viernes. 29.03.2024
fotograma grande belleza
Fotograma de 'La Grande Bellezza'

Fiestas en torno a piscinas de diseño en las azoteas o en las afueras de Los Ángeles, con Christian Bale como protagonista de Knight of cups; en fabulosos áticos de aristocráticas mansiones romanas por las que deambula Toni Servillo en La Grande Bellezza; o en villas de costa exclusivas, escenarios de las inigualables modalidades de recreo y gobierno de “Silvio”, retratadas también por Sorrentino en la película del mismo nombre. Mujeres agitando sus cuerpos esculturales al compás de la música, incesante, repetitiva y ensordecedora. Varones de poder, de los círculos que cuentan, al encuentro y la búsqueda. Intercambios fugaces, apenas sin palabras. Sonrisas, chapuzones, excesos, transgresiones. Celebraciones del momento y cancelación del presente y del futuro. Ahora, aquí, por encima de todo, fiesta. Y libertad.

Vemos estos días las fiestas en las playas, en las plazas, en locales ocultos, en las calles. Nos asombra la despreocupación por las consecuencias de quienes participan, para sí y ajenas. ¿Cabe encontrar algunas claves interpretativas en los expresivos retratos recogidos en las obras maestras de Sorrentino, o en la de Terrence Malick?

Y es que las imágenes de las personas participantes en estas fiestas parecen tener algo en común con las que componen la trama argumental central de las vidas de las que se da cuenta en estas películas, desafiantes de las rutinas y los problemas, de los valores comunitarios. ¿Serán todas ellas expresión de esa cultura narcisista de la que nos viene hablando los científicos sociales desde tiempo atrás? Algo de ello puede haber en la suerte de perpetuo homenaje a sí mismo de Silvio, que se recrea en la obra del mismo título; en el juego de misterio y exhibición que cultiva Jep Gambardella en los espacios privados que frecuenta, carente como está de cualquier interés por el encuentro real con los otros participantes en la fiesta, casi siempre los mismos (Roma no es América); en la velocidad y fragmentación que todo ello adquiere en la vida de Rick, desplegada en los infinitos espacios urbanos y exurbanos de Los Ángeles, tan alejados y tan parecidos. Dejar atrás la prudencia y el reposo y apostar por el riesgo, estar con los que triunfan, no admitir ni limitaciones ni dependencias.

Sin embargo, ya en la obra de Malick, el protagonista, hastiado del círculo repetitivo de su deambular de sus últimos 30 años, aunque tarde, anhela cambiar, recomponer lazos e iniciar una nueva andadura en la que el compromiso emocional con los otros tenga una oportunidad. Escoger otro rumbo, si todavía se está a tiempo. Frente a la libertad negativa, como negación de la capacidad de intromisión de lo social en la privacidad, la libertad positiva, unida, al menos, a una cierta fraternidad. Hasta aquí llega Rick, quien acaba por comprender la necesidad de acercarse a su padre, a su hermano vivo y al desaparecido, a los hijos que no ha tenido, a las parejas que no ha conservado. En muchas otras personas y agentes sociales, comparecen también el deseo de igualdad y comunidad, como apuesta por la sostenibilidad de la vida, también del planeta. Es verdad que este turning point está ausente en el personaje de Silvio, centrada en el paradigma del self made man, del emprendedor compulsivo, del hombre sin apenas escrúpulos, y, seguramente, y pese a todo, sin atributos, que no parece necesitar casi nada de nadie. Es cierto que, incluso aquí, abordando esta individualidad dominante, se apunta la tensión entre la entrega al sueño de lo ilimitado y la necesidad de fidelidad incondicional de los suyos y de sus familiares, que se torna inviable en ese contexto, sobre todo, por lo que hace a los últimos. Por su parte, Jep Gambardella, icónica creación de Sorrentino, se presenta como un brillante y vitriólico espectador de su decadente mundo, con la agudeza del observador implacable, y una mirada entre burlona, cínica y despiadada. Pero, pese a esta lucidez, no consigue escapar del fatalismo, sumergiéndose en lo que estima irremediable. Sólo la nostalgia de otro vivir, que ya no será, da cuenta del alcance de su pérdida. Otro vivir que podría haberse guiado por la promesa de una vocación fuerte, sustituida por un simulacro de profesionalidad sin alma, vacía, perezosamente adaptada a los requerimientos del momento.

Tal vez las situaciones extremas, como la propiciada por la pandemia que estamos viviendo, agudicen el recurso a la fuga, al escapismo, al deseo de no mirar atrás, aunque sea por algunos breves momentos. Algo que, sin duda, se ve reforzado por la precariedad de tantos aspectos de nuestros mundos contemporáneos, desde el empleo a la vivienda o las relaciones sociales y emocionales. La vulnerabilidad extrema, a la intemperie en las calles de la desesperanza de Los Ángeles, llenas de personas sin hogar, conforme al magistral retrato de Malick, contribuye también, a buen seguro, a este deseo de huida. El desengaño, la desconfianza, el desamparo, que asoman en muy diferentes escenas, coadyuvan, en la misma dirección. O la falta de credibilidad en que otro mundo sea posible, y la apuesta por lo que hay, convertido en inevitable.

Resulta hoy aún más necesario por ello el giro que ponga en el centro una vida digna de ser vivida, apoyada en un trabajo y una vivienda decentes, unos lazos y arraigos robustos, unas comunidades de pertenencia fuertes, sin ser por ello cerradas o excluyentes, una apertura a la sociedad y a la ciudadanía, una humanidad compartida. La libertad de una naturaleza humana, conjugada en femenino, concebida como social y política, requerida en su vulnerabilidad de la interdependencia y el cuidado. Decidida a habitar un mundo más amable, democrático, sostenible, cohesionado, justo y equitativo, frente a los desgarros sin remedio de las individualidades aisladas. La fiesta, y la libertad, más que el carácter gaseoso, vacuo y evanescente con que hoy se alientan, podrían adquirir entonces algo de la solidez y empatía que tanto necesitamos.


Margarita Barañano

Margarita Barañano Cid

Profesora Titular del Departamento de Sociología Aplicada de la UCM de Madrid.

Fiesta y libertad