viernes. 29.03.2024
ayuso

Al final, ya verán ustedes que, si las elecciones de la comunidad de Madrid las gana la derecha, lo será gracias a la vacuna de Astrazeneca y a las perrerías continuas que se están soltando contra ella por parte de la derecha. La derecha conseguirá convencer a la población de derechas que solo el gobierno de Sánchez ha sido el culpable del follón armado con dicha vacuna. Y que toda la confusión con dicha vacuna ha tenido solo un fin único y verdadero: disminuir el número de pensionistas.

Pero lo cierto es que fue el Gobierno y las comunidades autónomas quienes pactaron suspender la vacunación temporal utilizando el fármaco anglo-sueco.

El presidente de la Junta de Andalucía ha acusado al Gobierno de convertirse en un “transportista de vacunas” y de transformar la organización de la vacunación en un “sudoku”. ¿De verdad? ¿Es que la Junta no asistió a la reunión con el Ministerio de Sanidad que decidió paralizar la vacunación de la Vaxzevria? A mi entender, aquello fue un cambio de criterio acordado por el Ministerio de Sanidad con el plácet de las comunidades. ¿A qué viene, pues, endilgar a Sánchez los cambios de estrategia pandémicos y el futuro más o menos incierto de quienes fueron vacunados en primera dosis por dicha vacuna y ahora colocados en la lista, no de espera, sino de la incertidumbre? ¿La culpa solo es de Sánchez? Menos lobos, doña Ayuso.

Dicen las encuestas que esta persona, aspirante a seguir gobernando la Comunidad de Madrid, será la más votada. Pues no lo entiendo. Una persona así es un mal ejemplo para las presentes y futuras generaciones

En efecto. La presidenta de Madrid, Ayuso y su negro en la sombra, dice que el gobierno ha sido incapaz de hacer una “ley de pandemia”, de ahí todo este barullo creado. Cierto, pero me gustaría saber qué país la ha hecho. Ni siquiera la han elaborado aquellos países que cuentan con una vacuna autóctona. ¿O solo la han elaborado los países comunistas, lo que, como se verá, tiene su particular perspectiva irónica?

Doña Ayuso no debería cantar victoria y hacerse la más lista al enfrentarse a la pandemia de su comunidad, porque ha actuado como el resto de las autónomas, es decir, de forma más o menos chapucera, en función de lo que se le venía encima o, lo que es lo mismo, de forma errática e improvisando sobre la marcha. Aun así, Ayuso no ha dejado de soltar perrerías contra Sánchez que se ha movido en estas aguas movedizas del mismo modo y vistiendo la misma escafandra del miedo que la mayoría de los presidentes de las distintas comunidades autónomas. ¿Haciendo lo posible, lo real y lo necesario para evitar el apocalipsis final? Nunca lo sabremos, pero negarle voluntad en el intento es de necios. Es cierto que, en ocasiones, algunos de sus gerifaltes ha dicho cosas que estaban fuera del guion de la prudencia. Decir, por ejemplo, que los efectos de la vacuna Astrazeneca son mejores que sus posibles consecuencias negativas, no es que sea una melonada. Es una afrenta para las víctimas de estas consecuencias, gracias a las cuales ya no podrán contarlo. Hay evidencias que es mejor no moverlas. Son como la mierda. En cuanto las revuelves, peor huelen.

Lo sabe muy bien el negro de doña Ayuso. Un negro, experto en Goebbels, al menos, al que apelaba al principio de transposición que el nazi, “enano y cabrón”, aconsejaba utilizar en ocasiones como las que estamos viviendo, donde las noticias invaden el territorio negándose unas a otras: “Carga sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque: Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

Distraer. Bonita palabra. Significa “divertir, apartar la atención”. ¿Es eso lo que ha pretendido doña Ayuso afirmando que si es necesario comprar la vacuna Spunik para la comunidad Madrid, se compra?

No sé si es una operación despiste o una iniciativa propia de un aventajado discípulo de Maquiavelo. No me molesta la flojedad de criterio de doña Ayuso y haga de su capa cínica un sayo, pero, ¡coñe!, es que la vacuna Spunik es la vacuna de Putin, la de Rusia, la de los comunistas. Ahora resulta que si esta vacuna del Putin Spunik “salva vidas y si es legal” -Ayuso dixit-, pues, nada, que se la queda. Increíble. ¿Cómo es posible que alguien, declarada anticomunista visceral, pueda creer, siquiera, en la remota posibilidad de que una vacuna fabricada en laboratorios comunistas pueda ser legal y, encima, cure a católicos de una sola pieza?

En serio. ¿Dónde queda el umbral ético de la presidenta de la comunidad de Madrid aceptando que una vacuna comunista se cuele en la ciudadanía de Madrid? ¿Ha reparado siquiera en las secuelas y consecuencias que dicha vacuna pueda producir en quienes se la inyecten? ¿Cómo sabe Ayuso que el Spunik, además de contener los antígenos correspondientes contra la Covid 19, no lleva unos miligramos de leninina, capaces de convertir a sus votantes de derechas en unos furibundos estalinistas?

Ayuso excusará mi intromisión, pero hay que decirle que es posible que la compra de esa vacuna puede tener incluso, la legalidad que tenían los másteres de Casado, pero su gesto no es ético. Debe reparar en que está tirando por la borda toda su credibilidad como presidenta debeladora del comunismo, de sus pompas y de sus obras. No solamente eso. Está posicionándose en contra de todas las encíclicas papales que condenaban cualquier contacto mundano con el comunismo. Por mucho menos, los papas han excomulgado a cientos de fieles, más o menos frívolos, doctrinalmente hablando. Se empieza comprando vacunas comunistas y se termina de peregrina en la Plaza Roja.

Llevamos meses viendo políticos tránsfugas vendiendo su primogenitura como diputados por un plato de mierda. No hay comentarista político que no les haya escupido y condenado por su fea actitud. Pero, amigos, no sabe uno qué naturaleza es más repugnante, si la de estas serpientes de agua dulce o la de la presidenta de la comunidad de Madrid, que, desde que llegó a la pasarela del poder, ha aprovechado cualquier ocasión para condenar el comunismo y negar cualquier relación con él. Y, ahora, superando su natural timidez aparente, se arroja a sus brazos, contraviniendo, no cualquier principio ético y racional, pues, a lo que se ve, no posee ningún principio ni moral. A no ser que el oportunismo lo considere premisa de su ética personal.

Si con el comunismo no iba ni a heredar a Vallecas, ¿cómo es posible siquiera que admita la posibilidad de hacerse con una vacuna comunista?

Y dicen las encuestas que esta persona, aspirante a seguir gobernando la Comunidad de Madrid, será la más votada. Pues no lo entiendo. Una persona así es un mal ejemplo para las presentes y futuras generaciones. A no ser que queramos que los ciudadanos piensen una cosa, digan otra y terminen haciendo lo contrario. Cualquiera puede entender que dicho movimiento, más que comunista, es un serio peligro para la especie. Y, como tal, debería fumigarse del ecosistema. 

Doña Ayuso Sputnik