitimar el tránsito de una administración personal a una administración pública. Donde había decisiones personales, tenemos ahora rutinas, protocolos, procedimientos, es decir, formas de decidir que tienen un carácter previsible, calculable, no arbitrario ni improvisado”.
Queda claro, desde nuestro punto de vista, que Inneraty también participa de los lugares comunes sobre la administración que achaca a la sociedad desde el momento que limita el alcance de los que son las administraciones públicas a las de carácter administrativo y obviándose que los servicios sociales, la educación, la sanidad son también administración pública, pero reafirma a la misma como lugar de democracia plena, de garantía de derechos de la ciudadanía, de independencia, atributos todos ellos que engarzan con nuestra defensa de una sociedad igualitaria, solidaria y justa. Es ese el lugar al que pertenece el Área Pública de CCOO, en la que se posiciona la Federación de Servicios a la Ciudadanía. ¿Podemos estar en mejor sitio? Debemos creer que no.
Nuestro ámbito de trabajo teórico y práctico es aquel donde se modelan las sociedades, aquel cuya caracterización social puede determinar significativamente el modelo de país que queremos. Frente al designio de determinados poderes económicos, y sus adláteres intelectuales, de reducir a una mera anécdota la existencia y caracterización de las Administraciones Públicas como lugar donde los derechos sociales se despliegan y adquieren su radicalidad democrática, nuestra respuesta no puede ser otra que la defensa de su esencialidad en la sociedad a la que aspiramos.