viernes. 19.04.2024
enrique velazquez
Enrique Velázquez.

Durante los últimos años del Franquismo, quizás diez, mi hermano Enrique, al que en casa siempre llamábamos Jose, tuvo varios nombres, como correspondía a su peregrinar clandestino que le hizo militar intermitentemente en el PCE, después en el PCE(i), más tarde en el PTE y finalmente sólido votante del PSOE.

Su vida es probablemente también la de muchos hombres y mujeres anónimos, que trabajaron sin descanso para hacer de este país un lugar que con sus dificultades y amenazas fuera si no un paraíso, un sitio de libertad.

Spinela, como le conocen muchos, fue además de poeta, cada vez más profundo, físico de especialidad en calculo automático, profesor de matemáticas, trabajador del Consejo de seguridad nuclear y empresario de éxito en el suministro de datos de los fondos de inversiones.

Viene aquí al caso referir una cuestión que a él le hacía estar particularmente orgulloso de nuestra democracia: la solidez de la sanidad pública. En palabras del primer doctor que trató con profundidad sus arritmias ventriculares, hace quince años era ya un enfermo grave. Desde entonces, sucesivos equipos médicos en Getafe, La Paz y el Gregorio Marañón, han luchado sin descanso, y lo consiguieron durante quince años, para que la vida de Spinela, siguiera siendo el vehículo que cada día nos deleitaba con una o varias poesías satíricas, pero bien hincadas en la realidad política. Meses antes de la pandemia sus familiares hemos tenido la ocasión de oír las explicaciones extensas de los doctores después de intervenciones a corazón abierto de más de siete horas. Coste para Enrique: cero euros. Finalmente, el corazón falló a pesar del esfuerzo de los profesionales de la sanidad pública.

Al margen de la sonrisa que generalmente nos sacaba, cada Spinela estaba bien trufada de la realidad política, de un análisis que ocultaba a duras penas el pasado y el presente de izquierdas de su autor. Además, Enrique había producido análisis profundos sobre Moratín, del que había reeditado El arte de las Putas y publicado con notable éxito una colección de poesías de contenido predominantemente erótico "Ars putandi". Algunas de ellas las cantó un conocido artista italiano: Filippo Carletti.

A su enciclopédico conocimiento del pensamiento marxista, unía su afición por el cine norteamericano de los años cuarenta y cincuenta, aspecto en el que empezó a destacar en su Sevilla natal, donde dirigía cineclubs sobre la materia, paso previo a su militancia antifranquista. Todo esto no era suficiente para su capacidad mental y en consecuencia repartía también sus horas con las cuestiones financieras concernientes a los fondos de inversión fundando y gerenciada con su hijo Enrique, la empresa líder del sector.

Ah, una ultima obsesión desde hace más de veinte años concernía al bacalao al pilpil. Podía estar horas con sus bacalaos de las islas Feroe, moviendo la imponente sartén o inventando un aparato que se movía aproximadamente como lo hace la muñeca al girar la sartén... El resultado era muy bueno y hasta lo congelaba e intentó no por negocio sino por divertimento, venderlo como plato único o como complemento de otros manjares.

Su pensamiento era ortogonal: ciencias y letras. De él aprendíamos cada día. En fin, para sus dos hijos, cuatro hermanos, esposas y amigos, una persona inolvidable, generosa e irónica hasta el final, que con nosotros permanecerá siempre.

Francisco Velázquez (hermano de Enrique)

Enrique Velázquez, luchador antifranquista, poeta y un milagro de la sanidad pública