viernes. 29.03.2024
voto

No habían pasado ni 24 horas desde que los resultados de las elecciones del 4M a la Comunidad de Madrid fueran conocidos, ya los medios bombardeaban con informaciones bien cocinadas con una asombrosa capacidad de preparar  fast food” (disculpen el uso del inglés, pero define mejor la comida de mala calidad). También los contertulios y contertulias, ejerciendo de buenos para unos y malos para otros, según la tendencia de los oyentes, trataban de ilustrarnos sobre los resultados electorales haciendo alarde de su virtuosa rapidez para comprender los misterios y descifrar a los mortales las causas de esos resultados. Como de costumbre empecé a escuchar banalidades y análisis torticeros que no eran contestados con solvencia ni por el contertulio oponente, ni mucho menos por el presentador o presentadora del programa.

El voto de las clases trabajadoras y su localización geográfica en barrios, distritos o localidades era evidente que tenía que ser uno de los temas recurrentes y atractivos para los prescindibles analistas políticos más al uso. La opinión más generalizada sobre este tema entre los invitados a opinar en el programa de la inefable sexta “Más vale tarde” coincidían en que ya iba siendo hora de que la izquierda debía ir abandonando el “mantra” de que la participación electoral en los barrios y localidades del “cinturón rojo”, en los que habita la clase trabajadora, favorece a las fuerzas de la izquierda y que esto es ya una idea anacrónica, obsoleta y anticuada. El mensaje advierte de la inutilidad de movilizar a la clase trabajadora ya que los trabajadores y trabajadoras no son ni de izquierdas ni de derechas. ¿Tendrá que movilizar la izquierda ahora en la Moraleja? Ojo al parche, cuanto menos tratan de confundir y mentirnos una vez más, forma parte de su estrategia mensajera.

Es cierto que en los barrios con menor renta per cápita y en las localidades donde habitan en mayor número las familias trabajadoras y los sectores sociales más vulnerables han crecido los votos del PP y en algún caso los de VOX , incluso el PP ha sido el partido más votado, pero ha sido la suma de la izquierda en la inmensa mayoría de los casos la que ha obteniendo el mayor número de votos. Pero no es mi intención centrarme en el resultado electoral estricto y ocasional, es preciso abordar la cuestión del voto de las clases trabajadoras de una manera más rigurosa.

El voto de las clases trabajadoras sigue y seguirá siendo una manifestación de la lucha de clases en los sistemas democráticos

El voto de las clases trabajadoras sigue y seguirá siendo una manifestación de la lucha de clases en los sistemas democráticos, esto es algo que admite muy poca discusión. Otra cosa muy diferente es que haya que considerar esta idea como un dogma, que sin hacer nada, por sí misma, va ser siempre una verdad, entre otras cosas porque la lucha de clases la está ganando el neoliberalismo más ultra. De esta concepción se desprende la razón por la que a las organizaciones políticas de la izquierda les corresponde en la historia obtener el apoyo de las clases trabajadoras y ese tiene que ser su lógico objetivo. No van a ser nunca las derechas las que defiendan un sistema en el que quede abolida la explotación, ni van a defender los servicios públicos ajenos al lucro privado, tampoco van a ser nunca las derechas las que vayan a impedir el enriquecimiento a través del método que sea, incluido el robo y la corrupción que va en su adn, ni tampoco van a defender una justicia independiente, ni unas libertades y derechos que perjudique sus intereses de clase y sus privilegios. Son las izquierdas las que llevan en su ideario, en su relato y en sus programas las propuestas sociales, de clase, de género y ecologistas para la construcción de un Estado social basado en los principios de la solidaridad, la igualdad y la libertad.

Entonces, ¿cuáles son las causas por las que la clase obrera vota a los que van en contra de sus intereses? Hemos escuchado a Ayuso, a Monasterio y a Abascal en esta campaña electoral vomitar mensajes que ponen los pelos de punta, son mensajes propios del populismo fascista más zafio, mensajes dirigidos a sacar a la luz los sentimientos más miserables de los seres humanos y sin embargo estos mensajes han calado en muchos de los que van a ser sus víctimas y los han votado.   

Mucho más allá de explicaciones coyunturales, como es la del efecto de la pandemia o los discutibles errores cometidos por la izquierda en la campaña electoral, que han podido influir en el resultado electoral, existen razones mucho más profundas examinando la historia más remota y la más reciente que determinan los avances y retrocesos para transformar un sistema injusto en otro que construya una sociedad basada en los principios de la igualdad, la solidaridad y la libertad. En mi opinión esta razón decisiva se fundamenta en quien detenta “la hegemonía de la cultura”.

La cultura de una sociedad determina los valores éticos, morales y sociales de sus miembros y en estos valores se sustenta el poder dominante, por ello es decisivo ganar la hegemonía en este terreno y por ahora esa hegemonía la tiene en sus manos el neoliberalismo que se constituye como ideología dominante. A través de la “hegemonía de la cultura” la clase dominante tiene sometida a la mayoría social y sólo cuando en ocasiones las clases dominadas y sus organizaciones políticas y sociales logra abrir brecha en esta hegemonía y hacerla permeable se consiguen períodos de avances favorables para la mayoría social y las clases trabajadoras. 

