jueves. 28.03.2024
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Manifestación en Sevilla. (Foto: Alternativa Republicana)

Fuego eterno (de los héroes de antaño) es una preciosa canción patriótica rusa, basada en los versos del poeta Yevgeny Agranovich con música de Raphael Khozak. La URSS sufrió más de 27 millones de muertos en la Segunda guerra mundial y ese hondo recuerdo aún está presente en las generaciones siguientes, que continúan llorando a sus víctimas. Así, la canción refleja de manera sublime esa imagen y evoca esos rostros, individualizados en los hogares rusos en la imagen de los seres queridos ausentes.

Rostros también, imágenes vivientes del doloroso recuerdo fueron las que poblaron las calles de Sevilla este sábado. Mientras que en Valencia, “las otras políticas” decían querer hablar de un proyecto de futuro y de ilusión, las calles de Sevilla se llenaban de un movimiento memorialista que unido en un desgarrador grito reivindicaba la dignidad del pasado, el derecho al recuerdo emocionado que desde el gobierno de la Junta de Andalucía se les está negando.

Dice la canción “De los héroes de antaño, los nombres no se han quedado. Los que aceptaron la batalla mortal, se convirtieron en tierra y hierba”.

Esa tierra que sepulta los restos de las víctimas franquistas es la que no quiere remover el gobierno de Juanma Moreno, el PP andaluz, que gobierna en coalición con ciudadanos y el apoyo de la ultraderecha de Vox. La ley de memoria democrática de Andalucía, aprobada en su día, no se cumple porque ni siquiera se ha desarrollado. Se ha vaciado de contenido y de presupuesto haciendo inútil lo que una vez pretendió ser un instrumento de justicia y dignidad. Por ello la coordinadora andaluza de la memoria histórica y democrática y la asamblea andaluza memorialista se volcaron en organizar un sentido y emotivo acto que pretendía poner el foco de denuncia sobre esta inacción,

Y prosiguen los versos “Sólo su formidable valor se instaló en los corazones de los vivos. Este fuego eterno fue legado solo para nosotros. En el corazón lo guardamos”.

Es eso lo que nos dejan también las víctimas del franquismo, la historia de una lucha sin igual, de un ejemplo de valor, de forma de vida y de principios verdaderamente democráticos y cuyo recuerdo no podemos permitir que se mancille por los que pretenden introducir equidistancia entre víctimas y verdugos.

Cuando se quiere condenar la impunidad del franquismo, la ultraderecha, cual cortina de humo, recuerda a otras víctimas, las asesinadas en el otro bando y las más recientes y dolorosas que dejó el terrorismo etarra. Sí, sin duda, también son víctimas, retratadas además en los numerosos testimonios gráficos que recogen los asesinatos de niños y niñas, políticos, militares, civiles, periodistas y guardia civiles. Todos inocentes. Por supuesto que tienen nuestro recuerdo y homenaje ¿alguien lo duda?

Pero ese mismo trato que la derecha reclama a esas víctimas y que los demócratas aceptamos sin duda ni vacilación, esa misma voz vociferante se lo niega a las víctimas cuyo recuerdo se invocaba en Sevilla el 13 de noviembre. Parece que estas víctimas para ellos y ellas, la derecha reaccionaria, son diferentes, porque la capa de tierra que las cubre es de podredumbre, de odio y de vergüenza y llegar hasta sus restos supone retirar ese hedor, contar sus historias, su final, y relatar con la voz temblorosa los proyectos que soñaban y les ilusionaban y cómo se eclipsan bajo los casquillos de las macabras balas que a modo de siniestro ajuar funerario les acompañan.

Nuestra canción sentencia con rotundidad “No hay familia en Rusia que no se haya acordado de sus héroes. Y los ojos de los soldados jóvenes nos miran desde las viejas fotografías”. 

Cuando en Sevilla integrados en esa orgullosa y digna columna participativa mirábamos alrededor no podíamos evitar sobrecogernos cuando a nuestro lado cientos de familiares, sí cientos, elevaban orgullosos esas fotos que recordaban que esas víctimas, esos huesos hoy fracturados, arremolinados en macabras fosas, tuvieron en su día la vigorosa imagen de la vida, ese aliento que les fue cercenado.

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Traer su recuerdo, por mucho que les pese a los herederos ideológicos de sus verdugos es denunciar la impunidad de un franquismo cuya sombra fue un estigma perpetuo sobre los vencidos.

No son arqueología, no son meros huesos. Son personas, hombres y mujeres asesinadas por su condición o sus ideas. Tiradas, arrojadas como meros sacos en fosas comunes. Las exhumaciones, algo que debiera ilustrarse en los centros educativos al igual que el horror de Mauthausen o Dachau, muestran que el respeto que sus asesinos no tuvieron a su vida tampoco lo obtuvieron tras su muerte, azotados y azotadas con desprecio a esos macabros agujeros que hacen de nichos, con el odio vivo y las armas aún humeantes.

Hoy, en esos rostros en sepia en muchos casos, vimos lo que dice la canción “una mirada que es como un tribunal supremo para los jóvenes que están creciendo”.

Pero eso, ese legado que nos trasmiten no sería posible sin la presencia en el movimiento memorialista de las familias, esas familias en que a los hijos y a los sobrinos y sobrinas de las víctimas les han sucedido en bastantes casos los nietos, e incluso los bisnietos. Son estas familias, estas nuevas generaciones, las que se convierten en héroes y heroínas actuales, las que mantienen la llama viva de su legado, las que reclaman verdad, justicia y reparación. Son estas familias las que siguen siendo molestas para una parte de la sociedad que aún no reconoce la atrocidad y el terror, que aún ignora intencionadamente las manos asesinas, las violaciones, los abusos, los niños robados y cómo unos- los llamados vencedores- impusieron un estigma a los vencidos que se prolongó durante generaciones.

En este marco incomparable de la reivindicación se alzaban orgullosas muchas banderas republicanas. La República, que ha sido su sudario, no olvidará jamás sus rostros y sus nombres. Esa será nuestra luz, el fuego eterno de los héroes y heroínas de antaño.

Fernando Fernández Rodríguez
Secretario General de Alternativa Republicana


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‘Fuego eterno de los héroes de antaño’