jueves. 18.04.2024
perdo

No es fácil olvidar aquel rugido del circuito, era el rugido de la felicidad. No es fácil olvidar ese bulto indiferenciado que formaban Nieto y su Bultaco, o su Derbi después

No habría cumplido los 10 años cuando ya iba con mi hermano al Retiro, al paseo de coches, a ver las carreras de motos en las que corría Ángel Nieto. La salida era un verdadero espectáculo, los pilotos alineados en un lado del paseo y al lado contrario las motos con el motor apagado, cuando el director de carrera bajaba la bandera todos corrían ponían la moto en marcha y salían a toda velocidad. De la pericia de esa maniobra dependía la posición en carrera, nada de “poles”.

Nieto no eran un gran especialista lo que le obligaba a grandes remontadas para alcanzar las primeras posiciones, esa era la verdadera emoción de la carrera ver como vuelta tras vuelta escalaba posiciones, todos sabíamos que si llegaba a la última vuelta con una desventaja de hasta medio circuito sobre el primero le veríamos pasar por línea de meta el primero y así era invariablemente salvo caída o avería que lo dejaran fuera de carrera.

Esa misma emoción, desprovista del plus de fascinación que sienten los niños ante lo extraordinario, se trasladó al Jarama cuando algo más mayores,  desde la “pelouse”, la mejor entrada del circuito si eres un verdadero aficionado, situados en la curva de Bugatti, nos rompíamos el cuello para imaginar cómo iba la carrera en la curva de entrada a meta, la historia se repetía,  si Nieto encaraba la ultima vuela con algunas curvas de desventaja sabíamos que ganaría, y ganaba.

No es fácil olvidar aquel rugido del circuito, era el rugido de la felicidad. No es fácil olvidar ese bulto indiferenciado que formaban Nieto y su Bultaco, o su Derbi después. Siempre se sabía dónde iba Ángel Nieto en aquel amasijo de monos negros y motos de carenados estándar. Solo su manía de mirar para atrás constantemente después de un adelantamiento nos atacaba los nervios.

Nunca he tenido una moto y mucho menos he sido motero. Desprecio estos alardes de ruido y desgate de gomas que se produce antes de cada gran premio, eso no es motociclismo, pero he de reconocer que a fuerza de ir a ver correr a Ángel Nieto y remontar en la última vuelta me aficioné y tenía mis favoritos, me gustaba mucho Kevin Schwantz y un pelirrojo americano Randy Mamola, muy loco pero muy valiente. Después poco a poco la tecnología fue matando mi afición y desde que Sito Pons, el piloto más elegante de cuantos he conocido,  dejó de correr, he perdido el interés casi por completo, si acaso cuando alguna vez me entero que ha ganado Pedrosa, me alegro.

Es sabido que la memoria es selectiva y juega a magnificar o a empequeñecer nuestros recuerdos según nos convenga. En esta ocasión toca magnificarlos y rodearlos de un sentimiento de nostalgia inevitable en torno a un ídolo de la niñez.

Por todo esto me ha emocionado la muerte de Ángel Nieto. No sé si es el mejor deportista de la historia de nuestro deporte, si es comparable a Nadal o a Pau, si ganó 90, 95 ó 100 carreras, se que en un tiempo en blanco y negro que había poco de todo, su última vuelta de repente lo iluminaba todo.

El paseo de coches del retiro