En el caso de España el rasgo más específico que alimenta la hegemonía de la cultura que detenta la clase dominante es el factor denominado “la sociología del franquismo” que determina un comportamiento de nuestra sociedad impuesto durante una atroz y larga dictadura y que no ha logrado borrar  la transición, perviviendo hasta nuestros días. Esta “sociología del franquismo” basada en la despolitización y en miedos a los cambios ha sido utilizada y aprovechada de una u otra manera en su beneficio por todos los gobiernos de la democracia.

Llevando este asunto al terreno de Madrid y sus elecciones recientes esa “hegemonía de la cultura” en manos del neoliberalismo más salvaje ha utilizado el mejor mecanismo disponible a su alcance para conseguir el objetivo de ganar estas elecciones: Los medios de comunicación operando como un potente aparato de propaganda.

Durante la campaña y en los escasos días que han transcurrido después de las elecciones estamos asistiendo a un bombardeo mediático que acusa a la izquierda de no haberse dirigido al electorado centrándose en propuestas para solucionar y mejorar la vida de los sectores sociales perjudicados por las políticas neoliberales aplicadas por el PP desde hace 26 por años y que se han agravado en la gestión de la pandemia. Se acusa a la izquierda de haber centrado la campaña en la dicotomía entre democracia y fascismo. Esto no es así, claro que la izquierda ha ofrecido propuestas y datos apabullantes para denunciar las políticas de la derecha, pero los medios no lo han contado, y por supuesto que la izquierda tenía que lanzar el mensaje del evidente peligro que supone el fascismo por responsabilidad histórica. Recordemos el único debate televisado en Telemadrid donde se escucharon propuestas y un aluvión de datos que desnudaban la gestión del gobierno del PP y Ciudadanos asistido por VOX en la Comunidad de Madrid. Sin embargo no se habla de que ni la candidata de la derecha extrema, Ayuso, ni la candidata de la extrema derecha, Monasterio, no han ofrecido una sola propuesta sobre los problemas que afectan a la mayoría de los madrileños.

La clase dominante tiene en sus manos la “hegemonía de la cultura” que se apoya en nuestro país en el efecto cultural y sociológico del franquismo

Es cierto que las derechas no han cometido errores en la campaña, todo lo contrario, han aprovechado muy bien la coyuntura pandémica expandiendo mentiras a través de un colosal sistema de propaganda con el soporte de unos medios entregados de tal manera que son más bien propios de una dictadura y vergonzosos en una democracia.  Se han limitado a lanzar burdos slogans conscientes de la fuerza de su aparato de propaganda y de que tienen la hegemonía de la cultura. Si la izquierda no ofrece propuestas como se ha propagado, ¿son propuestas, quizás, elegir entre comunismo o libertad para consumir cañitas en las terrazas, la insolente aporofobia con la que Ayuso nos obsequió tildando de mantenidos a los desasistidos de las colas del hambre, colocar carteles contra los menas copiados de la propaganda nazi, exaltar la xenofobia y el racismo, reírse de la violencia de género y ofrecer el discurso del patriarcado, dudar de las amenazas de las balas enviadas por correo, la provocación, la mentira y el insulto permanente para criminalizar a la izquierda y muy especialmente a UP? Después de 26 años con gobiernos del PP muchos trabajadores y trabajadoras en Madrid han respaldado con su voto el saqueo de la sanidad y de la educación públicas, políticas de vivienda que han consistido en engordar a los fondos buitre, el abandono dejando morir a miles de ancianos en las residencias. Cómo nos podemos explicar ante este cúmulo de despropósitos y de tropelías que las clases populares hayan votado así mostrando una sumisión indigna que Miguel Delibes plasmó descarnadamente en “Los Santos Inocentes”. Independientemente de los errores cometidos por la izquierda, existe una razón que considero esencial en la que vuelvo a insistir: La clase dominante tiene en sus manos la “hegemonía de la cultura” que se apoya en nuestro país en el efecto cultural y sociológico del franquismo. Una cultura que ha hecho que cale en la sociedad el individualismo, el consumismo más torpe, el egoísmo, el desprecio al diferente, la sumisión, el fantasma del miedo, la corrupción y la búsqueda de falsas identidades que vienen envueltas en banderas de no sé qué  patria.

La izquierda, además de ser valiente aplicando políticas decididas a combatir el neoliberalismo, sin arrugarse ante los envites de las élites financieras, para solucionar el problema de las clases trabajadoras y de los más vulnerables de nuestra sociedad, tiene que abordar cómo puede ir arrebatando la hegemonía de la cultura a esas élites dominantes. Hay que estar en los lugares con las gentes que sufren las injusticias ejerciendo mucha pedagogía y construyendo una mayoría social como un potente intelectual colectivo que propague y asuma una cultura propia para hacer arrebatar la hegemonía a la clase dominante. Sin olvidarse de que es imprescindible dotarse de un aparato mediático, moderno, profesional y de calidad que pueda contrarrestar la hegemonía del bloque dominante y haga de altavoz crítico y a la vez propositivo para ganar posiciones en la “Hegemonía de la Cultura”

El gran pensador italiano Antonio Gramsci ya explicó muy bien todo esto. Repásenlo.

Esteban Galera Aragón

Sobre el voto de la clase trabajadora