jueves. 28.03.2024

@nachogoberna“Según cuentan las hemerotecas digitales del año 2015, tiempo desde el que escribo, el día de la primavera de 2013 en el que el Gobierno de España decidió dar marcha atrás en el reloj de la historia y reinstauró la obligatoriedad de la asignatura de religión católica en la enseñanza pública, ese día, muchas instituciones, ministros y secretarios de estado con vocación Urbi et orbi, dieron gracias a un Dios y a una mayoría absoluta; el suyo, la suya. La vuelta a caducos tiempos que estuvieron basados en un adoctrinamiento religioso promovido desde un estado auto-ungido con aspiraciones evangélicas, llenó, en aquel entonces, 2013, infinidad de lujosos despachos con caudales de júbilo ecuménico.

Entre esos despachos estaba el del director de la central de editoriales episcopales que se encargarían de fabricar los cientos de miles de ejemplares del libro clave sobre el que se articularía aquella ingente distribución de Fe, ese conjunto de páginas que encarnarían la esencia del nuevo espíritu catequético nacional; ese volumen adoctrinado que debería servir como eficaz herramienta para inyectar creencias a toda una generación de pequeños y no tan pequeños. Su título: ”El Catecismo Varela”.

Las poderosas máquinas hacedoras de libros, con sello cardenalicio, ronroneaban dispuestas para el bendito comienzo de lo que se prometía como un espectacular festín tanto editorial como evangélico. Dos únicos objetivos alumbraban aquel “iluminado” momento: En primer lugar convertir el “Catecismo Varela” en el volumen más popular de aquel año y los siguientes; y teniendo en cuenta todo el dinero y poder que se pondría en juego, humano y divino, público y privado, para su promoción y difusión, era un objetivo no ya alcanzable, sino seguro, tan infalible, probablemente, como el mismísimo papa de Roma. El segundo objetivo era más inmaterial, si cabe de mayor trascendencia: Que las “enseñanzas”  proclamadas por el “Catecismo Varela” anidaran de por vida en los destinatarios.

Pero vino a ser que el Gobierno e Iglesia de entonces olvidaron dos pequeños detalles; el primero fue que un éxito editorial, de ventas, podrá dar mucho dinero, y el “Catecismo Varela” lo dió, pero no siempre cala, no siempre trasciende al tiempo, y segundo; olvidaron el siglo en el que todos vivían ya en aquella época, tanto los educadores como los educados, tanto los padres como los hijos, el XXI, 2013; un siglo, un año, en el que los niños, cuando salían de la clase de Ciencias habiendo estudiado a Darwin, la evolución del género humano, nuestro largo camino transitado desde el andar a cuatro patas hasta nuestros días, y entraban en el aula de Religión para encontrarse con un “Catecismo Varela” dando explicaciones “creacionistas” sobre nuestro origen, no podían evitar descreer, preguntarse y disentir. Y esos mismos niños, cuando estudiando Geografía llegaban a la descripción del Estado Vaticano, sus presupuestos, pertenencias, jerarquías y estructura financiera, y luego, de boca de su profesor de religión, y del “Catecismo Varela”, escuchaban o leían sobre la caridad y sobriedad católica, apostólica y romana, los pequeños no podían evitar percibir desequilibrio, contradicción y desencuentro.

Será por eso que ya instalado en el 2015, mi actual presente, y siendo aquel gobierno beato historia, estoy leyendo un estudio recién publicado en el que se demuestra, bajo sólidas bases estadísticas, que 99 de cada 100 niños y jóvenes que se vieron obligados por el Estado pío a estudiar el “Catecismo Varela” de entonces, 2013-2014, salieron indemnes del intento de adoctrinamiento religioso que protagonizaron a dúo un gobierno afectadamente catequético y una Iglesia católica obsesivamente proselitista. Esto es: esos niños y jóvenes devinieron en ciudadanos libres que valoraban su derecho a elegir en libertad, a escoger sus creencias, principios y valores sin imposiciones estatales. Esto es: se convirtieron, y procederé a usar aquí las acepciones que el gobierno popular de aquel tiempo atribuía a todos y cada uno de los españoles libres que les discrepaban, en: rojos, extremistas, dogmáticos, radicales, antisistema... o dicho en lenguaje natural, no manipulado o eufemístico: en personas reflexivas, solidarias, autocríticas, católicas unas, agnósticas otras, pero en todo caso siempre respetuosas con cualesquiera religiones o creencias pudieran ser profesadas por los demás. Por tanto, como podéis apreciar, aún entonces había, aunque no lo pareciera, y como luego se demostró, espacio para la esperanza.”

Ojalá.

El Catecismo Varela en la máquina del tiempo