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NUEVATRIBUNA.ES - 30.04.2009

Medio siglo ha pasado de esa imagen. Siete hombres, de entre 20 y 24 años en el patio de la cárcel de Cáceres. Los presos políticos más jóvenes del momento condenados por “rebelión militar” en una etapa en la que el dictador Francisco Franco negaba persecución política alguna. La foto se distribuyó por todo el mundo (Francia, Gran Bretaña, Italia, Argentina, Chile�) a modo de propaganda contra el Franquismo. Aún no vestían los habituales trajes de penados �aparecen de paisanos- y por su alegre semblante más parece que estuvieran disfrutando en animada panda de amigos de un soleado día en libertad. Pero lo cierto es que habían sido condenados entre penas de 4 a 12 años por distribuir panfletos “subversivos” contra el régimen. Todos viven y su testimonio, uno más de la Memoria colectiva de la época forma parte del archivo de la Universidad de California, en San Diego en un proyecto en el que participa el norteamericano Scott Boehm, a su vez responsable del Área de Testimonios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).

FEDOR, EL NOMBRE PROHIBIDO

“Nos detuvieron en el año 60. En esos momentos la única cárcel que acogía presos políticos era la de Burgos, pero alegando que podía pervertirnos políticamente �todos éramos muy jóvenes- decidieron ‘extraditarnos’ a Cáceres �ironiza- que ya había tenido presos después de la guerra”.

Así lo relata Fedor Adsuar Casado (el segundo de la foto empezando por la derecha), un madrileño que ahora tiene 74 años de edad y que junto con otros recibió una pequeña indemnización (30.000 de las antiguas pesetas) durante el Gobierno de Alberto Ruiz-Gallardón, poca cosa comparado con el reconocimiento moral y histórico que reivindica.

“Fíjate hasta que punto llegaba la represión que mi nombre fue eliminado del registro civil”. Fedor es de origen ruso y no estaba permitido según una orden ministerial que obligaba a tener nombres apostólico-romanos. Cuando mi abuela fue a pedir mi partida de nacimiento se encontró con una en la que figuraba el nombre de Ezequiel”.

La dictadura calificó el nombre de Fedor como ‘alias’. En la sentencia por la que Adsuar fue condenado a 12 años de prisión se dice textualmente que Ezequiel, “conocido en el argot comunista con el nombre de Fedor y Luis” (así se llamaba su padre) “comenzó en 1953 a relacionarse con elementos comunistas en cuyo partido ingresó en abril en 1956, distinguiéndose desde entonces por su activa labor de difusión de propaganda subversiva que incrementa al cesar el servicio militar”.

La experiencia que vivieron estos muchachos no es comparable a las condenas a muerte dictadas en los juicios sumarísmos, ni tampoco a los múltiples casos de desaparecidos durante la contienda. Pero no se trata solo de exhumar cadáveres (ardua labor para la que las Administraciones no dan ni un céntimo) sino también de recabar testimonios de los que fueron protagonistas de la represión de la dictadura, testimonios que sobrevivirán a sus autores y que deberían formar parte de ese centro estatal para la memoria, que sigue siendo la asignatura pendiente de los poderes públicos, demasiado tibios a la hora de aplicar en toda su profundidad la Ley aprobada en 2006.

Fedor solo cumplió 4 años de prisión. La rebaja de la pena se debió a la redención por estudios, trabajo en la cárcel, “donación de sangre” y a los indultos dictados en ese momento por el Papa. Tuvo que aprender latín, religión y la asignatura “formación del espíritu nacional”, obligatoria en todos los colegios. “Terminé la condena en Burgos. Allí también había estado preso mi padre y fue allí donde me encontré con otros presos políticos como Ángel Martínez, quien tras reconocerme como el ‘hijo de Luis’ me dijo: - espero que tú no encuentres a mi hijo en la cárcel. Heredáis presidio en lugar de las fábricas”, se lamentó.

CAMPAÑA DE ‘DONACIONES DE MEMORIA’

El testimonio de Fedor bien puede engrosar el archivo que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica quiere poner en marcha tras la apertura hace un mes de la Oficina de Atención a las Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura. Situada en el madrileño barrio de García Noblejas, en un local cedido por Psicólogos sin Fronteras, trabajan de forma voluntaria siete personas: dos politólogas, una historiadora, dos psicólogos, un filólogo y un filósofo.

La oficina ha recibido peticiones de Colombia y México. “La mayoría son para buscar a desaparecidos”, nos cuenta Carlos Agüero (de la ARMH), que reconoce la dificultad para la exhumación de fosas �sobre todo de los desaparecidos en combate- pero que pone en valor los testimonios que les están llegando: “A veces sólo necesitan contar su experiencia, es una necesidad psicológica”, asegura.

El centro cuenta con una asesoría jurídica y un área dedicada a la difusión y la educación. Se organizan charlas, documentales para enseñar en los colegios e institutos de Madrid. “Con la educación se rompen muchos mitos”, dice Agüero, en alusión a esa etapa de la historia que ha estado hasta ahora silenciada en los libros de texto. A esa difusión contribuirá la parte de testimonios que la Asociación quiere recabar en un archivo audiovisual y para ello pondrán en marcha un campaña llamada Donaciones de Memoria, en la que se espera recabar las vivencias de todas esas personas mayores que quieran contar su historia y romper así el “universo del miedo” a la que han estado sometidas tantos años por el olvido.


* En la foto, de izquierda a derecha: Helios Babiano Rodriquez; Alfonso Romero García; Esteban Pulgar Torralba; Andrés Piñeiro Soto; Baltasar Martinez Calvo; Fedor Adsuar Casado; e Ignacio Ruiz Cortés.

En el patio de la cárcel