jueves. 25.04.2024
Helena López-Casares Pertusa

Existen variadas formas de establecer la capacidad de liderazgo de un país, siendo una de ellas el análisis del espíritu emprendedor de su población.

Las iniciativas empresariales son un síntoma de la salud competitiva de un país y un motor de crecimiento. Los emprendedores son fuente de riqueza, desarrollo y dinamismo, y contribuyen a aumentar las cotas de liderazgo de un país. La razón de esta afirmación no se asienta únicamente en variables económicas, sino también en el tipo de ambiente que se respira en un país. Mientras hay contextos en los que los ciudadanos creen en sus posibilidades y se sienten cocreadores de la realidad que les rodea, hay otros entornos cuyas características ambientales frenan las iniciativas de las personas y crean una sensación de dependencia de las condiciones externas.

La función de los emprendedores en la sociedad es vital, ya que, con su empuje y orientación a la mejora, son actores muy relevantes para la activación económica, el aumento de la productividad y la multiplicación de la empleabilidad en un país.

Además, un emprendedor mantiene una actitud relacionada con la creatividad, la observación y el gusto por probar y experimentar en todas las facetas de su vida, lo que favorece la generación de un clima proactivo a su alrededor. Del mismo modo, su visión de futuro y su capacidad para asumir riesgos disminuye el miedo al fracaso, uno de los grandes lastres del desarrollo personal y colectivo.

Desde este punto de vista, un país debería trabajar por alcanzar unas buenas cuotas de emprendedores y desarrollar el espíritu emprendedor desde edades tempranas a través de la educación. Sin embargo, somos testigos de que hay más inconvenientes que ventajas, y de que existen más trabas que aceleradores para el emprendimiento y la creación de empresas.

Ya es bastante complicado el tener una idea de negocio, conseguir la financiación para poner en marcha el proyecto o el capital para constituir la sociedad y asumir los costes de funcionamiento, así como tramitar los pasos legales y administrativos para iniciar la actividad. Así que, si a esta realidad le añadimos la falta de apoyo de un ecosistema que fomente el emprendimiento, el viajes es doblemente complicado.

El autónomo como pulmón de la economía

Resulta muy relevante en este punto, recordar la importancia y la labor de la figura del autónomo como acelerador y propulsor de la economía. Un país que respete el papel que los autónomos tienen en la sociedad, debería disponer un marco fiscal que dejara respirar a las personas que optan por el autoempleo y que tienen pequeños negocios. Para insuflar el oxígeno necesario para preservar la supervivencia, que es la base del crecimiento, es necesario revisar las cuotas de autónomos con la lupa de la realidad del contexto el que estamos inmersos. En este aspecto, cabe, una vez más, subrayar los excesivos costes que asume el autónomo en España. Además, se debe atender y registrar las situaciones que viven los que sufren impagos y se ven abocados a pagar un IVA derivado de facturas emitidas que aún no se han cobrado y que, en muchos casos, no se van a cobrar, lo que, sin duda, da lugar a una situación injusta, frustrante e insostenible.

En todo país desarrollado con horizontes de crecimiento, los autónomos conforman una preciada perla por el valor determinante que tienen para la microeconomía. Instituciones como la ONU declaran que los autónomos y los pequeños negocios son básicos para la sostenibilidad de la economía mundial y actúan como semilleros para la creación de empleo, algo que debería adquirir una tremenda relevancia en un país con un 40% de desempleo juvenil, como es el caso de España. Sin embargo, lejos de resolver las problemáticas de los autónomos y de mejorar sus condiciones, se subestima su notabilidad cuantitativa y su riqueza cualitativa en el dinamismo de la actividad económica.

Liderazgo emprendedor

Los beneficios del espíritu emprendedor para un país son múltiples y su impacto se deja sentir en múltiples áreas que complementan el ámbito económico, como son la dimensión social y cultural. La promoción del liderazgo emprendedor supone apostar por el liderazgo de un país, supone apostar por la prosperidad y supone apostar por la creación de empleo.

El espíritu emprendedor es básico para la competitividad de un país, ya que las nuevas iniciativas empresariales impulsan la productividad y las nuevas ideas multiplican las propuestas relacionadas con la investigación y la innovación. Asimismo, el espíritu emprendedor contribuye al crecimiento de la comunidad local y a aumentar su riqueza mediante la contratación de proveedores o mejorando la calidad de vida del entorno, entre otras razones.

El liderazgo de un país viene definido por el propósito del mismo, que moldea sus políticas y decisiones. Cuando el foco se pone en la construcción de las bases para un escenario que genere riqueza, bienestar, oportunidades, trabajo y crecimiento, toda la maquinaria de un país, entre las que están las empresas, los autónomos, las asociaciones, las iniciativas particulares y movimientos sociales, las entidades educativas y resto del engranaje del ecosistema, se inunda y se empapa de un liderazgo emprendedor decisivo y estratégico para marcar un rumbo coherente, sólido y fuerte que actúe de escudo ante las inclemencias del entorno. Cuando no hay propósito, ni hay dirección ni hay sentido, y el liderazgo se convierte en una suerte de actuaciones que, lejos de atraer la prosperidad y crear riqueza, alejan las suaves brisas alentadoras de la evolución propias de los países que transforman el conocimiento y los recursos en patrimonio económico y social.

Helena López-Casares Pertusa | Dra. Neurociencia Cognitiva Organizacional | Universidad Nebrija

Emprendimiento y liderazgo de país