miércoles. 24.04.2024
hosteleria pandemia

Conforme aumenta el porcentaje de población vacunada son muchos quienes consideran que ya es seguro disfrutar de una comida en pareja o con amigos dentro de un restaurante. Sin embargo, también es elevado el porcentaje de los que aún no se atreven a hacerlo.

Si nos atenemos a la opinión de los expertos en epidemiología, tener puestas las dos dosis de vacunación no confiere un pasaporte a la normalidad ni exime de sufrir un contagio por coronavirus, aunque sí que garantiza un menor riesgo de ser hospitalizado en caso de contraer la infección. Por ello, a pesar de estar vacunados, los epidemiólogos recomiendan a la población que se mantengan ciertas precauciones para evitar los contagios, sobre todo usar mascarilla en interiores concurridos, evitar lugares no ventilados y mantener el distanciamiento social.

Surge entonces la pregunta de si es o no seguro comer en el interior de un restaurante, una cuestión ante la que lo importante no es tanto el lugar como lo que allí dentro ocurra. Está científicamente demostrado que en los locales cerrados donde se consume sin mascarilla es más probable un contagio que si se opta por el exterior. Son muchos los factores a considerar en los restaurantes si los comparamos con otros locales donde también se reúna gente, como por ejemplo las salas de conferencias, los cines, los teatros o cualquier otro lugar con público donde, hoy por hoy, es preceptivo llevar mascarilla en todo momento, una norma que se mantendrá mientras la pandemia no se declare extinguida por las autoridades sanitarias.

Sin embargo, en los restaurantes se dan dos singularidades que los convierten en entornos propicios para la transmisión del coronavirus. Uno es la permisividad de quitarse la mascarilla cuando se come o se bebe —algo que tiene su lógica— pero que muchos clientes utilizan como patente de corso para prescindir de ella mientras están sentados a la mesa, a veces durante más de dos horas. Otra singularidad es lo bulliciosos que pueden ser ciertos establecimientos, una circunstancia que predispone a hablar alto y hacerlo con más fuerza, lo que facilita que un hipotético virus pueda propagarse por la estancia a través de las gotitas respiratorias. La inmediata consecuencia es que, dependiendo del flujo de ventilación de cada establecimiento, las gotas exhaladas al respirar se propagarán más allá de dos metros y serán respiradas por comensales de otras mesas. Estas dos contingencias disminuyen considerablemente cuando los comensales se encuentran en una terraza exterior.

Es por ello que consideraremos restaurantes de bajo riesgo a aquellos donde se cumplan escrupulosamente las normas de prevención de contagio de las enfermedades infecciosas que se transmiten por vía aérea. Un restaurante será más seguro si se exige a los clientes utilizar mascarilla cuando no se esté comiendo, con especial énfasis en las tertulias que se suelen mantener tras el postre. Serán también más seguros los locales que dispongan de ventilación procedente del exterior que permita que el aire circule al tiempo que un sistema de calefacción homologado (con filtros que eviten la propagación de los virus) proporciona una temperatura confortable. En suma, consideraremos de bajo riego a t aquellos restaurantes donde no sólo los camareros lleven la mascarilla como habitualmente sucede.

Otro factor importante a tener en cuenta es el tiempo que se esté en el restaurante. A mayor tiempo de estancia mayor será el riesgo de contagio. En este sentido, la doctora Leana Wen, directora de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU ) declaró recientemente que «si vas a estar muy cerca de otras personas y hay muchos comensales juntos, ahí es cuando yo trataría de limitar el tiempo lo más posible». Las medidas sugeridas por esta doctora para minimizar el tiempo de estancia en un restaurante incluyen elegir con antelación lo que se desea comer al hacer la reserva y también no consumir aperitivos o más de un plato, evidentemente dos recomendaciones que restan confort a un acto placentero a cambio de disminuir el riesgo de contagios.

Hace pocos días, la Organización Mundial de la Salud informó que la situación de la pandemia de coronavirus en Europa es de gran preocupación, que la cobertura vacunal aun es insuficiente y que el relajamiento de las restricciones ha propiciado el incremento de los nuevos casos de Covid-19 detectados en las últimas semanas. Los datos de incidencia acumulada vuelven a ser preocupantes. Hasta hace poco, la incidencia acumulada en España era inferior a 50 (lo que nos convertía en casi el único país de bajo riesgo del continente),  sin embargo, mientras escribo este artículo, estamos ya en 71,5, cifra que nos posiciona en situación de riesgo medio , aunque muy alejada de otros países en riesgo extremo como  Bélgica (1.054,8); Países Bajos (786,2); Reino Unido (769,2); Alemania (462,3) o Polonia (431,7).

El director de OMS-Europa, Hans Kluge ha declarado que «nos encontramos en otro punto crítico de rebrote de la pandemia. Europa está de nuevo en el epicentro de la pandemia, donde estábamos hace un año. La diferencia hoy es que sabemos más y podemos hacer más».

Respecto a la cuestión planteada en el titular, y también como respuesta a muchas otras peguntas relacionadas con la pandemia, se impone que cada cual obre en consecuencia de lo que le dicte la sensatez racional y sin conferir prioridad a satisfacer un placer efímero con probables consecuencias no deseadas. La pandemia no ha acabado y el coronavirus sigue flotando en el ambiente como una amenaza que en cualquier momento puede provocar consecuencias demoledoras.

¿Es seguro comer en el interior de un restaurante al estar vacunados?